La visita guiada a la reserva del museo provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez -tal su nombre exigido por el donante del inmueble- fue una experiencia única, excepcional por una parte y algo amarga por otro. Digo única porque así la definió la experta Gabriela Leiva Cullen, quien resaltó esta iniciativa de mostrar la reserva como algo excepcional en el mundo museológico. Hay que destacar la permanente ayuda –no sólo económica– de la Asociación de Amigos del Museo, entidad que organizó la muestra de referencia.
La amargura se fue develando a quien esto escribe casi sin palabras, al comprobar que en otro tiempo no lejano se descuidaron aspectos importantes para el resguardo y conservación, tal vez para destacar alguna muestra que implicaba un desdén por lo “no actual”, o por ejemplo colocando cuadros en lugares donde la luz solar dañó el marco o el contenido. Muchas intervenciones hechas con anterioridad parecen haberse realizado sin la opinión o la mano experta. Por poner sólo un ejemplo: ruedas para las parrillas donde se guardan los cuadros, hechas de un material tipo goma que no tardó en arruinarse por el peso de las obras: se cambiaron todas… que no son pocas, ni baratas. Es sólo un ejemplo.
Y para evitar malas interpretaciones aclaro algo que es evidente: toda opinión aquí vertida –positiva o negativa- ha surgido solamente de la observación de quien esto firma, en absoluto de comentarios directos de integrantes del Museo o de la Asociación.
El arte preservado
No es posible describir lo que vimos como patrimonio: son más de dos mil obras pictóricas (las esculturas están en otro sector), de autores argentinos y extranjeros de primer nivel, algunas compradas, otras donadas (antes de aceptar una donación se somete la obra a una comisión de expertos, pues no toda pintura, grabado o escultura tiene valor como para ingresar al museo).
Leiva Cullen fue abriendo los muebles donde descansan los grabados cuidadosamente preservados con papel arroz, y luego las grandes parrillas en que están colgados los cuadros (aprovechando espacios más que siguiendo un orden determinado) y a la vez con paciencia y claridad y gran conocimiento, fue brindando los datos de mayor interés sobre autores, obras, colecciones, formas de preservación, necesidades y carencias y también respondió preguntas de los visitantes.
Al finalizar, la Asociación de Amigos invitó con un chocolate/ café que fue una oportunidad para intercambiar opiniones y asociar voluntades. Allí el comentario unánime fue el deseo de que se repitan actividades como ésta. Eso fue en los altos, donde pudimos apreciar obras de remodelación y mantenimiento que lleva a cabo la Provincia, en otros tiempos tan desentendida de estas obligaciones.
Uno de los datos conocidos al pasar fue la escasa cantidad de personal que en la actualidad se desempeña –y que se duplica y triplica- para mantener y preservar este patrimonio santafesino: el staff que era hasta hace poco de más de 30 personas, hoy lo integran sólo seis.-
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