Claudio H. Sánchez (*)
Claudio H. Sánchez (*)
En una carta fechada en Roma el 6 de abril de 1847, Sarmiento le comenta a su tío, obispo de Cuyo, una visita a las ruinas de Pompeya:
"Al penetrar en la ciudad por la puerta misma que daba entrada y salida a sus habitantes, el cúmulo de ruinas se presenta de golpe a la vista, y es una lástima que no pueda aplicarse a las ciudades muertas de sofocación, como a los seres animados, el galvanismo, para hacer la tentativa de volver a la vida este cadáver guardado diecisiete siglos."
La carta está en el libro "Viajes por Europa, África y América".
Por "galvanismo" Sarmiento se refiere a las teorías surgidas de los experimentos realizados por el anatomista italiano Luigi Galvani a fines del siglo XVIII. Galvani estaba estudiando cómo se comunicaban los nervios con los músculos en los seres vivos. Para eso manipulaba el cuerpo de una rana muerta sujeta a un soporte de bronce, usando un bisturí de acero. Ocasionalmente, el bisturí tocaba al mismo tiempo el cuerpo de la rana y el soporte de bronce. En esas condiciones se producía una descarga eléctrica que hacía que las patas de la rana se sacudieran como si el animal estuviera vivo. Como si, de alguna manera, muerte más electricidad fuera igual a vida.
Hoy sabemos que cuando un metal entra en contacto con ciertos líquidos, como el que impregnaba el cuerpo fresco de la rana, se produce una transferencia de electrones del metal hacia el líquido. Todos los metales tienen este comportamiento en mayor o menor medida. Cuando dos metales distintos entran en contacto con una misma masa de líquido se establece una diferencia de tensión eléctrica entre el metal con mayor tendencia a ceder electrones y el metal con menor tendencia a hacerlo. Esa diferencia de tensión era la responsable de la descarga eléctrica que sacudía las patas de la rana en el experimento de Galvani.
Pero como Galvani era más un anatomista que un físico, quiso ver una explicación biológica en este fenómeno. Lo llamó "electricidad animal" porque creía que la electricidad que se generaba en el cuerpo de la rana era una característica propia de los seres vivos y que esa electricidad estaba relacionada de alguna manera con los procesos vitales.
Galvani publicó los detalles de su experimento e invitó a sus colegas a reproducirlo y confirmar o no sus conclusiones. Uno de los que aceptó la invitación fue su compatriota Alessandro Volta.
Volta redujo el experimento de Galvani a sus componentes esenciales: los dos metales y el líquido que los comunicaba. Para eso tomó un disco de cinc, uno de cobre y otro de paño embebido en una solución de agua y ácido. Al juntar los tres elementos obtuvo la misma descarga que Galvani había observado sobre el cuerpo de la rana. Para aumentar la intensidad de la descarga, Volta apiló varios de sus elementos cobre-cinc-paño. El resultado fue, justamente, una pila eléctrica. La pila fue la principal fuente de tensión eléctrica hasta la invención de la dínamo a mediados del siglo XIX.
Que Volta haya obtenido una tensión eléctrica usando un paño húmedo, indicaba que el cuerpo de la rana en el experimento de Galvani solamente servía para retener el líquido. Que se tratara de un animal era irrelevante. Sin embargo, la idea de que la electricidad se relacionaba de alguna manera con la vida persistió. Todavía hasta bien entrado el siglo XX eran populares las llamadas "terapias galvánicas" que prometían curas milagrosas mediante la aplicación de electricidad. Se aseguraba que los dolores de cabeza, el reumatismo y hasta el cáncer o la tuberculosis podían curarse con choques eléctricos.
Esta posible relación entre la electricidad y los procesos vitales sirvió de inspiración a la escritora inglesa Mary W. Shelley cuando escribió su obra "Frankenstein, o el moderno Prometeo", publicada en 1818. Así lo explica la autora en el prólogo a la edición de 1831:
"Quizá fuera posible reanimar un cadáver. El galvanismo había sugerido cosas por el estilo. Quizá fuera posible fabricar los elementos de una criatura, reunirlos e infundirles calor vital."
Como en la carta de Sarmiento, la palabra clave aquí es "galvanismo". ¿Tal vez Sarmiento había leído Frankenstein? No lo sabemos pero, en cualquier caso, no podía ser ajeno a las ideas de su época, según las cuales muerte, más electricidad, podía ser igual a vida.
(*) Docente y divulgador científico