Estoy robando servilletas, servilletitas de papel. Podría usar el sujeto: yo estoy robando servilletitas de papel. Yo, sujeto tácito. También escribir de un modo más explícito el título. No está debidamente claro lo que se escribió. Debería decir "Señor Presidente: estoy robando servilletitas de papel". Ese sería el título. Aló presidente, me convertí en ladrón de servilletitas de papel.
Nunca me gustó el "dos puntos" en los títulos, parece que deja al lector sin salidas. Prefiero el gerundio, un verbo en movimiento. Estoy robando. Se entiende bien y deja amplitud para la imaginación. Todo escrito, todo texto demasiado explícito quita las ganas de la página siguiente. Amo las novelitas policiales. Soy un ladrón feliz de confesar su adicción. Robo servilletas de papel todos los días, varias veces al día, entro en bares, confiterías, salones, el hall central de los hoteles, casi como un adicto, tal vez lo sea.
También palillos (diga mondadientes) pero los colocan en sobrecitos transparentes por unidad; solo en viejas cantinas y fondas traen un palillero. Si puedo lo hago. También robo kétchup y mayonesa en mini "sachet", edulcorante artificial y sobrecitos de azúcar, que también colocan en menor cantidad o esperan que los pidan. Yo pido.
Las servilletas son la base de una mesa. Eso y los cubiertos, pero no robo cubiertos. Una cosa es la economía alterada, acogotada, enfrentada con la realidad personal, barrial, nacional y otra ser ladrón en todo el sentido de la palabra. Hay otras profesiones para encubrir al ladrón entero, y política y burocracia servirían para desarrollar ese tema. Presidente, ninguna economía es más fuerte que un sachet individual de kétchup y un servilletero abundante. Si faltan, es una mala señal. Pésima. Están en faltante. Se los llevan, es una señal tremenda. Su gobernabilidad pende de un hilo, mejor dicho: de un mini sachet y lo que me duele: servilletitas de papel.
Para robar servilletitas entro sitios públicos, soy un hombre del smog y las mesas tranquilas de un rincón. No hay estadísticas pero así parece, hay menos, hay pocas. Suelo entrar al baño de hombres, aun cuando ya hay varios baños unisex, pero esta es una ciudad sin avanzadas revolucionarias, pese a lo que se cuente, y los bares más comunes y abundantes tienen baño de varones y servilletas para las manos. También las robo. Hacen falta. Es la economía, tonto, me digo en silencio.
Con las servilletas medianas "el doblez" es eso, doble, y quedan plegadas en cuatro. En las más pequeñas, las que antes acompañaban al cenicero y hoy están solas en la mesa, el doblez es simple. Casi, casi econometría personal. Tengo un pequeño bolso, tenía uno más grande y cómodo pero lo robaron en un descuido, buscando papeles, servilletitas de una mesa vecina. Tampoco tengo teléfono celular, otro descuido. Una distracción que un ladrón no debe tener. Estoy en etapa de aprendizaje. Los ladrones experimentados se dan cuenta.
La experiencia se nota. Con los diputados nuevos esto es visible, algunos ministros, secretarios, en todos se sabe quién está aprendiendo y quién ya es profesional. Están distraídos (¿asombrados?) ante el peculado manifiesto de otros. Ya aprenderán. El asombro es un buen maestro. Usted mismo parece asombrado en algunas apariciones públicas, que son pocas. Ya aprenderá.
Todo ladrón es un atento a los síntomas del medio ambiente, sus cambios y el momento en que suena el trueno. Después es necesario partir. Por eso pido el café simple, media tacita, ristretto… o algo así, hago la seña de chiquito, "escaso", dejando una luz entre pulgar e índice y, cuando vienen a traerlo, pago al contado.
No hay libertad con deudas por detrás. Un ladrón con deudas es un ladrón descubierto. Por eso muchos políticos no quieren que revisen sus cuentas personales y las de su familia. Nunca será ley, como la "Ley de Residencia" o Juicio de Residencia. Imposible. Recuerde usted, que habla y habla sobre eso: con deudas no hay libertad. Yo no lo olvido, por eso robo servilletas, para no endeudarme comprando esas cosas.
Usted tampoco debería olvidarlo. Las promesas son deudas a fecha fija. Plazo fijo al honor. No olvidarse de nosotros es su destino; el mío es robar servilletas y la culpa la tiene usted, Señor Presidente, porque nada dicen sus proyectos de ley, tanto el DNU como la "Ley Alberdi", sobre servilletitas de papel y su costo. En realidad el costo de aquello que se perdió. Repito: la "Ley Alberdi" y el DNU no mencionan lo que se perdió.
Personalmente perdí el dinero para esos pequeños gastos en pañuelos, en papeles del baño y de la mesa y, al sacar cuentas, advertí que son útiles pero cuestan, cuestan más y esa es su culpa. Lo solucioné, soy un ladrón que, como se indica con el sustantivo, hace lo suyo: robar. Eso sí: lo declaro. Algunos no. Ejem… algunos no.
Antes usaba pañuelos de tela, de un buen algodón, que resistía lavados con agua hirviente y el sol de la soga de la parte de atrás de la casa. Cada pañuelo un broche. Después el prolijo planchado. El alergista me dijo "usted se vuelve a contagiar ese resfrío con el pañuelo lleno de bacterias". El jabón cuesta, ya no hay soga para colgar la ropa ni nadie que lo haga gratis. Ni madre, ni hermana ni amante. La igualdad de género atentó contra los pañuelos de mano. Debería lavármelos, pero el tiempo y el costo es alto. Pregunta: quién lavará los pañuelos del Señor Presidente. Sus repasadores, sus toallas. Bueno, es su problema, ni debo preocuparme. Todo eso se perdió, es caro, no puedo. Táchese lo que no corresponda.
Soy apenas alérgico y bastante debilucho de fosas nasales. Digámoslo así, moqueo prácticamente como respiro, o cada vez que respiro. Además lloriqueo, soy nostálgico crónico. Estoy atento a mi tarea. No hay personas distraídas, todo distraído o disperso es un atento a otras cuestiones que considera centrales.
Señor Presidente, usted es un atento a sus cosas, importantísimas, y descuida otras como el costo del papel tissue, por ejemplo. Eso es grave. Una cosa es, con impuestos altísimos, quitarles la ganancia a los productores de grano grueso y fino, y hacer con ella lo que usted quiera, por eso el voto suyo fue, para muchos, una equivocación sin retorno, no avisó que haría eso, pero no avisar es una cosa y otra avanzar sobre papelitos que son importados.
También es importado el cotonete para limpiarse el oído externo y comienzo del oído medio. Una tarea necesaria y muy cuidadosa. Carísimos. Me ha resultado imposible robar cotonetes, a esos lo resuelvo con el sistema argentino: improviso cuando me pica. Las servilletas de buen algodón se han ido yendo. Los repasadores lentamente quedaron en trapos percudidos en la cocina.
Señor Presidente, usted sabe cómo son estas cosas; me disculpo, tal vez lo sepa, por mejor decir, debería estar enterado, el país venía con un 200% de inflación y había cosas que eran difíciles. Se complicó. Pasaron cosas, diría un íntimo amigo suyo. No se han puesto más sencillas, le diría que estamos reproduciendo a Saúl Eldover Ubaldini: "Ni una cosa, ni la otra… sino todo lo contrario". Se murió Ubaldini y nunca pude preguntarle qué quería decir. Me está pasando.
Señor Presidente, no quisiera convertirme en profesional del robo de servilletas. Es feo pero necesario. Si afloja con algunas cosas y le da bola al parlamento yo dejo de robar, como decía el dirigente que aún es dirigente: dejo de robar dos años. Después vemos. En dos años hay elecciones. Esperemos. Sin robar ni una servilleta. Ni asado banderita, polenta, fideos, yerba, azúcar, pan fresco… ¿Puede ser?
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