El libro "Demonios" (también conocido como "Los demonios" o "Endemoniados"), de Fiódor Dostoiesvki, se compone de cinco grandes novelas independientes, cuyo protagonista sería un "gran pecador", que sobresale en maldad respecto a los personajes de las anteriores novelas, un verdadero "príncipe de las tinieblas". Un satán hecho hombre. Sin embargo, su significación tiene un gran sentido, pues el autor veía que Rusia estaba verdaderamente endemoniada. La mítica "alma rusa", en consecuencia, comenzaba a caer y el autor en cuestión pudo ver como nadie el trasfondo psicológico del revolucionario ruso. El mismo Fiódor estuvo inserto en ámbitos revolucionarios en su época como conspirador que le valió su estancia en Siberia. Lo vio actuar, además, en el extranjero, precisamente en Suiza, cuando mantuvo conversaciones con importantes ideólogos de izquierda. Tales acontecimientos en su juventud exaltada fueron una inspiración directa para su obra y denuncia.
Mirá tambiénEl fin de los tiempos en DostoievskiNo obstante, el suceso que más le impactó a Dostoievski (o Dostoyevski, la otra forma aceptada de escribir su apellido) ocurrió en 1869, cuando un joven que conoció por nombre Ivanov, y que había ayudado a preparar uno de los viajes al extranjero para poder formarse como socialista, resultó muerto unas semanas más tarde. El asesinato fue promovido por Netchaiev, un férreo nihilista y joven estudiante discípulo de Mijaíl Bakunin –uno de los principales pensadores de la primera generación socialista– que tenía como objetivo llevar la revolución a Rusia. Es claro que Ivanov terminó muerto debido a que, entre otras cosas, no estaba dispuesto a subordinarse al plan revolucionario que pretendía acabar con Rusia. Este hecho de vital importancia para Dostoievski, resultó ser precursor de su gran novela, pues Rusia evidenciaba con estos acontecimientos que se precipitaba al demoníaco socialismo que tantos estragos causó en la patria del gran novelista y que supo verlo antes que nadie.
Conviene señalar que en "Crimen y Castigo" (1866) se muestra la tragedia personal que provoca alejarse de Dios. Con Demonios el drama se traslada a lo social. Por ese motivo, con Raskólnikov el autor ruso buscó refutar a Friedrich Nietzsche y en "Demonios" (1872), cuyos personajes estaban infestados de praxis revolucionaria, lo haría contra Karl Marx. En ambos casos no conoció los escritos de los autores alemanes. Sin embargo, profetizó los dos tipos intelectuales y su trasfondo espiritual y, ante todo, su relación estrecha. El superhombre nihilista y ateo que llevaría a cabo la revolución y la utopía de instaurar el paraíso en la tierra.
Europa, en este sentido, desempeñaba para los rusos un modelo a seguir, ya que en "Crimen y Castigo" el seducido es un individuo contagiado de racionalismo de los llamados "iluminados" de la autosuficiencia. En "Demonios", Rusia ya estaba encandilada con el ideario liberal, lo que haría ahora es avanzar al siguiente estadio que no era otra cosa que el naciente socialismo. No obstante, Dostoievski en ambos escritos, hace triunfar al espíritu ruso-cristiano sobre el espíritu prometeico europeo. En su juventud, el gran novelista ruso sucumbió en aquellas ideas. Pero, posteriormente, su penitencia y redención que vivió en Siberia, le permitió salir de ese pozo oscuro a través del arrepentimiento, y por ello supo rebatir dichas doctrinas con una gran lucidez, pues entendió su trasfondo, y visualizó, además, el paso de la exaltación del individuo hasta el fervor de la multitud en una suerte de hermandad y derivación en ambas ideologías, puesto que en el fondo se asemejan y presentan el mismo ideario metafísico, es decir la destrucción del hombre y la desvinculación con su propia naturaleza para instaurar artificios utópicos.
Por otro lado, lo anterior pudo ser posible gracias a una generación de padres liberales, de cuyo seno nacieron los hijos socialistas que instauraron la revolución; es decir de escépticos y racionalistas nació una generación de nihilistas que darían el golpe final en Rusia hacia el comunismo. Dostoievski, en ese sentido, supo profetizar la rebelión que se gestaba en contra de Dios. Por ello, en "Diario de un escritor", relató: "Los predicadores del materialismo y el ateísmo proclaman la autosuficiencia del hombre preparan una indescriptible oscuridad y horror para la humanidad bajo el disfraz de renovación y resurrección".
En otra parte acertó en decir: "Plantéense ustedes esta pregunta: Si los padres de esos muchachos no tienen ideas mejores, más firmes ni más sanas; si esos chicos en sus familias, desde pequeñitos, solo vieron cinismo y negación altiva, indiferente –las más de las veces indiferente–; si nunca oyeron la palabra patria en sus labios de sus padres si no acompañada de burlona sonrisa; si todos los encargados de su educación solo le mostraron despectivos o indiferentes para a las cosas de Rusia; si las más generosos de sus padres y maestros solo les inculcaron ideas universales; si a sus niñeras despidieron por enseñarles en su cuna la oración de la Virgen, pese a la prohibición paterna, díganme ustedes: ¿Qué puede esperarse de esos chicos?".
Dostoievski supo entender que la esencia del liberalismo consiste fundamentalmente en un espíritu de autosuficiencia respecto de Dios como se dijo. De los padres liberales, naturalmente, se cortaron una gran cantidad de vínculos que, posteriormente, los hijos socialistas acabaron por terminar con los pocos vestigios restantes. De esta forma, aquellos padres preparaban espiritualmente a una generación de hijos que rompería con el pasado y las tradiciones de antaño que forjó el pueblo ruso, para configurar una nueva humanidad en nombre de un supuesto progreso. Este punto de la historia rusa está bien plasmado en "Los hermanos Karamázov". De ahí, que del deísmo abstracto y teórico se pasó al antiteísmo concreto y práctico. En suma, el autor ruso representa a los demonios –los Piotr, los Kirílov, los Stavroguin–, quienes serían los hijos de esa generación, en tanto que sus padres habían sido engendrados bajo la bandera de la Revolución Francesa, y detrás de esta proclama liberal se introdujo, ciertamente, el nihilismo tan necesario para pasar a la acción revolucionaria.
Por este motivo, el socialismo busca resolver el destino del hombre y la sociedad. No es simplemente un sistema político-económico y social que busca sustituir al liberalismo capitalista, para generar de tal modo un falso antagonismo. Detrás posee un trasfondo espiritual y escatológico, y se erige, así pues, como una teología invertida alimentada de mal, bajo el ropaje de salvación en el intento de instauración de una supuesta felicidad terrena que acabaría con todas las miserias y sufrimientos de la humanidad. Ante todo se instituye como una nueva religión pero sin Dios como centro sino con un hombre desnaturalizado que niega su vocación trascendental y, ante todo, con la plena intención de suplantar al cristianismo.
Dostoievski lo anticipó de un modo profundo: el liberalismo en primer lugar, el socialismo en segundo lugar, presagiando lo que sería el "último hombre de la historia". Como se ha dicho precedentemente, el novelista ruso, además de su destierro en Siberia, pudo conocer a Cristo, lo que le valió la holgura espiritual de comprender lo que sucedía en su patria. El mismo autor describió: "Aprendí a conocer –a Cristo– de niño pero a quien había abandonado cuando me hice europeo liberal". Fiódor, a través de sus raíces cristianas pudo penetrar en el meollo ideológico de ambas doctrinas a las que luego enfrentó en sus novelas.
Cabe destacar que al autor ruso lo que más le interesaba sobre el socialismo era su posición ante la trascendencia. En efecto, resultaba más importante entender dicha posición para patentar su verdadera esencia que comprender sus ideas en el terreno político o económico. Principalmente, los socialistas eran ateos: "Somos, ante todo, una sociedad atea" defendía la Internacional. La revolución comenzó con el ateísmo. Se atacaban, de hecho, los principios morales de la sociedad, como la familia, la propiedad, la responsabilidad del individuo y, lo más importante, se buscó romper con el cristianismo, apartándolo de la vida pública. Y para ello su doctrina se la tenía que calificar de falsa y condenarla a partir de principios científicos y racionales.
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