Por Alejandro A. Damianovich

Mientras en Buenos Aires el virrey había sido desplazado de sus funciones, el Cabildo de Santa Fe se notificaba de la aprobación de una elección que parecía fortalecer los vínculos entre las Indias y la metrópoli.

Por Alejandro A. Damianovich
Mientras transcurrían en Buenos Aires los acontecimientos que culminaron con la destitución del virrey Cisneros y la constitución de una Junta Provisional Gubernativa aquel 25 de mayo de 1810, la ciudad de Santa Fe vivía otra historia, todavía vinculada a la continuidad de los vínculos políticos con una España que ya llevaba por entonces más de dos años de resistencia a la ocupación francesa.
Conscientes de la crisis sufrida por la Monarquía y de la resistencia española al avance de las bayonetas napoleónicas, la dirigencia santafesina estaba atenta en esos días a las noticias que llegaban con los correos y los papeles oficiales. Estas inquietudes habían producido honda preocupación en 1808 y 1809, cuando Francisco Antonio Candioti parece que estuvo complicado en el intento de sustitución del virrey Liniers, sospechado de connivencia con los franceses. Preventivamente, se enviaron tropas a Santa Fe en abril de 1809, donde circulaban impresos de alto tono revolucionario.
Las elecciones americanas de 1809
La Junta Central de Sevilla veía el peligro del alejamiento de los pueblos de América. Las difíciles circunstancias obligaron a los españoles a un reconocimiento de igualdad para con los dominios de ultramar. En su Real Orden del 22 de enero de 1809, que contiene algunas contradicciones, la Junta subraya el carácter de reinos de Indias que revestían las "dominios" americanos en un pie de igualdad con los de la península y convoca a elecciones generales en todo el continente para elegir diputados que representaran a los cuatro virreinatos y a las capitanías generales en el máximo órgano de gobierno central, que gobernaba en nombre del rey Fernando, como si fuera realmente el soberano.
François Xavier Guerra ha destacado que esta convocatoria a elecciones a escala continental no tiene antecedentes en el mundo. Verdaderamente, sacudieron a las clases dirigentes de las principales ciudades desde Buenos Aires hasta México, dando lugar a una primera práctica política que trascendía las viejas competencias por los cargos capitulares. La cuestión se tomó muy seriamente en todas partes y pronto se plantearon situaciones altamente conflictivas.
Finalmente, el virreinato de Nueva Granada consagró diputado a Antonio Narváez, y el de México a Miguel de Lardizábal y Uribe, en tanto que el representante electo del virreinato del Perú fue Gaspar de Cevallos, marqués de Casa Calderón. No se concretó el proceso electoral en el virreinato del Río de la Plata y fue revocado en la Capitanía general de Venezuela, impugnado en la de Cuba y hubo diputados que no llegaron a viajar a España. Si bien Lardizábal, que representaba a México, estaba en España cuando se notificó de su designación en diciembre de 1809, no se incorporó a la Junta ya en trance de desaparición. Solamente los representantes de Puerto Rico, Ramón Power, y de Chile, Joaquín Fernández Leyva, cumplieron a medias con su diputación, ya que la Junta Central se disolvió a principios de 1810 y fue reemplazada por el Consejo de Regencia de España e Indias.
La elección en Santa Fe
Aunque inicialmente Santa Fe no formaba parte del conjunto de ciudades cabeceras de intendencias que debían elegir candidatos a la diputación del virreinato, fue finalmente admitida para hacerlo, por lo que se practicó una primera votación el 12 de abril de 1810. Fue entonces que la ciudad votó a tres de sus hijos más destacados para que se sorteara entre ellos al candidato que competiría con los de las demás ciudades. Ellos fueron Francisco Javier de Ehagüe y Andía, Bernardo de Vera y Pintado y José Miguel Carvallo, todos graduados en Derecho y de apellidos ilustres, pero residentes en otras partes (Lima, Santiago de Chile y Buenos Aires).
El virrey indicó que solo Carvallo podía ser candidato, por residir Echagüe y Vera en otros virreinatos, por lo que el 2 de mayo el Cabildo votó a los otros dos que participarían del sorteo. Se confeccionó primero una lista de notables y los más votados fueron Pedro Tomás de Larrechea y Juan Francisco Tarragona. Entonces se anotaron estos dos nombres -dice el acta capitular- más el del doctor Carballo en "tres cedulas de papel que se pusieron bien dobladas en una canastilla de barro y en otra se pusieron otras tres cedulas, de las que una sola tenia escrita esta palabra: Diputado, luego se trajo un niño que de cada cántaro sacó una cedula y en la última extrajo el nombre de Don Juan Francisco Tarragona con la otra de la suerte".
Hay que hacer notar que el procedimiento seguido, era el establecido en la Real Orden del 22 de enero de 1809, y que de forma similar habían sido electos como candidatos a la diputación que representaría al virreinato en la Junta Central de Sevilla, el Deán Gregorio Funes en Córdoba, y el doctor Gaspar Rodríguez de Francia en Asunción del Paraguay.
El Cabildo del 28 de mayo de 1810 en Santa Fe
La elección de Tarragona fue aprobada por el Virrey Cisneros, de lo que se dejó constancia en el acta del cabildo santafesino celebrado el 28 de mayo. Es decir que, mientras en Buenos Aires el virrey había sido desplazado de sus funciones, el Cabildo de Santa Fe se notificaba de la aprobación de una elección que parecía fortalecer los vínculos entre las Indias y la metrópoli. Es de suponer que Tarragona habrá celebrado esta confirmación que lo ponía en carrera como aspirante a una diputación que podía llevarlo a participar de las encumbradas sesiones que había presidido el Conde de Floridablanca, sin saber que la Junta Central ya no existía.
No se encontrarán referencias a este Cabildo del 28 de mayo de 1810 en los trabajos de Gianello, López Rosas o Busaniche, porque el acta labrada ese día forma parte del legajo de documentos recuperados en 1989 tras una acción judicial realizada desde Fiscalía de Estado de la Provincia, a instancias de la Junta Provincial de Estudios Históricos y el Archivo General, pues se encontraba en poder de una casa de antigüedades de la calle Corrientes de Buenos Aires.
El atraso de las comunicaciones, (una especie de "diley" de otros tiempos) hacía que se vivieran simultáneamente situaciones muy diversas. Ya estaba saliendo para los ciudades interiores la Circular de la Junta del 27 de Mayo cuando en Santa Fe se estaban recibiendo todavía las últimas que enviara el virrey Cisneros.
Recién el 4 de junio llegó la noticia de la revolución y la orden de elegir un diputado que representara a la ciudad en la Junta Provisional. Como un signo de continuidad de la elite santafesina en el poder, el diputado elegido para representarla en el nuevo gobierno revolucionario fue el mismo Juan Francisco Tarragona, tras accidentadas sesiones ocurridas el 9 de junio y el 9 de julio de 1810, en las que pudo apreciarse las primeras grietas de los anquilosados usos del orden colonial.
De esta forma Tarragona pudo formar parte del órgano colegiado que se conoce como "Junta Grande", en cuyo seno desarrolló vínculos políticos que lo posicionarían luego como aliado de los porteños contra el autonomismo federal santafesino, llegando a ser Teniente de Gobernador durante la ocupación militar de Juan José Viamonte. Tras ser recuperada la provincia, sufrió el desprecio de todos y se le expropiaron sus bienes. En mangas de camisa debió rellenar las zanjas cavadas durante la dominación porteña para defender la plaza, y el gobernador Vera lo desterró a Montevideo donde murió el 22 de abril de 1843, totalmente olvidado.
Mientras en Buenos Aires el virrey había sido desplazado de sus funciones, el Cabildo de Santa Fe se notificaba de la aprobación de una elección que parecía fortalecer los vínculos entre las Indias y la metrópoli.