La burla puesta de manifiesto y demostrable ante quien quiera verla, es detectable fácilmente.
De esto sí se habla.
La burla puesta de manifiesto y demostrable ante quien quiera verla, es detectable fácilmente.
En el pasado no muy reciente, antes del advenimiento de la tecnología y esta al alcance de la mayoría, se resumía en un "pito catalán"; algunos compañeros haciendo "rancho aparte" (hasta hoy no entiendo el origen); dibujar al tonto de manera risueña; culpar al callado de la clase por un "ruido" fuerte y oloroso; evitar hacerle un pase en la cancha y sí, lector, esa que Ud. recuerda, hoy sonríe pícaramente siendo que quizás compartió creyéndose el líder del grupo, al que algunos seguían. Hoy le llaman bullying.
La sociedad fue evolucionando… ¿Será? ¿O involucionando y no queremos admitirlo? Lo que pareciera "conectarnos" afianzando una amistad; aumentando probabilidades de mayores ingresos económicos; perspectivas laborales; encumbramiento dentro de áreas para las que estamos preparados y todo momento que ante un teclado, disperse nuestras ideas, sentimientos y logros o fracasos, incluso a quienes no tienen la mínima intención de saber el porqué y para qué, está disfrazado, pero la careta tiene nombre mundial: bullying y ciberbullying.
Este pequeño aparato desde el que escribo; la computadora a la que la mayoría de educandos, con el "aporte" de gobiernos han podido acceder, nos esclaviza. Lo que comienza siendo el puente desde el que nos llega la información también nos conduce hacia lo que cara a cara no hubiésemos sido capaces de llevar a cabo.
Así sea porque entendemos es de suma utilidad y por nuestros medios logramos adquirir un elemento de consumo masivo o porque el "Niño Dios"; "Ratón Pérez"; el aniversario de tal o cual evento nos pone en las manos, se convierte en cómplice de "habilidades" que desde el anonimato, son ejecutadas sin el reto de un mayor o la condena de la Justicia. ¿Justicia, estás? Jugando a las escondidas, pocas veces la víctima de Bullyng y Ciberbullyng le harán "tochi" aunque sea desde el pasillo de un palacio de Tribunales.
Constantemente leemos, vemos, escuchamos que el bullyng/ciberbullyng encuentran indefensos a menores de edad, adolescentes y jóvenes. De casualidad, porque progenitores o la paupérrima intervención de Oficio de Entes desde los cuales se supone están para aplicar sentencias no solo a asesinos, violadores, secuestradores, ladrones, se logra descubrir las maniobras delictivas de un ser humano hacia otro.
La poca intervención del Estado en la prevención, sí, poca, da rienda suelta a violadores de la paz individual, esa de la que antes de la tecnología, ostentábamos con solo mantenernos aislados del grupo que se reía de nuestra inocencia, contándole a la "seño" o faltando a clases hasta que llamaban preguntando a nuestros padres el motivo.
¿En qué porcentaje adultos reconocemos haber sido o continuar siendo víctimas de estos flagelos? Menos de los que el resto supone. Con resignación y algo de valentía pública, reconozco que soy una de las que me encuentro en ese menor porcentaje.
Si bien no fui objeto de bullying, sí del que se define diferente con solo agregarle cinco letras por delante.
Recurrí a todo lo que se puede dentro de las posibilidades de tiempo y económicas. Un menor de edad, imposible ¿verdad?
Hasta hoy, la Justicia que cercenó la continuidad de la búsqueda por descubrir quién estaba detrás de los ataques cibernéticos, está dedicada a otros delitos; la ley les niega el derecho a impartir esa Justicia que ya no tiene los "ojos vendados" o la balanza equilibrada. Tan solo existe en una definición del diccionario, la venda no hace falta, es ciega por propia decisión.
Ningún especialista muy bien pago, y que me lo demuestre, puede erradicar de la mente de indefensos humanos, la sensación que les embarga al ser destinatarios de la maldad que sobre ellos, ejercen otros. La humillación a la que son sometidos a través de expresiones irónicas; imágenes a las que les suman significados no reales; todo permitido por las redes por estas no encuadrarlas como que "no transgreden nuestras normas comunitarias", abre una cicatriz mental que sabemos, ha llegado a ser carnal.
Víctimas en el pasado, ocupan obituarios en el presente. Una vela encendida o un Ave María, no devuelven al ser querido.
El sueño se torna enemigo. No es reparador. Desde la oscuridad de lo incomprensible, asoman personajes. Nos sonríen y de sus bocas, escapan palabras irreconocibles; por un momento tienen rostros conocidos, pero algo nos advierte, un cosquilleo, temblor, la alarma del despertador, un "arriba" que se hace tarde.
La realidad está ahí. Durante la actividad diaria, inconscientemente o no, miramos al que ocupa el otro banco, escritorio, camina a nuestro lado o nos gana el lugar en la caja del supermercado. La pregunta no se hace esperar: "¿Será él, ella?"
Y la vigilia se asocia al vigilar. Empezamos a ver fantasmas de carne y hueso. El amigo; vecino; pariente; pareja; jefe y hasta el que maneja el colectivo, pasan a ser posibles atacantes. En nuestra mente ya con signos de enfermedad mental y física, cualquiera puede ser.
La duración de los delitos cometidos hacia nuestra persona, logran su objetivo cuan mayor es el tiempo que transcurren y cuan menor sea nuestra capacidad para afrontarlos. No denunciarlos por vergüenza o suponer falta de apoyo, solo ahonda el problema. La causa sigue ahí, las consecuencias, avanzan.
Perdemos horas reparadoras de descanso; se ven afectadas nuestras acciones en distintos ámbitos, la desconfianza supera cualquier sentimiento, el que nos daña, puede ser hasta quien nos ama. Nuestro cuerpo comienza a perder peso. Dolores de cabeza no desaparecen con una píldora. El bolsillo "adelgaza" con horas de atención por parte de un extraño, un día cesan, no han resuelto alejar los fantasmas ni devolvernos los kilos perdidos.
Abrir nuestro corazón y buscar ayuda en quienes nos han demostrado necesitarnos. No ocultar nuestra pena. Si la solución no aparece, denunciar públicamente con pruebas. Recurrir a quienes saben más que los delincuentes. Pero… ¿Cómo llegar a estos "especialistas" en descubrir el delito?
Nuevamente la mala experiencia vivida, se reproduce como la película que nos atrae y vimos varias veces. Todavía se esconden. Son llamados "hackers" buenos. Los malos están en la vereda de enfrente... De boca en boca podrá llegarse a los primeros. Quienes tengan recursos y tomen la decisión, les pagarán sus servicios en procura de recuperar la paz.
Los que no, continuarán padeciendo; hasta puede surgirles la duda si quien debía descubrir y terminar con los delitos, será quien demore o reemplace al delincuente así sea con menor gravedad, solo para obtener prolongados pagos.
Falta lo que la Justicia de los hombres no está dispuesta a hacer: poner a disposición de la víctima sea cual fuere su condición, los recursos tecnológicos que permitan que desaparezcan los que anónimamente enferman y matan.
Gratuitamente, sin esperar subvenciones del gobierno, porque el delito no solo es comprobable con balas "pituto" o cien cuchilladas, el llanto de la víctima, es prueba suficiente de que la paz se ha alejado para siempre de su alma.
Falta lo que la Justicia de los hombres no está dispuesta a hacer: poner a disposición de la víctima sea cual fuere su condición, los recursos tecnológicos que permitan que desaparezcan los que anónimamente enferman y matan.
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