Por Jorge Alberto Busaniche Instituto Belgraniano de Santa Fe
Batalla de Tucumán
En perspectiva, en su 211º aniversario (1812 - 2023).
Antes de la Batalla de Tucumán, el general Manuel Belgrano puso bajo la protección de la Virgen de la Merced a todas las tropas patriotas. Luego del importante triunfo sobre los realistas le agradeció el mismo, ofreciéndole su bastón de mando y nombrándola "Generala y Patrona del Ejército". Gentileza
El 24 de Septiembre de 1812 tuvo lugar el enfrentamiento entre las fuerzas realistas que pretendían anular los propósitos revolucionarios de Mayo, contra el Ejército del Norte comandado por el general Manuel Belgrano. Si bien todas las batallas con el oponente español en la guerra por la independencia resultaban importantes y debían ser ganadas, la de Tucumán presenta características que es conveniente reflexionar por la diversidad de condiciones, que llevaron a una contundente victoria de los patriotas ante una fuerza muy superior en preparación, número de efectivos y equipamientos.
Cuadro "Batalla de Tucumán", óleo sobre tela perteneciente a Francisco Fortuny (1865-1942), pintor, dibujante e ilustrador de libros y revistas de origen catalán, posteriormente radicado y fallecido en Argentina. Gentileza
Analizando en qué contexto se libra la batalla, debe considerarse que las instrucciones tardías que recibió Belgrano de la autoridad política de Buenos Aires, estando en plena etapa de reorganización del Ejército del Norte, era la de no exhibir la bandera de su creación y sí la española, a pesar de haberla hecho bendecir en la Catedral de Jujuy el 25 de Mayo de 1812.
La Máscara de Fernando VII estaba en pleno apogeo y la no aceptación por parte del Primer Triunvirato de un nuevo emblema, resultaba un hecho perturbador desde el lado patriota. Asimismo, se le encomendó no presentar batalla a los realistas y custodiar la columna del llamado Éxodo Jujeño, que en agosto de 1812 inició la marcha hacia Córdoba, en vista a la amenaza de los realistas que dominaban el Alto Perú. Debe destacarse también las condiciones desventajosas al momento en que asume Manuel Belgrano la jefatura del Ejército del Norte, y sus muchas carencias.
Con la Batalla de Tucumán se pone de manifiesto la firmeza de convicciones de Belgrano quien se ve en la necesidad de tomar importantes decisiones, incluso hasta actuar en desobediencia de las indicaciones del poder político si lo que está en juego es la libertad de la Patria. En Septiembre de 1812 el epicentro de la resistencia contra el perseguidor realista pasa a constituirse en Tucumán, impulsado por la contundente victoria del Combate de la Piedras, en que la retaguardia del ejercito patriota debió enfrentarse con una vanguardia realista, logrando la columna del éxodo desembarazarse temporariamente de los perseguidores.
La llegada de un grupo de realistas a Tucumán en calidad de prisioneros, se exalta el estado de ánimo de los criollos, provocando un antes y un después en el relato de esta etapa de la historia. Al llegar las noticias del triunfo de Tucumán a la ciudad de Buenos Aires, se produjo el cambio de gobierno, asumiendo el Segundo Triunvirato, con una tendencia más coherente y orientada a la independencia de las Provincias Unidas.
Los días previos a la batalla constituyeron jornadas de preparación para la defensa y una gran convocatoria a Tucumán, la que resultó ser nutrida y heterogénea en todos los aspectos. El Ejército del Norte en pocos días se fue complementando con el arribo de patriotas norteños y de las provincias del costado andino, con sus caballos y armamentos, los cuales en muchos casos eran de constitución primaria, pero lo importante era hermanarse en la causa de la defensa de la Patria.
Manuel Belgrano en definitiva pasó a comandar una fuerza de configuración diversa, e incluso de muchos voluntarios a los cuales les faltaba la necesaria preparación militar. En vista a esta situación, el recurso que era habitual y que supo aplicar frecuentemente, era arengar a todos para enfrentar militarmente el desafío, de tal forma de conseguir la mejor respuesta ante el drama de la batalla.
Asimismo, otorgó grados de libertad a los mandos medios e inferiores en cuanto a la toma de decisiones, en función al desarrollo del combate. En definitiva, Belgrano no buscó destacarse como estratega, como si lo fue en la Batalla de Salta cinco meses después, pero en esta ocasión resultó un conductor formidable de todos los protagonistas bajo su mando, logrando que lo de Tucumán fuese un importante triunfo para la Patria. A partir de ese momento, la bandera de Belgrano dejó de estar guardada y desde la Batalla de Salta pasó a constituir uno de los emblemas nacionales.
Esta victoria permitió el ingreso de la brisa fresca de la libertad y el poder avanzar en otras instancias en el camino a la independencia. También es un claro ejemplo de primeras formas de Unión Nacional, en que persiguiendo un mismo objetivo y la nobleza de los protagonistas, la complementación de sus acciones y la fuerza de las ideas, hace que se configure un esquema virtuoso para obtener los resultados a lo que se aspira. Esto es lo que ocurrió en Tucumán.
Hoy los problemas que enfrenta nuestra república son de otras índoles y debe apelarse a formas de entendimientos para resolverlos. La Unidad Nacional está en nuestra esencia de argentinos y el respeto por las instituciones y emblemas que nos engloba a todos. Mientras que la Unión Nacional es a semejanza de lo ocurrido en Tucumán, lo que permitiría que se dinamicen mecanismos que apunten a la generación a riqueza y consiguientemente poder facilitar el progreso, tal como se prevé en el Preámbulo de la Constitución Nacional.
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