Queridos Amigos. ¿Cómo están? Semana tras semana seguimos reflexionando sobre la Palabra de Dios y su presencia en nuestra vida. Nos hace bien sentarnos a los pies del Maestro de Nazaret para escuchar sus palabras. Entre tantos discursos y declaraciones que escuchamos, me parece importante preguntarnos: ¿Qué nos dice Dios? ¿Cuál es su Proyecto?
En el evangelio de hoy, San Marcos relata: "Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Jesús estaba en la popa, dormido sobre su cabezal. Lo despertaron, diciéndole: Maestro… ¿no te importa que perezcamos? Entonces él se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio, enmudece! El viento cesó y vino una gran calma. Jesús les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?... Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: ¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!".
La narración del evangelio, sobre la tempestad que calmó Jesús en el lago de Galilea, nos revela la confianza incondicional que hemos de tener los cristianos en Jesús. El mar agitado que aparece en el texto simboliza a todos los poderes contrarios a Dios. La barca que está en peligro de zozobrar es vista como el símbolo de la Iglesia que navega por las aguas tempestuosas del mundo y de la vida. Para las comunidades cristianas, este relato fue una fuerte llamada a mantener la fe inquebrantable en Jesús, a confiar en él, en medio de las penurias y tribulaciones de su existencia en el mundo. Y este es también el mensaje para nosotros hoy.
Sin lugar a dudas, la vida nuestra es semejante a una barca pequeñita arrojada en medio de todos los peligros que supone un mar agitado. Vivimos siempre condicionados por un pasado y abiertos a un futuro lleno de posibilidades. Aceptar la propia vida y querer realizarla en medio de las dificultades de la sociedad exige sinceridad, coraje, valentía y una lucha permanente. No hay otro camino.
Mirá también¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?San Marcos escribió el evangelio hace dos mil años, pero parece como si nos hablara hoy, a nosotros, a nuestra Patria y a nuestra Iglesia. En la sociedad, dominada por la injusticia social, por la crispación y violencia, por el asesinato y el hambre; donde el poder y el dinero potencian el orgullo humano la pobre barca de la Iglesia de Jesús parece hundirse inevitablemente. Y Jesús duerme.
El sueño de Jesús simboliza su ausencia, indica que los discípulos no son conscientes de su presencia en el quehacer de cada día, hasta el momento del peligro. Esto nos pasa también a nosotros. Con cuánta frecuencia Dios duerme en nuestra vida, es decir, parece estar ausente o lo tomamos al margen de nuestra existencia. Y nosotros vivimos como si Dios no existiera. Aparentemente, no lo necesitamos.
Seamos sinceros: ¿La fe tiene alguna incidencia en nuestra vida? ¿Tiene alguna incidencia el mensaje de Jesús en los debates de los diputados y sanadores en el Congreso? ¿Tiene incidencia el evangelio en la justicia y en la actuación de los jueces en nuestra Patria? No es verdad que el hombre no pueda construir una sociedad sin Dios, puede y lo hace. Pero… ¿Qué mundo, qué sociedad estamos construyendo?
El reproche de Jesús a sus discípulos, "¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?", está dirigido a nosotros también. El hombre de hoy tiene miedo, tenemos mucho miedo; miedo a nivel personal, familiar y comunitario. Nuestra fe es pequeña, frágil, raquítica. Nos cuesta edificar la vida basándonos en la fe de Jesús. Aparentemente son otras cosas, otras convicciones e ideologías, las que nos atraen más y en las que ponemos nuestra confianza. Solo cuando la situación se hace difícil, cuando nuestros fundamentos se resquebrajan y tiembla el edificio de nuestras seguridades… solo entonces nos volvemos hacia Jesús para pedirle ayuda diciendo: "Señor socórrenos".
Queridos Amigos. Pidamos a Dios que aumente nuestra fe como la que tuvieron los apóstoles del relato de la "tempestad", para que tengamos una fe fuerte y madura en estos momentos difíciles de nuestra Patria afectada por muchas tormentas.
(*) Mensaje dominical del 23 de junio de 2024.
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