Nunca viene mal hacerse preguntas, sobre todo cuando esos signos de interrogación nos pueden ayudar a revisar convicciones. La pregunta planteada en el título de esta nota no debería sonar como algo extraño si uno mira el contexto actual, lo que a la vez no deja de evidenciar una gran paradoja o contradicción.
Una contradicción importante
¿Qué es lo que va en contra de la lógica? Para expresarlo en palabras simples y cotidianas, sería algo así como ponerle mucho énfasis y dedicación al festejo de un cumpleaños teniendo en cuenta un montón de detalles, pero ignorando por completo al cumpleañero, al punto de ni siquiera invitarlo. Por algo asociamos la Navidad a tantas cosas, que no hacen más que distanciarnos del origen, de la verdadera historia en cuestión y sobre todo del propósito de esta conmemoración.
Por supuesto que el hecho de reunirse en familia en torno a una mesa común con seres queridos nunca tendrá absolutamente nada de malo. De más está decir que festejar con alegría, intercambiar regalos o descansar un día feriado tampoco podrían considerarse como algo negativo en sí. De lo que estamos hablando acá es nada menos que de una ausencia. Como si alguien estuviera pasando lista e iría tildando cada ítem de la celebración y al llegar a la persona de Jesús, simplemente habría un silencio y un casillero sin llenar. ¿Jesús? Ausente…
El porqué de la ausencia
La cantidad de razones por las cuales el principal homenajeado de la Navidad brilla por su ausencia, podría ser más extensa de lo que parece. Quizás no sea para nada exagerado asegurar que, salvo por la imagen del bebé si hay un pesebre, la persona de Jesús no está presente en la Navidad, de la misma manera que no está presente en la vida cotidiana de la mayoría de las personas. Dicho de otra manera, lo que pasa el 25 de diciembre no es muy diferente de lo que pasa durante el resto del año.
Mirá tambiénReconocimiento en Diputados para el pastor Daniel AltareAl observar una sociedad infectada por la injusticia, la violencia, el egoísmo y la degradación en todos los niveles, se hace más fácil entender el porqué de las cosas. Dios no forma parte de las prioridades, de las decisiones, de las acciones y ni siquiera de las discusiones actuales. No se debate acerca de Dios. Él simplemente ha sido desplazado por una cultura que directamente le ha dado la espalda. No forma parte de las noticias, las que cada día nos dicen a gritos que el hombre anda como perdido, sin rumbo.
La verdadera historia
En Navidad se recuerda que hace más de 2.000 años, la noche se iluminó en los campos cercanos a Belén cuando apareció una multitud de ángeles. En la Biblia, Lucas 2:11 nos cuenta que uno de esos ángeles hizo el anuncio más trascendente de la historia de la humanidad. El mensaje venía nada menos que de parte del Creador para sus criaturas y decía: "Hoy les ha nacido un Salvador".
Ese Salvador era Jesús. Hijo de Dios por parte de padre y de ser humano por parte de madre, la Virgen María. El relato bíblico que se encuentra en los evangelios nos muestra la mayor historia de amor jamás contada, dado que no existe una muestra más clara que dar la vida por el ser amado.
Nació para morir
En Juan 3:16 se nos dice que Dios amó de tal manera al mundo que envió a su único hijo para que todo el que crea en Él, en lugar de perderse, tenga vida eterna. Se hace imposible hablar del nacimiento de Jesús, separándolo de la clara misión que venía a cumplir. Él nació para morir. Venía a morir en la cruz por nuestros pecados.
De la misma manera en la que hoy no se habla de Dios, tampoco se habla del pecado. No nos gusta hacerlo. Pero por más intentos que hagamos por esquivar el tema, la Biblia nos explica que todos, absolutamente todos, somos pecadores. No hace falta mirar para los costados ni mirar un noticiero, el pecado está en nuestro corazón como parte de esta raza humana caída a la que pertenecemos. Ya nacemos con una inclinación hacia lo malo que nos desvía de lo bueno.
Romanos 3:23 nos dice que el pecado directamente nos separa de Dios. Y así andamos y andaremos por la vida, distanciados de Dios hasta que decidamos aceptar el perdón que Él nos ofrece a través del sacrificio en la cruz de nuestro Salvador.
¿Salvarnos de qué?
Una buena pregunta que nos podríamos hacer es la siguiente: ¿Necesitamos realmente un Salvador? En esta Argentina tan vapuleada por vaivenes de todo tipo, nos hemos acostumbrado a esperar salvadores que nos salven políticamente, económicamente, deportivamente, etc. Pero hay una realidad espiritual individual que trasciende todos los desafíos que tenemos como sociedad, y es el hecho de que yo personalmente necesito un Salvador. Un Salvador que me salve no solo en esta vida, sino para toda la eternidad.
La salvación que Jesús ofrece hace desaparecer la distancia con Dios y me acerca a Él, librándome de la culpa del pecado. Vivir cerca de Dios me salva de futuros errores, de malas decisiones, de vicios que me esclavizan, de conflictos que no logro resolver por mis propios medios y me hace disfrutar la vida más allá de mis circunstancias. En Juan 10:10 Jesús dice que nos vino a brindar una vida plena, abundante.
Pero esta salvación que tenemos disponible también tiene un alcance eterno, ya que nos libra para siempre de la condenación en el infierno. Jesús se ocupó de explicarnos que luego de esta vida habrá solo dos posibles lugares donde pasar el resto de la eternidad: el cielo y el infierno. En un lugar estarán los que aceptaron el regalo de la salvación que Jesús vino a traer al mundo creyendo en Él. En el otro, estarán quienes simplemente despreciaron la sangre derramada en la cruz y decidieron vivir a su antojo.
Vos lo podés invitar
Estamos llegando a una nueva Navidad. Todo a nuestro alrededor se viste con los adornos alusivos y volvemos a ver lo que ocurre cada año. La gente corre estresada de un lado a otro tratando de comprar regalos, comida y bebida, y amargándose por la escalada de precios. Se termina de definir a último momento con quiénes nos juntaremos y a quiénes esquivaremos para sentarnos a la mesa y todo lo que esta fecha trae aparejado. Y mientras todo eso pasa, quizás en la mayoría de los hogares santafesinos nadie notará la más importante de las ausencias. La del cumpleañero: Jesús.
Al celebrarse un año más el recordatorio de su nacimiento, te propongo que te detengas un momento a pensar lo diferente que sería tu vida si invitaras a Jesús no solamente a una fiesta sino a tu corazón. Mientras la sociedad parece seguir sin rumbo porque los hombres y mujeres lucen perdidos, hay un Salvador que te quiere encontrar a vos.
Dios está realmente cerca, a una oración de distancia. Pedile que venga a sentarse a la mesa de tu vida, que te limpie, que te perdone, que te marque el rumbo correcto y que te dé las fuerzas para continuar en medio de tantas dificultades que nos tocan atravesar a todos los argentinos. Te deseo de todo corazón que a esta Navidad ya no la vivas sin Jesús, sino con Él. Y que su luz brille a través tuyo, para transmitir su amor y su paz a todos los que te rodean.
(*) Pastor de la Iglesia Evangélica Brazos Abiertos
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