Por Claudio H. Sánchez (*)


Por Claudio H. Sánchez (*)
Las historias de Navidad forman un género literario en sí mismo. Y en las listas de las mejores historias de Navidad de todos los tiempos, junto a clásicos como Canción de Navidad, de Charles Dickens; el ballet El Cascanueces, o películas como Mi pobre angelito, suele aparecer un representante inesperado: La aventura del carbunclo azul, de Arthur Conan Doyle, la única historia navideña de Sherlock Holmes.
Dos días después de Navidad, el doctor Watson visita a su amigo detective en el departamento de Baker Street. Lo encuentra contemplando un sombrero perteneciente a la víctima de un asalto callejero. Holmes invita a Watson a inspeccionar el sombrero y sacar alguna conclusión sobre su dueño. Watson observa que se trata de un sombrero viejo pero de buena calidad, está polvoriento, tiene zonas desgastadas cubiertas con tinta y algunas manchas de cera. Sin embargo, no puede extraer ninguna conclusión de sus observaciones. En palabras de Holmes, Watson lo ve todo, pero es incapaz de razonar a partir de lo que ve.
Holmes, por el contrario, deduce que el propietario gozó de una buena situación económica en el pasado (el sombrero es costoso y de buena calidad) pero ya no (todavía lo usa a pesar de su deterioro). Conserva algo de dignidad (trató de disimular el desgaste con tinta) y no tiene instalación de gas en su casa (las manchas de cera indican el uso de velas). Adicionalmente, supone que ha perdido el amor de su esposa, que le permite salir a la calle con un sombrero tan sucio.
Luego de resolver el enigma del sombrero, Holmes debe rastrear un ganso de Navidad en cuyo interior se encontró una piedra preciosa recientemente robada: el carbunclo azul del título. Holmes nos lleva, a Watson y a los lectores, en una recorrida nocturna por el Londres de la época victoriana. Primero, a la taberna donde el ave fue vendida, cerca del Museo Británico. Luego, al puesto del mayorista en el mercado de Covent Garden y, finalmente, a una granja urbana donde crían aves de corral. Pero, antes de llegar a la granja, se encuentran con el ladrón de la joya, que también estaba buscando el mismo valioso ganso.
Holmes sorprende al ladrón contándole todos los detalles del ganso misterioso y se presenta: su nombre es Sherlock Holmes y su trabajo consiste en saber lo que los demás ignoran.
Una vez en Baker Street, el ladrón confiesa, revela las circunstancias del robo y, entre lágrimas, pide clemencia. Holmes hace silencio durante un par de minutos y, súbitamente, abre la puerta y le dice al ladrón que se vaya. Holmes justifica su actitud, inusualmente piadosa, porque es evidente que el hombre está sinceramente arrepentido y que no volverá a delinquir. Si lo manda a la cárcel, dice, será un delincuente toda la vida. Holmes admite que dejar escapar a un ladrón confeso es seguramente un delito pero en este caso, agrega, es posible que también esté salvando un alma. Además, concluye, es temporada de perdón. Es que la Navidad puede ablandar el corazón del detective más frío y racional de la literatura.
(*) Docente y divulgador científico
Holmes sorprende al ladrón contándole todos los detalles del ganso misterioso y se presenta: su nombre es Sherlock Holmes y su trabajo consiste en saber lo que los demás ignoran.
Dejar escapar a un ladrón confeso es seguramente un delito pero es posible que también esté salvando un alma. Es temporada de perdón. La Navidad puede ablandar el corazón del detective más frío y racional de la literatura.