Desde Suiza nos llegó hace unos días la noticia del fallecimiento de Alexandre Carron, tras una vida larga (tenía 94 años) y fructífera. Junto a su sobrino, el profesor Christophe Carron, escribieron "Nos cousins d'Amérique" ("Nuestros primos de América"), donde plasmaron detalladamente la emigración de los pioneros llegados a muchas partes de América. Principalmente a nuestro país y en especial en 1856 a la hoy ciudad de Esperanza, donde llegaron justamente mis ancestros: Joseph Antoine Gay, su esposa Pauline y sus hijos. Para ese trabajo recorrió ciudades y pueblos de toda América, donde fue dejando su huella de amistad.
Fue uno de los promotores de una singular iniciativa que con motivo del 700° Aniversario de la Confederación Helvética se llevó a cabo con todo éxito en 1991: el reencuentro de valesanos residentes en Suiza con sus "primos de América", es decir los descendientes de inmigrantes de aquella zona.
Evoco su bonhomía, su carácter amable, su predisposición a toda iniciativa de bien. Fue a través del escritor Gastón Gori que me relacioné con él. Un simple llamado de mi parte y tenía todo resuelto para mi estadía en Suiza: en la estación de Fully me esperaba junto a mi "cousin" Roland Gay Crossier y Cristophe, su sobrino. En casa de Alexandre ya tenía lista una habitación cálida, con una vista inolvidable de las montañas nevadas.
Su casa era casi un hotel donde se alojaban sus amigos y los que comenzaban a serlo. Recuerdo que le advertí que en la puerta de calle había quedado la llave puesta del lado de afuera. Es así, me dijo, "en señal de hospitalidad para todo el que quiera venir". Y así era él: abierto a recibir a todos, a colaborar, a tender puentes. En aquellos días me comentaron los detalles de aquel proyecto de reunir a unos y otros parientes, tarea que, ya de regreso en mi país, encaramos con Rubén Donnet, mi hermana Leonor y un pequeño grupo, y que culminó con el viaje de muchos descendientes que fueron recibidos por sus parientes de allende el mar.
Mantuvo lazos permanentes con nuestro país, enviaba colaboraciones para la tarea de su hermano sacerdote aquí, en Santa Fe, y estaba siempre dispuesto a reunir a familiares de uno y otro lado del océano. Sin duda muchas son las personas que lo trataron, que conocieron su don de gentes, su amabilidad, y quienes sin dudas guardarán siempre un recuerdo imborrable de Alexandre.
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