Por Ricardo Miguel Fessia
La fértil y pujante Santa Fe, de ganado gordo y espigas doradas que convierten su extensa geografía en uno de los espacios de mayor producción de alimentos, está sumida en la peor de las crisis.
Por Ricardo Miguel Fessia
I - En uno de esos barrios que surgieron como asentamientos irregulares, o al menos no planificado, de calles de tierra y descuidadas, en un terreno abierto cercano a la ruta, dos chiquitos, uno tal vez de ocho o nueve años y el otro un poco menor aún, estaban muy concentrados manipulado algo que desde lejos no se podía ver. Se encontraban abstraídos en su faena. Más alejados había algunos mayores, casi todos jóvenes, que hurgaban entre pilas de basura que un poco antes habían depositados unos recolectores, esos que en el argot del ensanche suelen llamar cirujanos.
Pero estos chiquitos, casi no se movían del lugar muy ensimismados con sus cosas; habían encontrado un juguete, un camión de generoso tamaño, de plástico, con la cabina azul y el volquete blanco. Si bien no tenía las ruedas traseras, estaba entero y funcionaba la caja de cargas que se opera con una disimulada palanca. Estaban allí esa tarde, los primitos, para dar con algunos restos de comida, pero el trebejo pudo más; nunca habían visto uno así y el descubrimiento hasta les había hecho pasar por alto los efectos de la panza vacía. El sol de otoño les acariciaba las cabecitas, acostumbrados a la dureza del frío en una habitación con techo de zinc y varias aberturas que dejan los retazos de madera de las paredes por donde se cuela la intemperie o al agobio de las siestas de enero. Parecían estar en una zona de confort.
II - La escena, real o no, es la realidad de cualquiera de los habitantes de los barrios del oeste o del norte de la ciudad de Santa Fe. Es la cabal muestra empírica de lo que dicen, en tono frío, las estadísticas que se conocen periódicamente.
En el área metropolitana -que incluye a Santa Fe, Rincón, Arroyo Leyes, Santo Tomé, Sauce Viejo y Recreo- los guarismos ubican la pobreza en el 50,5 % por ciento. Es decir, 271.560 personas por debajo de la línea de pobreza de un total de 537.959.
Esta medición nos sitúa terceros en el índice del país por detrás de Concordia que reporta un 56,1 % y Resistencia en donde el 51.9 % de los y las habitantes son pobres. Esto en un país que registra un 42 % de pobreza y un 10,5 % de indigencia. La fértil y pujante Santa Fe, de ganado gordo y espigas doradas que convierten su extensa geografía en uno de los espacios de mayor producción de alimentos, está sumida en la peor de las crisis.
Este espacio urbano, que supera el medio millón de habitantes, es uno de los cincuenta conglomerados que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) toma para obtener una muestra de la realidad del país.
III – Estos guarismos se conocieron a fines de septiembre y cayeron en esa voluptuosa oquedad, que todo lo elimina, de lo que se llama "agenda pública". Pero no lo termina con un golpe mágico, por el contrario, en cierta forma lo profundiza al no atacarlo o por lo menos en plantearlo para encontrar posibles vías de solución. Estos porcentajes son una foto de la que no se debe quitar la mirada, pero la realidad indica que los titulares de los medios y las caras preocupadas con gestos adustos no superan el espacio de tiempo en que demora la llegada del próximo titular.
Todo se disimula detrás de los inmensos carteles de los y las postulantes que, más allá de prometer cosas, algunas hilarantes, exhiben una gran sonrisa. Mucho más propia de una campaña de pasta dental o de esas costosas clínicas que dejan todo los dientes iguales y muy blancos. Buscando esa estética casi idílica, para confirmar lo alejados de la realidad que están.
Citando a los muchachos de "Ataque 77", "¿De qué se ríe el tipo de los carteles …? / Y es que el sistema hace rato ha colapsado / Pero aún factura igual / Nos llevan con promesas enganchados / Y ocultan la verdad".
IV – Las estadísticas de los últimos años, con pequeñas variantes, vienen demostrando esa marcada tendencia que, cada vez que se publican, muestra lo que en verdad somos. Esta ciudad, emplazada originariamente a la vera del caudaloso río, uno de los más importantes del mundo, trasladada luego algunos kilómetros, viene en una suerte de caída libre.
Desde hace décadas la urbe fue un bastión administrativo, pero se acompañaba con producción genuina. En su costa los barcos, que luego cruzaban el Atlántico, cargaban las semillas que la feracidad de la tierra entregaba; luego se instalaron industrias metalúrgicas y de logística. Pero por una u otra causa ese perfil se perdió para quedar con la cáscara de la burocracia estatal que, como una maquinaria perfecta, cada día se agranda más.
Para los ochenta comenzó a aparecer en el mapa social como una de las ciudades en donde se advertían ciertos guarismos que encendían alguna alarma, que nunca fueron atendidas, y de ahí llegamos a esta última medición. Bien vale preguntarse; ¿es tan pobre esta ciudad? La "Ciudad de las Convenciones" se fue despojando de lo que producía para postrarse en un ruego de limosna.
V - Algunas crónicas periodísticas y otros informes esporádicos de ciertas instituciones fueron observando niveles de indigencia. El discurso marchaba hacia el indigente como para acicatear al lector y motivar la reflexión. Desde la oposición se advirtieron hurras y justificaciones espasmódicas, dejando pasar la oportunidad de sentarse en torno de la mesa de diálogo para analizar y construir.
VI - La metrópoli tuvo varios procesos de migraciones y por causas varias. Desde la universitaria, donde concurrían jóvenes de distintos lugares del país que luego se asentaron con otras tantas proyecciones -entre las que se cuentan gobernador, intendente o legislador-. Las fábricas también convocaron mano de obra calificada que luego debió reinventarse y buscar nueva ocupación.
Los puestos de trabajo se fueron perdiendo con el cierre de fábricas y empresas como la DKW y sus simpáticos coches y la que la vino a suplantar, pero que resultó ser un placebo, FIAT con camiones y tractores; más modernamente, CIDAL; el cierre del Ferrocarril Mitre y Belgrano; la cantidad de pequeños talleres que trabajaban para distintas industrias, las fábricas de mosaicos, los molinos harineros -Marconetti; Lupotti & Franchino-, y hasta las pequeñas fábricas de soda y de hielo. Las empresas locales de transporte interurbano fueron cooptadas o absorbidas por uno o dos grupos por medio de procedimientos nunca aclarados; lo mismo ocurrió con el transporte urbano. Solo por nombrar algunas cuyo cierre deparó, además de lo que se conoce en forma directa, un daño colateral que significa que la principal actividad sea el comercio y por lo tanto la circulación deviene en un cambio de dinero entre vecinos, pero agravada por la llegada de las llamadas grandes cadenas, cuyas ganancias son giradas a las casas matrices, fuera de la ciudad o del país, claro.
VII - No es la idea atosigar con cifras, pero hay que partir de ellas para intentar llegar a un pronóstico.
El Gran Santa Fe en el primer semestre de 2011 tenía 7% de pobreza y 1,8% de indigencia; una década después la pobreza llega al 50,5 % de los vecinos y vecinas y la indigencia al 10,4%. Para los que no están tan al corriente de los valores a los efectos de las mediciones, se considera indigente a quien no tienen ingresos para comprar un mínimo energético y proteico de la canasta alimentaria.
Es cierto que no ocurre solo en Santa Fe y va en ello lo de "mal de muchos, consuelo de tontos". Los guarismos del país no son mejores: en el 2011 el país tenía un PBI de 530,1 mil millones de dólares y el pasado año, 383,0 mil millones de la misma moneda. De esta década infausta, se rescata -si con ello hacemos algo- el 2017 donde se registraron U$ S 643,6 mil millones U$ . Estos datos son del Banco Mundial.
VIII - En esta misma línea, y volvemos a los números, se debe cotejar el índice de los salarios en paralelo a la canasta básica.
Tomemos una corta proyección histórica. De julio de 2019 al mismo mes de 2020, el índice de salarios creció 32,6% y la inflación (nacional, tomada por el Indec) subió 42,4%, lo que supone una pérdida de 9,8%. Entre julio de 2020 y julio de 2021, la escala salarial se incrementó el 47,4% y la inflación un 51,8%, lo que supone una pérdida de ingresos de 4,4 %. En dos años, los salarios perdieron 14,2%.
En este gran centro urbano para mitad del año se registraban 225 mil personas ocupadas, lo que significa un incremento de puestos de trabajo. Pero también aumentó la cantidad de desocupados; sin dudas el menor ingreso hace que más gente busque otra ocupación.
Para completar datos, por si fueran pocos los dados, la provincia de Santa Fe forma parte del selecto grupo de los distritos menos favorecidos a nivel nacional, en la percepción de ayudas por medio de los distintos planes.
IX - Con un área de población donde 271.560 (50,5%) son pobres y 56.100 son indigentes; ¿de qué se ríen los candidatos y mucho más aquellos que integran el grupo de conducción política en distintas áreas? ¿Veremos muchas más fotos de funcionarios, de distinto nivel, inaugurando un sube y baja en una plaza o el bacheo de una calle luego del histórico reclamo de vecinos o un nutrido grupo de hombres y mujeres, pincel en mano, pintando cordones?
Es tiempo de honrar la democracia como sistema, de retomar los valores esenciales, esos que enaltecen al hombre y la mujer que, ante la imposibilidad de afrontar la realidad, lo admita y permita que otros lo acometan. Los cargos políticos no son una bolsa de trabajo y requieren aptitudes especiales. Las instituciones requieren de personas con carácter resuelto y tenaz, de perfil perenne, con voluntad de diálogo y grandeza republicana para construir bases sólidas que permitan recomponer el tejido social con justicia y equidad. Los santafesinos no nos merecemos esta realidad.
La fértil y pujante Santa Fe, de ganado gordo y espigas doradas que convierten su extensa geografía en uno de los espacios de mayor producción de alimentos, está sumida en la peor de las crisis.
Para los ochenta comenzaron a aparecer en el mapa social algunas alarmas. Vale preguntarse, ¿es tan pobre esta ciudad? La "Ciudad de las Convenciones" se fue despojando de lo que producía para postrarse en un ruego de limosna.