Gordura es una palabra vulgar, tal vez poco respetuosa pero a la vez respetable y útil porque hace referencia a un problema más serio de lo que parece, y que está empeorando.
Gordura es una palabra vulgar, tal vez poco respetuosa pero a la vez respetable y útil porque hace referencia a un problema más serio de lo que parece, y que está empeorando.
La gordura es fácil de ver a simple vista, pero no es un diagnóstico. En cambio, la obesidad sí que es un diagnóstico. La obesidad es una enfermedad crónica que afecta a chicos y adolescentes, luego adultos, y que hace mucho daño.
El sobrepeso precede a la obesidad. Son dos puntos de un mismo camino: si el sobrepeso continúa y se acrecienta, ya está la obesidad. Pero así como es más o menos fácil volver del sobrepeso al buen peso, haciendo un saludable cambio de actitudes, es mucho más difícil revertir la obesidad y volver a un peso aceptable.
Hay que recordar que para hablar de sobrepeso y obesidad no basta con saber el peso de la persona, sino que se necesitan otros parámetros como edad y sexo, y superficie y masa corporal.
Argentina tiene un problema con el sobrepeso y la obesidad de sus niños y adolescentes, y más problemas tendrá en unos años si no se pone más y mejor remedio. Familia y escuela son en esto tan importantes, tan decisivos y a la vez tan responsables como Municipalidad, Provincia y Nación.
Aceptemos que la escuela fomenta la dieta sana y la actividad física, y que lo hace bien, pero también tenemos que aceptar que, viendo los resultados, y la realidad, todo esto que se hace no es suficiente.
Según datos oficiales del gobierno, entre los 5 y los 17 años, uno de cada cinco chicos argentinos (el 20,7%) tiene sobrepeso, y otro más de cada cinco (20,4%) tiene obesidad. Esto es más de lo esperado, más de lo calculado, es peor, e indica que algo pasa, y es evidente que pasa.
Por otro lado, un informe reciente y del más alto nivel científico (*), indica que, en el conjunto de América Latina, el porcentaje de chicos (5 a 14 años) con sobrepeso, sin llegar a obesidad, era del 11,5% en 1990. Pero era del 18,2% en 2021.
O sea, que hay un aumento notable. De no detenerse esta tendencia, se calcula que en 2030 habrá un 19,3% de chicos con sobrepeso.
En Argentina, según los datos que exponía en el párrafo anterior, ya hemos superado los cálculos previstos para 2030. En otras palabras, el sobrepeso infantil argentino está empeorando a un ritmo más marcado de lo que sería esperable para el conjunto de América Latina. Y del sobrepeso se pasa a la obesidad.
En cuanto a la obesidad en América Latina, entre los chicos de 5 a 14 años era del 3,2% en 1990. Pero era del 11,8% en 2021. O sea, el aumento es todavía más notable. Y la previsión para 2030 es que llegue 15,5%.
En Argentina, en 2025, cinco años antes de lo previsto, ya se ha superado este porcentaje de chicos con obesidad. Excepto que se implementen políticas asistenciales que vayan más allá de la dieta sana y el incremento de la actividad física, la mayoría de estos chicos obesos continuarán obesos durante el resto de la adolescencia y llegarán obesos a la vida adulta.
El problema no es sólo local. En todo el mundo, el número de chicos de 5 a 14 años que padecen sobrepeso u obesidad se ha más que duplicado en los últimos 30 años. Y esto se observa incluso en países donde también tienen problemas con la desnutrición infantil.
Se trata de enfermedades derivadas de una mala alimentación, tanto en cantidad como en calidad. Aquí, la propaganda, la economía y la política, y lo social y lo cultural tienen mucho para reflexionar, y luego asumir en consecuencia.
Durante la infancia y la adolescencia, el sobrepeso y la obesidad se relacionan sobre todo (pero no exclusivamente) con problemas de salud mental, y con la tendencia a quedarse atrapado en un círculo vicioso de más y peor comida, vida sedentaria, comer fuera de horas, soledad, aislamiento, tristeza, y más vida sedentaria y más comida, etc.
En los adultos, la hipertensión arterial y sus consecuencias, y la diabetes y todo lo que ésta implica, se relacionan con la obesidad.
Siendo que es así, el sobrepeso y la obesidad de la infancia y la adolescencia son problemas serios. Recordemos que de sobrepeso se puede pasar con facilidad a obesidad, y que la obesidad es más difícil de controlar que el sobrepeso. Es una enfermedad. Es una enfermedad biológica y a la vez una enfermedad económica y socio-cultural.
Y en este contexto resulta triste comprobar que en la mayoría de las escuelas de la ciudad de Santa Fe se les ofrecen, y se les venden, a los chicos, alimentos y bebidas que favorecen el sobrepeso y la obesidad, es decir, que les hacen daño.
Y que todavía se permite que ciertas hamburgueserías y otros centros de comida rápida continúen promocionando unas comidas que son malas para la salud, física y psíquica, de nuestros chicos y de nuestros adolescentes.
Según informaba El Litoral el pasado 4 de marzo, en casi todas las escuelas de Santa Fe se ofrecen, y con éxito se venden, alimentos hipercalóricos y bebidas igualmente hipercalóricas. Esto es lo contrario de una buena alimentación, es un mal ejemplo, y contradice lo que se enseña en clase.
La escuela no puede ser parte del problema, sino que debe ser parte de la solución. La escuela, en efecto, tiene la oportunidad de ser un agente decisivo contra el fantasma del sobrepeso y la obesidad, que a la vista está que acecha por todas partes. Debe aprovechar esta oportunidad.
El sobrepeso y la obesidad son más frecuentes en los chicos de los hogares con menos recursos, tanto económicos como socio-culturales.
Y el alfajor, las galletitas, la gaseosa, etc., están más al alcance de la mano en los barrios de menos recursos, y contribuyen así al sobrepeso y la obesidad. Es decir, al infortunio y la desesperanza. Lo que hoy es dulce, mañana es amargo.
Un relevamiento reciente demostró que hay, en promedio, más de diez quioscos en la periferia de cada escuela de Santa Fe, y en tres de cada cuatro venden alimentos y bebidas hipercalóricas.
Cuatro son los pasos que hay que promover para evitar que cada vez más chicos de buen peso pasen a tener sobrepeso. Y para evitar que los de sobrepeso se hagan obesos. Son estos:
1) Disminuir el consumo de bebidas y alimentos hipercalóricos;
2) Aumentar el consumo rutinario de frutas, verduras y legumbres;
3) Promover la actividad física regular;
4) Disminuir las horas de pantalla (celular, televisión) y aumentar las horas de dormir por la noche.
Hay que hacer propaganda, hay que insistir con la actividad física. Hay que promocionar las lentejas y el arroz, y los guisos en general, y los huevos duros, el agua fresca y el puré de verduras, las manzanas y las bananas. Hay que ponerle límites a las pantallas, hay que levantarse de la silla.
Se trata entonces de implementar cambios en las rutinas. Se trata también de dar ejemplo. Los padres y las madres tienen que dar el buen ejemplo, igual que la escuela y los clubes de barrio, y los futbolistas y los políticos.
Y hay que controlar la propaganda de aquello que no conviene comer ni beber. Son políticas que cabe promover desde las familias y desde las escuelas, pero también desde la Municipalidad, la Provincia y la Nación.
(*) "Global, regional, and national prevalence of child and adolescent overweight and obesity, 1990-2021, with forecasts to 2050". The Lancet, 3 de marzo de 2025.
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