Me sorprende, me asombra, me consterna y a veces me conmueve la férrea e inquebrantable lealtad de los kirchneristas con Cristina. En esa certeza, en esa fe, la duda está ausente y no se registra la más mínima fisura. La feligresía K en algunos momentos me recuerda ese tipo de fe religiosa a la que los datos de la realidad le resultan indiferentes, cuando no el producto de una conspiración planetaria promovida, con las diferencias del caso, por aquello a quien los peronistas ortodoxos calificaban como sinarquía internacional. Es notable. Promovieron como paradigma de los ideales de los años setenta a Héctor Cámpora, y por esas curiosas piruetas de la historia terminan pareciéndose al mítico Tío... no por su supuesto coraje revolucionario sino por su verificada condición de obsecuente.
Las pruebas judiciales contra lo que con certeza se calificó como la cleptocracia kirchnerista, son abrumadoras, desopilantes, oceánicas. Pruebas documentadas y testimoniales abundan hasta la exasperación. Solo un cómplice, un idiota o un enajenado pueden desconocer lo obvio. Robaron muchachos. Y montaron una estructura de poder para hacerlo. Robaron hasta el hartazgo y en el camino contrabandearon ideales y esperanzas. No sé si robaron para la corona o para sus bolsillos, pero robaron. La relación de Néstor y Cristina con el dinero es morbosa y promiscua. "Éxtasis", fue la palabra que pronunció Néstor ante la presencia de una caja fuerte. Robar y saquear recursos públicos fue uno de los componentes constitutivos de los supremos jefes kirchneristas y de la claque que se sumó al singular candombe. Sin embargo, para los K no hay el más mínimo margen de duda: Cristina es la Jefa, es la líder, es la conductora. A su lado, Rosa Luxemburgo, Rossana Rossanda y hasta Norma Arrostito no son más que actrices de reparto en la formidable puesta en escena montada por la superproducción nacional, popular y hotelera.
III
Tengo la memoria de un viejo que necesariamente evoca historias viejas. En 1973 la Juventud Peronista de la Tendencia o, para no dar tantas vueltas, Montoneros, desempeñaron un rol protagónico para lograr el retorno de Juan Domingo Perón y del peronismo al poder después de dieciocho años de proscripciones. No sé si fueron una "juventud maravillosa" o una generación heroica o un puñado de "imbéciles" (la designación no es mía, se la debemos al General). Yo a esta altura del partido no necesito explicar mis abismales diferencias con ellos, por lo que me permito decir que, de todos modos, a su manera, a su estilo y en el clima de un tiempo de borrascas y esperanzas, los muchachos se la jugaron y en el camino muchos dejaron el cuero. Su lealtad con Perón y Evita era absoluta, una lealtad de fanáticos, de iluminados y si se quiere de alienados. Basta con leer las crónicas, los libros y las consignas de la época. Las ponderaciones se confundían con la obsecuencia. Sencillamente, lo adoraban. Perón era un Dios, un hechicero, un Mesías, un salvador, y por sobre todas las cosas, un jefe, un jefe infalible.
¿Por qué cuento estas peripecias del pasado, estas odiseas confundidas con pesadillas y extravíos? Porque me importa evocar algunas experiencias que arrojan sus conos de luz y sombra al presente. Seamos sinceros. La llamada "Juventud maravillosa" no era un rebaño de tiernos corderos y tampoco un ramillete perfumado y luminoso de jóvenes idealistas. Qué va. Eran prepotentes, sectarios, facciosos. A su favor diría que hoy sabemos muy bien que nunca las gestas revolucionarias, los combates impiadosos en las encrucijadas de la historia se forjan con angelitos idealistas. Dicho esto, añado que los jóvenes de la Jotapé no sólo que se la jugaron, sino que cuando advirtieron que el viejo cabrón los había manipulado y, además, estaba dispuesto, llegado el caso, a pasarlos a degüello, plantaron en el medio de la calle el primer gran interrogante: ¿Qué pasa General...? Y después agregaron: "... que está lleno de gorilas el gobierno popular".
Ese interrogante, esa interpelación al Jefe, jamás la hicieron los retoños actuales. Jamás ante las abrumadoras pruebas de corrupción cometidas por sus jefes patagónicos balbucearon un reproche, aunque más no sea una preguntita. Se tragaron una parrillada de sapos para descubrir que los sapos eran sus platos preferidos, lo más parecido al caviar o al salmón. Es verdad que los jóvenes de los setenta se equivocaron fiero, pero hubo un instante en que tuvieron el coraje de cuestionarlo a Perón. No les gustaban José López Rega, Jorge Osinde, Norma Kennedy, Raúl Lastiri, Ricardo Otero o Alberto Brito Lima y se lo dijeron. No les gustó que Isabel sea candidata a vicepresidente y declararon que "la Martínez" no era representativa de los años de la resistencia y del "luche y vuelve".
Ese coraje está ausente en los jóvenes, y no tan jóvenes, devotos de la causa K. En algunos casos resulta más cómodo mirar para otro lado. El cinismo, la hipocresía y la alienación tomados del brazo paseando por los ásperos e inciertos callejones de la historia. Imaginaron, supusieron o creyeron ser los legítimos herederos de la generación del setenta y no vacilaron en sugerir que Néstor y Cristina eran la encarnación de Perón y Evita en el siglo XXI. Y al respecto me voy a permitir una licencia en mi condición de antiperonista de toda la vida: Néstor y Cristina no le lustran los zapatos al liderazgo de Perón. Les falta garra, talento, estatura histórica. Comparado con el original el kirchnerismo es una caricatura, una foto trucada, un mamarracho. Pero los K a esa caricatura, a ese mamarracho, lo idolatran. La lealtad a Cristina está forjada en amianto. Sus hoteles, sus cuentas corrientes, sus bolsones de dólares, sus testaferros, sus obras públicas truchas, sus estancias, sus cajas fuertes no le dicen nada, no los conmueve ni los sacude. Optan por la retórica más fácil y más cómoda: son maniobras, conspiraciones, intrigas y canalladas de los gorilas, de los oligarcas y de los vendepatrias, de la infamia neoliberal. Néstor y Cristina son santos, puros y castos. Y ellos son sus feligreses, sus apóstoles y, por qué no decirlo, sus beneficiarios, porque importa saber que a muchos kirchneristas, no a todos pero sí a muchos, la adhesión a esta causa antiimperialista y patagónica les ha dado muchos, pero muchos beneficios contantes y sonantes.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.