¿Qué es La Ascensión? ¿Cuál es su significado para la Iglesia Católica y para quienes profesan la fe cristiana? La Ascensión es un mandato: ¡El mandato de Jesús Resucitado! Por eso, en estos tiempos en los que emergen nuevos púlpitos de comunicación, con los medios tradicionales, las redes sociales, las plataformas digitales, los celulares y tantas otras alternativas, no debemos dejar de pensar y de tener en cuenta que lo que sigue siendo realmente importante es que como discípulos de Jesús sigamos el "mandato misionero" del Señor.
La Ascensión de Jesucristo a los cielos, es nuestra asunción. Donde está la cabeza (Cristo), ha de estar el cuerpo (la Iglesia). Y también la Santísima Virgen María. Por eso estamos llamados por la esperanza a estar allí, donde nos precedió la gloria de esa cabeza, Cristo. Nunca se exigió tanto nuestra fe como con este Misterio del Señor. Es decir que nuestra fe de cristianos tiene que aprender a convivir con Jesús en el cielo y en la tierra, ayudando ahora mismo al papa León XIV, el nuevo Santo Padre.
Los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan insisten en resaltar el "mandato misionero" de Jesús. Porque Jesús subió al monte y llamó a los que quiso, y estos se reunieron con él. Después subió a la montaña y llamó a los que quiso. Ellos fueron hacia él y Jesús les enseñó el camino: instruyó a los doce, a los que llamó Apóstoles, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios (Marcos 3, 13-15). Y para que proclamen que el Reino de los Cielos está cerca; para que curen a los enfermos, resuciten a los muertos, curen a los leprosos y sanen a los enfermos (Lucas 9, 2).
Vicente Zazpe. Un pastor comprometido, un gran comunicador.
¡Ese es el verdadero anuncio y acción pastoral a recordar este 1 de junio, Día de La Ascensión! El día que celebramos el ascenso del Señor a los cielos, un triunfo que conlleva el recuerdo memorial de este "mandato misionero" del Jesús Resucitado. Los discípulos son invitados a no quedarse quietos ni temerosos: reciben el encargo de continuar la misión de Cristo en la tierra, en este mundo concreto. El "mandato misionero" señalado por Jesús es el anuncio y la anticipación de la "buena noticia" del Evangelio. El anuncio del "Reino de Dios", el "Reino de los Cielos".
Aclaramos que los evangelios en ese momento no se habían escrito. Aquí se entiende por Evangelio a esa "Buena Noticia" (o "buena nueva"), que cuando alguien la comprende, y la entiende, cambia y transforma su vida totalmente. El "mandato misionero" implica también la tarea de bautizar, incorporando a la Iglesia nuevos miembros. Es un camino de salvación, según las enseñanzas y obras de Jesús, aplicando la misericordia. La voluntad de Dios es que todos nos salvemos, por eso Cristo sufrió su calvario y murió en la cruz. Que nadie se pierda en ese camino; no puede decaer el ardor misionero de cada uno de nosotros, preocupados por los demás.
Ese es el mandato. Discípulos siempre, misioneros de continuo, ministeriales de por vida. Para un cristiano, para un seguidor de Cristo, con Jesús no hay misión imposible. Es por ello que no deja de asombrar que Jesús Salvador confíe en un pequeño grupo de sencillos hombres de Galilea la inmensa labor de predicar por el mundo la "Buena Noticia" a todos los hombres y mujeres de la humanidad.
Desde el 8 de mayo pasado, ya lo sabemos, Cristo ha renovado ese trascendental mandato con León XIV, para que él asuma su liderazgo como sumo pontífice y lo predique a todos. Absolutamente a todos, todos, todos. El cristiano nada tiene que temer y nunca debe sentirse solo, como ocurre en Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, después de la Pascua de Resurrección. Es el inicio de aquella misión encomendada por Jesús.
Durante la Fiesta de la Ascensión la Iglesia Católica también celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones -establecida en 1967 por el papa Pablo VI-, por eso aquella referencia inicial a los "viejos" y "nuevos" medios de comunicación. Hoy, en este 2025 que transita tan veloz y trascendente con un nuevo papa, no utilizar los medios de comunicación social y no saber navegar por sus aguas profundas ("mar adentro", como le pidió Jesús a Pedro), quizás sea -como dicen muchos- pereza espiritual.
Utilicemos sabia, eficaz y prudentemente, bajo la asistencia del Espíritu Santo, los medios de comunicación a nuestro alcance, como lo hizo en su tiempo monseñor Vicente Zazpe, que los supo usar para la evangelización, con el contexto del Concilio Vaticano II. Los actuales son los medios de una "Iglesia en salida", como pedía Francisco. Pero la gran noticia ya está y la tenemos: la salvación de Cristo. La unidad de los cristianos es tarea de todos y de cada uno de nosotros, partiendo de la Eucaristía: "Una unidad que debe extenderse a todos los que creen en Jesús, el único Salvador. Señor de la historia y de cada historia personal, siempre en la búsqueda para encontrar los caminos de la unidad, anticipado en las bodas de Caná".
Lucas, en "Hechos de los Apóstoles", nos señala que el Señor debía "desaparecer" y "aparecer". La Iglesia, ese grupo de hombres y de mujeres dispuestos a seguir el "mandato misionero" debían hacer lo mismo que hizo Jesús, de manos de la Virgen María y de Juan, el discípulo joven: trabajar por los pobres, la justicia; apoyar a los más débiles, curar y predicar; bautizar y catequizar. Es decir, luchar por la paz. León XIV está en esta línea. Era intensa la tarea a la que se lanzaron Pedro, Juan, Pablo y los demás apóstoles para sembrar trigo y no cizaña. Era el tiempo de una nueva Iglesia; el tiempo de ellos.
Trabajando seriamente, con esfuerzo y sacrificio, dolores y alegrías, así se fue construyendo el reino que Jesús comenzó. Pero… ¿cuál es la labor de la Iglesia de hoy? Con el papa León XIV, a partir del kerigma y la evangelización –junto a María, la "Pionera del Adviento" ("Ventana de la Pascua")- debe ser el de una "Iglesia evangelizadora", como reclamaba Juan Pablo II, un pionero respetuoso del uso de los medios de comunicación durante toda su vida. Esa Iglesia, con "vino suficiente y bueno, mesiánico", debe ser la de un Jesús que siempre viene y seguirá viniendo.
(*) Diácono permanente, Parroquia San Roque de la ciudad de Santa Fe. Fuentes consultadas: "Comentarios bíblicos", del religioso Mateo Bautista; "Enigmas de la Biblia", de Ariel Valdez.
(**) El kerigma (o kerygma) es el anuncio o proclamación de la buena noticia del Evangelio, especialmente en el contexto de la religión cristiana. Es el mensaje central y núcleo de la fe, el que proclama el significado salvífico de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
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