Por Agustín Botteron
En esta localidad del Gran Santa Fe no existe planificación estratégica. Las decisiones del Estado, tomadas sin criterios técnicos sólidos ni participación de la sociedad civil, pueden condicionar seriamente su desarrollo sostenible.
Por Agustín Botteron
Rincón ha cambiado de rol en los últimos años. Al igual que otras localidades satélites del área metropolitana de Santa Fe, como Sauce Viejo y Arroyo Leyes, ha dejado de ser una zona histórica de casas de fin de semana para convertirse en un distrito con gran parte de sus viviendas de uso permanente.
Este cambio está aparejado a un crecimiento poblacional que no ha sido acompañado por la correspondiente provisión de servicios públicos e infraestructura clave.
Según el Censo 2022, Rincón cuenta con unos 14.000 habitantes y 5.800 viviendas. Pero estos datos deben analizarse con cuidado, ya que la población se incrementa significativamente durante feriados, fines de semana y, sobre todo, en verano.
Muchas familias santafesinas se instalan en sus casas para escapar del ritmo agitado de la ciudad y disfrutar de la vida al aire libre. La pandemia aceleró esta tendencia que, sumada a la presión inmobiliaria en la capital provincial, motivó a cientos, tal vez miles, a mudarse definitivamente a la costa.
Hasta aquí, un proceso de manual sobre cómo se expanden las periferias de los grandes centros urbanos.
La pregunta que surge es: ¿cómo se atiende a esta población foránea que llega a Rincón? Personas que buscan terrenos más baratos, servicios mínimos y tranquilidad, resignando la cercanía con Santa Fe, donde transcurre buena parte de su vida laboral, educativa y cultural. Una demanda que Rincón aún no logra satisfacer.
El barrio Rincón Norte, entre los kilómetros 8 y 10.5 de la Ruta 1, es el más extenso de la ciudad y el de mayor crecimiento en los últimos 15 años. Este aumento demográfico se dio, principalmente, a través de loteos y urbanizaciones impulsadas por programas nacionales como el Procrear y otros antecesores.
Un lote es mucho más que una división de tierra: es un punto clave en el desarrollo urbano donde se deben abordar aspectos como la distribución del espacio, el tamaño de los lotes, los servicios y normativas que regulan su crecimiento.
En una ciudad con planificación adecuada, existen instrumentos que regulan y mitigan el impacto que una urbanización puede generar en su entorno. Ante la falta de planificación estratégica, un lote puede representar una oportunidad o un inconveniente.
En Rincón Norte, se está gestando lo segundo. Un desarrollo urbanístico, un barrio cerrado, en una zona fuera del anillo de defensa hídrica, pegado a la Ruta 1, y cuya autorización implicó la modificación de indicadores urbanísticos claves.
Los barrios cerrados y countries son una figura urbanística cada vez más polémica. Su lógica va a contramano del urbanismo contemporáneo, basado en la integración comunitaria. La mera existencia de un barrio cerrado deja al descubierto las fallas estructurales del entorno que los alberga.
Por ejemplo, suelen promocionarse como una zona segura y de acceso controlado. En otras palabras, del otro lado del alambrado, las personas siguen conviviendo con el flagelo de la inseguridad. Es cierto que Rincón tiene el country Ubajay. Sin embargo, es el único, tiene más de 50 años y ocupa una superficie relativamente reducida.
Más allá de debatir si en pleno siglo XXI tiene sentido promover un barrio cerrado, hay aspectos que no pueden ignorarse sobre este loteo: su ubicación y las decisiones que se toman al respecto.
Tras la crecida extraordinaria del Paraná en 2016, vecinos de Rincón y Arroyo Leyes exigieron, entre otras cosas, dos medidas urgentes para el lado Oeste de la Ruta 1 entre los kilómetros 8 y 22: el ordenamiento del uso del suelo y la construcción de un sistema de defensa, tomando como base un proyecto de los años 90, tiempo en el que se construyeron todas las defensas de la costa.
Durante el pico de aquella lucha, se conformó una Comisión integrada por el gobierno provincial y los gobiernos locales de Rincón y Arroyo Leyes, desde la cual se recomendó no autorizar nuevas urbanizaciones del lado oeste hasta contar con la defensa y un ordenamiento territorial claro.
Pese a ello, fue promovido un barrio privado de unas 30 hectáreas y 120 lotes, con posibilidad de ampliarse y convertirse en el loteo más grande de Rincón Norte.
El riesgo hídrico para el loteo es menor, producto del alteo masivo que llevó todo el predio a cota segura y modificó el paisaje en sus inmediaciones. En contraposición, se profundiza la desigualdad frente a la demanda mencionada: mientras algunos vecinos históricos siguen expuestos a los riesgos hídricos, otros nuevos disfrutan de terrenos alteados fuera de peligro.
Otro aspecto a tomar en cuenta es que se modificaron indicadores urbanísticos. La ordenanza vigente (082/2012) exige lotes de al menos 1.000 metros cuadrados y 20 metros de frente. Pero la ordenanza propia de esta urbanización, aprobada por el Consejo (279/2020), reduce esos valores a 600 metros cuadrados y 16 metros.
Esto permite incorporar más lotes y, en consecuencia, promueve la construcción de riesgo, al permitir la radicación de más personas y patrimonio en una zona sin defensa. Modificar indicadores puede ser válido cuando hay contraprestaciones tangibles, como obras, servicios o espacios verdes para uso y disfrute colectivo. En este caso, no está claro qué ganó el barrio ni la ciudad.
La planificación estratégica es clave para evitar errores costosos y desequilibrios territoriales. Ser flexibles en el uso de herramientas urbanísticas es válido, siempre que no se perjudique la convivencia de las personas ni el desarrollo sostenible del territorio.
Este escrito no busca cuestionar un proyecto específico, sino de poner en evidencia un patrón de autorizaciones urbanísticas y ocupación del territorio que no toman en cuenta la sostenibilidad a largo plazo ni los riesgos sociales y ambientales.
San José del Rincón es un lugar hermoso para convivir con la naturaleza, y sin dudas este loteo o barrio sienta un precedente para los desarrollos inmobiliarios futuros. Por ello, surgen preguntas que deben abordarse sin más demoras:
- ¿Cuáles son los fundamentos para autorizar loteos en zona no defendida? ¿Hay que rediscutir la ordenanza de zonificación?
- ¿Cómo se puede mejorar el análisis del impacto social, ambiental y económico de los loteos? ¿Se deben promover barrios cerrados? ¿Qué obras faltan en la Ruta 1?
- ¿Qué pueden hacer el ejecutivo y el Consejo para impulsar la Defensa Oeste?
Aún estamos a tiempo de revisar y enmendar decisiones que comprometen el futuro de la ciudad de Rincón y sus barrios. Por eso, es imprescindible abrir el debate y convocar a las organizaciones de la sociedad civil y a personas idóneas para delinear un plan robusto que asegure un crecimiento sostenido y ordenado.
(*) Ingeniero Civil y Máster en Ciencias en Ingeniería Civil y Ambiental.
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