Queridos Amigos, muy buenos días a todos. Una vez más nos encontramos para compartir la Palabra de Dios. Y hoy con toda la Iglesia celebramos solemnemente la Fiesta de Pentecostés cantando: "Pentecostés, día de fiesta / Pentecostés, día de gozo / Pentecostés, día de la Iglesia / de la Iglesia del Señor". Por eso mismo, en un día tan espacial, permítanme comenzar la reflexión con un texto bíblico.
Cuando el profeta Ezequiel en una visión contempla los huesos secos en una llanura, que eran muy numerosos, escucha la voz de Dios que le dice:
"¿Piensas que podrán revivir estos huesos?" El profeta contestó: "Señor, sólo tú lo sabes". Y Dios le dijo: habla de parte mía, profetiza sobre estos huesos. Y mientras lo hacía se produjo un gran alboroto, los huesos se juntaron, se cubrieron de nervios, se formó carne, y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos. Y entonces Dios le dijo: Habla de parte mía al Espíritu, llámalo. Lo hizo según la orden de Dios y el Espíritu entró en ellos. Se reanimaron y se pusieron de pie; eran un ejército muy grande".
Tomando este texto de Ezequiel como telón de fondo, les pregunto: ¿Piensan ustedes que nuestra sociedad actual tan dividida, rota y fragmentada, puede cambiar? ¿Se pueden convertir tantas estructuras caducas, anquilosadas en otras llenas de vida? ¿Podemos hacerlo sólo por nuestras fuerzas humanas como lo pretenden hacer algunos? ¿En serio?
Entonces sigo preguntándome: ¿Piensan ustedes que la Iglesia actual cansada, en muchos casos envejecida, medio paralizada puede resucitar, por sí sola? Hoy, muchos hablan del Espíritu Santo, pero ¿lo conocen, cuentan con él, con sus siete dones en la vida diaria? Tengo mis dudas. Ciertamente, no es fácil decir quién es el Espíritu Santo porque no tiene referencias personales como Dios Padre, o Dios Hijo, tiene cierto aire de anonimato y por eso nos cuesta definirlo tanto. La mejor descripción que he encontrado hasta el día de hoy es la afirmación de San Juan, que dice: "No se sabe ni de dónde viene ni a dónde va".
El Espíritu Santo se manifiesta, actúa, crea y recrea todo. Y esto es importante. A veces es más fácil ver su ausencia que su presencia en nuestra vida. San Pablo respondiendo a nuestras dificultades en su Carta a los Gálatas nos ofrece unos criterios para saber discernir, afirma: "(…) Es fácil ver lo que viene de la carne: odios, resentimiento, celos y violencia, ambiciones, divisiones y envidias, orgullo, soberbia… En cambio, el fruto del Espíritu es: caridad alegría, paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad, dominio de sí mismo.
Si hoy nos cuesta entendernos, si nos cuesta dialogar, escucharnos, me pregunto ¿no será que hemos dejado de escuchar al Espíritu Santo y nos dejamos llevar por los intereses particulares, egoístas y mezquinos? Mis queridos amigos, nuestra Patria Argentina en el tiempo actual más que nunca necesita un nuevo Pentecostés, un aire nuevo, un soplo del Espíritu Santo porque muchas estructuras deben ser renovadas, cambiadas, transformadas.
Nuestra Iglesia argentina también necesita un Nuevo Pentecostés, porque, con frecuencia, nos olvidamos del dinamismo misionero, del compromiso social, de ser una presencia viva y significativa de Jesús en el mundo actual. La experiencia nos enseña que "sin el Espíritu Santo, el evangelio es letra muerta, la iglesia pura organización, la misión pura propaganda, el culto mero recuerdo".
(*) Mensaje del 19 de mayo de 2004, originalmente emitido por Radio FM 96.3.
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