La aparición del hombre ha producido modificaciones en el planeta. La necesidad de conquistar y dominar el territorio y su naturaleza, han hecho que este avance sobre el paisaje natural y su esencia naturalmente social haya gestado el sistema de ciudades en toda la órbita. En principio, las agrupaciones de hombres fueron nómades, recorriendo el territorio, viviendo en chozas o al aire libre, hasta que agotaban los recursos y se trasladaban a otra zona, y así sucesivamente. Con el tiempo y la aparición de los recolectores comenzó el sedentarismo, siendo allí donde aparecen las primeras comunidades organizadas.
A grandes rasgos, es en comunidades organizadas –que fueron evolucionando obviamente- en donde vivimos hoy en día: ciudades que permiten el desarrollo de la vida en comunidad, con sus reglas organizativas y sus particularidades. Esas ciudades poseen características propias, tienen lugares para circular y para residir, para trabajar y para recrearse, todas actividades básicas del hombre, por lo que podemos decir que difieren de la naturaleza por la acción de este último, precisamente. Es decir que las ciudades son productos de la cultura humana.
Nosotros reconocemos la belleza de la naturaleza y del paisaje natural, pero también debemos reconocer la belleza del paisaje urbano, que no es natural, ya que fue creado por el hombre. Y a este paisaje urbano debemos conservarlo, cuidarlo para que sus características no se pierdan. Reconozco los barrios, las calles, los parques, los monumentos, los edificios, la gente, los colores, las texturas y muchos otros elementos más que forman parte del paisaje urbano; un paisaje que tiene sus características propias el cual tenemos que conservar.
Nos situamos en la ciudad de Santa Fe y podemos decir que hay acciones urbanas producidas por el hombre que afectan el paisaje urbano, a veces de manera casual y a veces de manera intencional. En nuestra ciudad viniendo por calle 9 de julio desde el Parque del Sur podemos advertir un paisaje típico del barrio, con sus veredas angostas y los frentes de las viviendas edificadas sobre la línea de edificación, llegando a calle Entre Ríos, entre Amenábar y 3 de Febrero, no podemos dejar de reconocer un monumento urbano como lo es el edificio de la Iglesia de Santo Domingo (*), que representa un hito histórico de nuestro país, ya que allí estaba el convento en donde el general Manuel Belgrano hizo noche en Santa Fe entre el 1 y el 8 de octubre de 1810, durante su campaña al Paraguay.
Mirá tambiénRepensar los grandes conjuntos habitacionalesEn la foto podemos ver que el telón de fondo de este monumento es un edificio de departamentos que con su altura supera ampliamente la cúspide del templo. Diría el profesor Carlos Reinante, gran historiador y docente en Arquitectura, que lamentablemente hay una pérdida de legibilidad en el sector, observando el perfil urbano de la ciudad, sus partes, edificios, monumentos más significativos son reconocibles, en este caso el histórico templo queda pequeño ante la masa de departamentos construida en su entorno.
Nuestros edificios históricos o monumentos deben ser respetados o deben ser tenidos en cuenta cuando intervenimos el paisaje urbano. La pérdida de legibilidad complica la lectura del paisaje urbano y el perfil del barrio Sur, por ejemplo, que ante hechos como este se ve modificado, complicando el reconocimiento de los elementos componentes del paisaje. Otro caso similar, aquí en Santa Fe, lo podemos observar desde calle 9 de Julio y Junín mirando hacia el oeste por esta última. Allí vemos una joya de la ciudad, una arquitectura académica, exquisita, propia del siglo XIX como lo es la Escuela Industrial Superior (Junín 2850), producto del liberalismo, con mansardas de pizarra negra y una escala imponente, tiene hoy de fondo un edificio de departamentos que complejifica la imagen urbana y hace perder legibilidad al sector.
Tal vez estos edificios deberían tener una legislación especial que contemple el respeto a sus cualidades, posición, escala e historia, dentro del ejido urbano. Nuestro paisaje urbano es un producto cultural, que debemos mantenerlo y protegerlo, estos edificios son caracterizantes de distintos sectores de la ciudad y no deben perder esa distinción. La observación urbana que hago tal vez sea una sutileza, pero la realizo para que se tome conciencia que la imagen urbana de nuestras ciudades debe ser cuidada, son nuestro patrimonio, producto de nuestra cultura social, que debemos proteger y conservar para que nuestras ciudades no pierdan su característica o identidad.
(*) También lleva el nombre de Nuestra Señora del Rosario y es uno de los santuarios más tradicionales de la capital provincial. El lugar, conocido como el "Vaticano de Santa Fe" por su particular y singular cúpula, fue declarado monumento histórico provincial y nacional. El templo de bóveda de cañón corrido es de nave única con crucero, que da lugar al tambor de la cúpula. El exterior con esbeltas torres se destaca por su escala.
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