Lo que parecía lejano llegó. El balotaje decidirá al nuevo presidente del país. La mayoría de los argentinos votará en contra del otro; una minoría dura, y por distintas razones, dará el voto "convencidos" de votar al mejor, o al único que podrá sacarnos de esta crisis que por ahora se agrava día a día. Hace pocos años el pedido era que no nos lleven a una Venezuela lamentablemente pobre y carente de cuestiones básicas. Esa marcha no se detuvo.
Crisis en los combustibles, en determinados alimentos de primera necesidad, en la educación, en la salud pública, en la seguridad y en la salud en general por falta de insumos imprescindibles, aumento del precio de los medicamentos, crisis en las Obras Sociales, falta de médicos, una inflación que no se reduce y licúa el salario de los argentinos provocando una caída en el consumo en general, con porcentajes mayoritarios en los sectores más pobres de la población y el comienzo de un éxodo de argentinos que buscan estabilidad y vivir mejor.
Resulta muy raro llegar al día crucial con dos candidatos no creíbles y en los que los argentinos en elevadísimo porcentaje no confían. Pero llegamos a esta realidad como final del proceso electoral. Otra rareza es que el actual ministro de Economía, responsable el deterioro general, sea el candidato que apoya el oficialismo, sector que en algún momento Sergio Massa dijo ser su enemigo.
Raro es también observar a Javier Milei, que luego de basar su campaña en culpar a la casta política de todos los males que padecemos, cierra con sectores de esa casta tan criticada acuerdos para ganar. Hubo además, algunos cambios en el discurso donde ya no haría lo que con tanto énfasis prometía hacer.
Son muy pocos los argentinos que realmente confían o creen que alguno de los dos podrá solucionar nuestros problemas e incluso se plantean presagios lamentables para el próximo año, ya que a los problemas políticos y económicos se sumarán graves problemas sociales. No podrán evitar una importante devaluación, aumento en los servicios públicos, caída del consumo, con peores resultados en educación y salud, entre otros males.
Los argentinos nos enfrentamos a una encrucijada difícil de resolver y sin grandes expectativas por un futuro mejor. Si llegara a ganar Milei… ¿el peronismo lo dejará gobernar, o querrá recuperar el poder prontamente? Si el elegido resulta ser Massa… ¿cómo funcionará la oposición? ¿Qué pasará con las importantes diferencias que tienen tanto Milei como el radicalismo y el macrismo puertas para adentro?
En la moderna historia democrática argentina, en general la esperanza de elegir al más capaz imperó en las elecciones. Eso desapareció. A las muchas inconsistencias del relato de Milei se le agrega un funcionario que nos mintió repetidamente, que integra un gobierno plagado de denuncias de corrupción e incapaz de mejorar nuestra situación general. Dos malos candidatos. Pero los argentinos votamos y somos responsables de haber llegado a esta situación. No alcanza con echarle la culpa a un grupo de dirigentes, porque a esos dirigentes en general también los elegimos nosotros. ¿Que nos pasó?
Si esta realidad sirve para aprender, para sacar conclusiones que mejoren nuestras capacidades y seamos aptos para definir nuestros próximos futuros, será cuestión entonces de ver el vaso medio lleno. Dicen que los pueblos no se suicidan. Qué importante sería que esa premisa se cumpla para los argentinos.
Hoy el vaso está absolutamente vacío.
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