Queridos Amigos. Muy buenos días a todos. ¿Cómo están? Una vez más tenemos la oportunidad de encontrarnos para compartir la Palabra de Dios. Que alegría y que bendición. Hoy celebramos el décimo domingo del tiempo ordinario. Durante varios meses vamos a leer los textos bíblicos sobre la vida pública de Jesús. ¿Para qué? Para conocerlo mejor y amarlo más, a fin de que su vida sea nuestra vida y su misión sea nuestra misión.
En el episodio del evangelio de hoy, Jesús nos revela el verdadero parentesco con él. La pregunta central es: ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? Frente al viejo parentesco de la sangre, tan importante en el pueblo de Israel y en nuestra cultura también, Jesús presenta las bases de la nueva familia de su Reino. El solo reconoce el parentesco de la fe, el parentesco de la vida compartida. Quien quiera pertenecer a su familia, quien quiera ser de verdad su discípulo, deberá seguirle, aprender de él, aceptar su camino.
En el mundo de hoy son muchos los que se llaman cristianos, los que predican la palabra de Dios, que transmiten su doctrina, pero –según Jesús- sólo pertenecen a su familia los que escuchan su palabra y la cumplen. Él mismo dice: "El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre". Hace tiempo el teólogo alemán Karl Rahner, al hablar de los "cristianos anónimos" afirmaba: "Muchos se llaman cristianos, pero por su manera de ser no lo son, y otros no se llaman cristianos, pero lo son por su forma de vivir y actuar". Que bello, que claridad, y que contundencia.
¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? Pregunta Jesús. La respuesta debe ser personal y concreta. No hay lugar para la neutralidad. Una hermana religiosa acompañando a los hermanos necesitados, indignada por las injusticias lo expresa así: "Me resisto Señor a pactar con este mundo, a callar las injusticias mías y ajenas, a acostumbrarme a la indolencia. Me resisto a pactar con los delincuentes incluso aquellos de guantes blancos que roban legalmente… Me resisto Señor".
Mirá también"Tomen y coman, esto es mi cuerpo. Tomen y beban, esta es mi sangre"Yo también me resisto a tantos atropellos, mentiras y manipulaciones de los violentos y ojalá que seamos muchos para hacerlo. Hoy, viendo que más que la mistad de nuestros hermanos son pobres, no podemos mirar al costado. Ser hermano o hermana de Jesús, formar su familia en el mundo de hoy, consiste en compartir el pan de cada día, en defender al otro, comenzando por el derecho fundamental a la vida.
Para terminar este breve mensaje dominical comparto una experiencia personal. En el año 2018, cuando se quiso legalizar la Ley del Aborto en Argentina, en el colegio San José de Esperanza, donde trabajo, realizamos "El abrazo por la vida". Con este gesto tan bello y profundo quisimos expresar públicamente que la vida es sagrada, y por consiguiente ninguna autoridad humana tiene competencia para decidir quién puede nacer y quién tiene que morir.
Queremos que nuestros niños, adolescentes y jóvenes amen la vida, vivan agradecidos por la vida y defiendan el derecho fundamental a la vida. Salimos a la calle con toda la comunidad educativa haciendo el abrazo del colegio porque entendemos que hoy más que de discursos, se necesita acciones concretas, testigos, personas valientes y decididas.
Queridos Amigos, qué momento oportuno para pensar, reflexionar y preguntar: ¿Con mi estilo de vida, con mi forma de ser… puedo considerarme, hermano, hermana y madre de Jesús?
(*) Mensaje dominical del 9 de junio de 2024, emitido por Radio 96.3.
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