Santa Fe, pionera en su difusión y enseñanza, a 70 años de la resolución de Montevideo.
El esperanto como lengua internacional planificada fue dado a conocer en 1887 por su creador, el médico polaco Ludovico L. Zamenhof, con la esperanza de que sea facilitadora de la convivencia pacífica de la humanidad. Su ideal quedó plasmado en un núcleo ético en torno de la comprensión, la tolerancia, la fraternidad, la paz y la comunicación, que conforman la interna ideo (la idea interna) que anima al movimiento esperantista.
La rápida difusión que alcanzó generó una comunidad de hablantes expandida a nivel planetario que involucró a una diversidad de sujetos y culturas que se reconocieron por sobre las fronteras partícipes de su ideal fraternizante, aunque desde temprano no le faltaron tampoco detractores. La apuesta por este ideal pacifista y humanista hizo que se confíe en que la Sociedad de las Naciones lo adoptara como lengua oficial. En 1922 se presentó un proyecto en tal sentido, pero el veto del delegado francés, temeroso de que la lengua de su país como lengua diplomática se vea desplazada por el esperanto, lo truncó.
Tras la Segunda Guerra Mundial y con un mundo enfrentado a partir de la bipolaridad, volvieron las esperanzas en que ahora las Naciones Unidas adopten una lengua neutral y pacifista para la deseada intercomprensión entre los pueblos. Es así que la Conferencia General de Unesco en la Octava Reunión de Montevideo, celebrada en 1954, dio la Resolución IV.4.222-4224 en relación con la petición internacional a favor del esperanto. Por la misma se reconoció que los objetivos que persigue la lengua se corresponden con los ideales de Unesco por lo que se insta a los países miembros a seguir de cerca la evolución y uso en la educación, la ciencia, la cultura y a tal efecto colaborar con la Asociación Universal de Esperanto. Si bien la Resolución fue recibida con gran expectativa por la comunidad de hablantes de la lengua de Zamenhof, no se logró que sea incluida como lengua oficial de la ONU, donde una vez más primaron los intereses de las grandes potencias.
Desde su presentación el esperanto logró una rápida expansión lo que hizo que surgieran por todo el mundo organizaciones que adoptaron diversas formas, clubes, rondas, centros, asociaciones, fueron nucleando a las comunidades locales e integrándolas en una red mundial. Es así que llegó incluso hasta las distantes tierras santafesinas donde a fines del siglo XIX, según las anotaciones que llevaba el propio Zamenhof, en las colonias agrícolas, Esperanza y Rafaela, se registraban los primeros esperantistas.
En Rosario desde 1907 se daban cursos de esperanto, y para1914, se había organizado una exposición. Fruto del entusiasmo alcanzado en 1934 se fundó la Asociación Esperantista de Rosario, luego Asociación Rosarina de Esperanto (ARE), al tiempo que se llevaban a cabo programas radiales. Dada la importancia que adquirió Rosario en toda esta labor, en 1941 fue sede del primer Congreso Argentino de Esperanto, donde terminó fundándose Argentina Esperanto Ligo (AEL).
Hacia 1961, y en un contexto internacional signado por uno de los momentos más álgidos de la llamada Guerra Fría, funcionaban en la provincia de Santa Fe cinco organizaciones esperantistas que mantenían un activo contacto con todo el mundo, incluso con los países de detrás de la Cortina de Hierro. En Rosario lo hacían Rosaria Esperanto Asocio y Rosario Esperanto Klubo; en Venado Tuerto, Esperanto Klubo Venadense; en Santa Fe la Asociación Santafesina de Esperanto y en Rafaela, el Centro Rafaelino de Esperanto.
A ellos se sumaba la oferta de cursos a distancia a través de la Escuela Americana de Esperanto de Venado Tuerto, dirigida por el Dr. Jorge Abraham, y la Escuela Argentina de Esperanto, que desde Rosario tenía al frente a Hugo Lingua. A la enseñanza superior se había llegado a su vez con cursos en la universidad a cargo de Enrique Kohei. A esta actividad se sumaban los festivales, encuentros y congresos, además de la publicación de boletines, como el Verda Stelo en Santa Fe y la Lerneja Esperanto Revuo en Rosario. Como corolario, la legislatura santafesina en 1973 sancionó una ley a favor de la enseñanza del esperanto en las escuelas provinciales, aunque finalmente nunca fue reglamentada.
A comienzos de la década de 1960, la entonces Escuela Normal Nº 4 Domingo de Oro de Rafaela, llevó a cabo una interesante experiencia extracurricular en torno de la enseñanza del esperanto. Fruto de ello, con los alumnos se realizaron viajes a Brasil y Uruguay, de donde a través de los contactos en este último país decidieron sumarse al proyecto Grajnoj en Vento (Granos en el Viento). Esta iniciativa era coordinada desde Suiza por Marcel Erbetta (1911-1996), un socialdemócrata y reconocido pedagogo, que estaba empeñado en difundir las bondades del esperanto. Desde la localidad de Bienne, ponía en circulación una publicación integrada por trabajos de alumnos de distintas escuelas del mundo que utilizaban la lengua internacional esperanto como medio de comunicación intercultural.
La confianza depositada en el proyecto estaba puesta en la acción reproductiva a través de la enseñanza de esta lengua a los niños ya que así se lograría inculcar valores como el pacifismo, el amor fraterno, la no discriminación, el trabajo mancomunado y la más justa distribución de la riqueza, todos ellos en consonancia con los del movimiento esperantista. Cada escuela hacía llegar sus trabajos con los que se armaba una publicación y así daban a conocer a los demás aspectos de la historia, la cultura, las costumbres, de su país o región como de su propia comunidad.
Hacia mediados de la década de 1960, los intercambios a través de Grajnoj en Vento estaban en su momento más entusiasta para los animadores locales como Anita Visconti, que había logrado que los alumnos rafaelinos mantuvieran relación con diversas escuelas de países tan distantes como Finlandia, Nueva Zelanda, Japón, y hasta con aquellos otros cercados por la política internacional, como los de detrás de la Cortina de Hierro (Hungría, Polonia y la ex Yugoslavia, por ejemplo), que gracias al esperanto podían tender un puente por sobre las fronteras ideológicas con estos jóvenes de la pampa santafesina. Sin embargo, al comenzar la década del setenta pareció anunciarse una vez más el ocaso para el esperanto y sus posibilidades.
La Escuela Normal se encaminó hacia otros proyectos curriculares y el inglés había logrado por su parte ganar las preferencias lingüísticas que atraían a los más jóvenes. La invocación de razones prácticas, los intereses en disputa por la hegemonía mundial, parecieron imponerse por sobre un ideal pacifista y humanista que sigue sin embargo manteniéndose fiel al nombre con el que trascendió, esperanto: el que está esperanzado.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos
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