Por Luz Balbastro


Por Luz Balbastro
¿Conocen la fábula de la rana y la olla? Una rana saltó un día a una olla de agua hirviendo. Inmediatamente, saltó para salir y escapar de ella. Su instinto fue salvarse y no aguantó ni un segundo adentro. Sin embargo, al otro día, esa misma olla estaba llena de agua fría. La rana saltó nuevamente adentro y se quedó tranquila, como hasta disfrutando.
Poco a poco, el agua se fue calentando y así el agua antes fría, ahora estaba templada de manera que la rana se fue acostumbrando y allí seguía, nadando plácidamente en ella. Tiempo después, poco a poco, el agua fue subiendo de temperatura hasta hervir. Llegó a estar tan caliente que la rana murió de calor. La rana no se había dado cuenta que se había acostumbrado al calor.
La moraleja de este cuento nos habla del riesgo de acostumbrarse a situaciones al punto de perder la noción de aquello que realmente nos pone en peligro. A menudo sucede que reaccionamos muy poco frente a los cambios pequeños, pero trascendentales, subestimando los efectos futuros de aquellos pequeños cambios.
Esta fábula convertida, por desgracia, en un experimento real pone de manifiesto los peligros de la sobre adaptación, conformismo y quietud en la zona de confort. En nuestra actualidad podríamos poner múltiples ejemplos que validan esta parábola en hechos diarios que se han vuelto trágicamente cotidianos.
Por estos días una niña de doce años que jugaba en la cocina de su casa se encuentra peleando entre la vida y la muerte porque la guerra narco se instaló en los barrios de nuestra ciudad. Sin permiso entra a nuestras vidas con la perversidad del mal y arrebata todo en un segundo… ese segundo que se vuelve eterno.
Lamentablemente, este no es el primer caso de nuestra ciudad. Todo lo contrario, se repiten y se repiten como si la trágica frecuencia de los hechos nos fuera poniendo la hornalla cada vez más fuerte... sin darnos cuenta, sin reacción.
¿Será entonces que estamos ante una comunidad con el síndrome de la rana hervida? ¿Será que estamos tan sobreadaptados o refugiados en nuestra zona de confort que si no nos pasa a nosotros de manera directa somos indolentes y es como si no existiera?
Nuestra realidad día a día se encuentra superando a la propia ficción trágica y así parecería que nos acostumbramos a vivir mal, que estamos inmersos en el agua caliente de la violencia convirtiéndonos de a poco en ranas hervidas. Y, lamentablemente, ya todos sabemos cómo termina la fábula de la rana hervida.
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