Sí, sí, por supuesto que entiendo que las cosas que pasan, y la evolución es una de ellas, no ocurren de manera lineal. Hay grandes avenidas en una dirección particular, pero las calles de menor magnitud y las colectoras, no siempre van para allá, a veces tienen retrocesos y lateralizaciones que también hacen al todo y nos ubican en un punto de análisis, el de hoy por ejemplo, que es diferente al de hace mil años y también al de dentro de otros mil, que en términos evolutivos no es nada, aunque si para nuestras breves existencias.
Solemos percibirnos como un producto terminado, aunque en la práctica estamos muy lejos de serlo. Si hay algo que tiene la evolución, es que evoluciona, y de hecho está ocurriendo siempre, o sea, ahora también. Por mucho que nos gustaría ser la culminación del proceso y vernos en el centro de la pantalla al final de una película que a toda orquesta nos muestra como la manufactura definitiva de la creación, somos en realidad otro paso intermedio, uno más en un largo camino hacia lo desconocido.
Volviendo al abordaje lineal, y dejando en claro que sé que no ocurrió exactamente así, una forma de digerir mejor lo que nos trajo hasta aquí, siendo una especie más en el contexto, es nuestro trayecto desde el homo sapiens-sapiens, nómada y cazador-recolector, hasta el sedentario creador de la ganadería y la agricultura.
Más recursos, más reproducción, más individuos. Esto ocurre con todas las especies, solo que en los seres humanos nos lleva a las ciudades, entidades diferentes, casi organismos diferentes. Y desde allí a la revolución industrial, al incremento logarítmico de nuestras poblaciones, de nuestros alimentos y obviamente de los impactos sobre el ambiente. Claro que sé que es una simplificación objetable, ni siquiera a mí me gusta, pero lo propongo con esta simpleza para salvar espacio.
Entiendo y puedo compartir con quiénes argumentan que el origen de esto que construimos colectivamente, se basa en nuestra capacidad para conectarnos, pero humildemente pienso que la cuestión pasa mucho más por las domesticaciones que por la comunicación, reconocida como gran promotora de la civilización. El hecho de que yo esté escribiendo y usted leyendo, por ejemplo, marca una diferencia insalvable con cualquier otra especie, pero, otra vez, creo que es más consecuencia que causa del desarrollo de las sociedades y la organización en ciudades que generó la explosión demográfica. Nada de esto hubiese ocurrido, al menos no de la manera que hoy lo vemos, sin los recursos que la domesticación de la flora y la fauna (agricultura y ganadería) nos brindaron, nos brindamos.
La transmisión de conocimientos sin herramientas extracorpóreas como la pintura, la escritura, los medios audiovisuales o sencilla y más actualmente los digitales, es por supuesto posible, pero involucrando una cantidad de bits infinitesimalmente menor que con estos últimos. Del mismo modo que el jaguar enseña a sus crías a cazar, nuestros antepasados lo hacían con su descendencia, en una actividad demostrativa sobre qué hacer y qué no hacer en cada circunstancia. La ecuación era y sigue siendo sencilla, si los conocimientos se transmiten y se reciben correctamente, las posibilidades de supervivencia son tanto mayores.
El tema es que hoy esa pulsión atávica por transmitir conocimientos a fin de sobrevivir se mantiene como una especie de urgencia por generar información que cada vez menos tiene que ver con la supervivencia y más con solo comunicar. Resulta interesante ver como se emiten "contenidos", que en la mayoría de los casos nada contienen. Uno de los últimos inventos de la humanidad, los "contenidos vacíos". Los terraplanistas, los negacionistas, los anti-ciencia y todos los promotores de superchería a los que se refería Carl Sagan en su brillante "El mundo y sus demonios", se han ido intercalando con la gente, cada vez con menos posibilidades de diferenciar ciencia de pseudo ciencia, para ir cayendo en la trampa de la ignorancia ilustrada.
Si bien simpatizo con la antigua frase de abuelas, "El saber no ocupa lugar", creo que el "no saber", o "saber lo que no es", sí ocupa lugar, justamente el lugar de la verdad. De esta forma, en vez de transmitir conocimientos (o contenidos), para mejorar nuestra salud, alimentación, cultura o estrategias de supervivencia -como la mamá jaguar a sus crías-, nos dejamos enseñar cómo compartir estados o historias en redes sociales, a votar por Furia o El Chino, o a preguntarle a la inteligencia artificial (IA) las cosas que ya sabemos, o peor, las que no sabemos y ella sí. A partir de acá hoy parece muy probable que, por defecto, la inteligencia artificial más temprano que tarde se convierta en la única inteligencia en el planeta.
Hace unos días leía una nota a un investigador que decía hay dos posibilidades a partir de la inteligencia artificial, una es que profundizará las brechas y agravará todo, lo que no es tan novedoso ya que se parece a lo que decía Juan Domingo Perón en su carta a la cumbre del medioambiente de Estocolmo de 1972 (**), refiriéndose a que los seres humanos nos estaríamos convirtiendo en especies diferentes, pobres cada vez más pobres y ricos cada vez más ricos. En aquellos tiempos no se hablaba de inteligencia artificial, así que no podríamos echarle la culpa por lo pasado, pero si como aceleradora del proceso actual.
La otra posibilidad va por la positiva y dice que bien manejada podría facilitar los procesos de democracia directa y socialización de beneficios, tendiendo a igualar nuestras sociedades desde un enfoque progresista. Por más optimismo que le ponga a la cuestión, el crecimiento de las extremas derechas a nivel global, hoy me hace pensar que es más probable que ocurra lo primero y no lo segundo.
Notarán que estas líneas van más a la catarsis que a la propuesta, pero a veces la queja sin propuestas también puede aportar, aunque sea para razonar y ser críticos cuando nos miramos para adentro. La discusión de si está bien o mal lo que somos, esto en lo que nos hemos convertido, quedará para civilizaciones futuras, mientras tanto, no está demás saber y recordar que, desde las domesticaciones hasta acá, llegamos con base en prueba y error, con lo que algunos aún llamamos método científico.
Sin la ciencia no tendríamos ninguno de los componentes indispensables de nuestro supuesto progreso, ni esos aparatitos desde los que los gritones mesiánicos nos dicen que la ciencia no sirve y que es un gasto. Claro que tampoco tendríamos esas cosas inútiles que hay que comprar compulsivamente para que la rueda siga girando, y para que cada vez haya más clientes, perdón, seres humanos sobre este superpoblado planeta.
(*) Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
(**) Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, también conocida como Conferencia de Estocolmo, celebrada en la capital de Suecia entre el 5 y el 16 de junio de 1972.
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