Por César Bisso
Por César Bisso
Para quienes transitamos este sinuoso camino de transformar sensaciones, vivencias y emociones en palabras, en mayor o menor medida reaccionamos ante todo lo que nos conmueve y, sin mediar ningún obstáculo, lo trasladamos a un escenario de perplejidad y asombro. Cualquier suceso que trasciende desafía nuestra ensimismada captación de la realidad. Y escribimos. Primero eligiendo qué decir, y luego, cuando logramos acertar en cómo decirlo, el tema que nos atañe deja su lugar a la encrucijada del destino. Porque la palabra ha quedado sola sobre el papel y habla por sí misma.
Allí está el secreto de la creación, cuando el poema discurre por espacios que el poeta no ve detrás de él. Horada el misterio de lo inasible, la fragilidad de lo inesperado. Nos damos cuenta que lo más trágico puede suceder y, todo aquello que duele hasta lo irrazonable, el lenguaje puede convertirlo en milagro, en un manto de reparación, en un diamante de sensible fulgor. ¿Acaso la muerte no irradia la misma belleza que la vida en la exhalación de una metáfora? ¿O el amor no nos resulta tan poderoso para remediar cada interrogante vacío de respuesta racional? ¿Hasta dónde repercute la voz del poema cuando es genuina y decidida? ¿Logrará la sanación de su emisor?
Estas conjeturas pueden aventurar un mínimo atisbo de comprensión o no explicar absolutamente nada. Pero, es indudable que, como atento lector de "Apgar Cero", Rosario Caminos (*), debo admitir que he quedado humanamente sorprendido por su textura. Aclaro que es un poemario emotivo, principalmente por su temática, pero además porque su lenguaje resulta atípico en el complejo universo de la poesía. Nos invita al compromiso de leerlo sin distracciones y con intensidad, porque no entiende de argucias sintácticas ni inflexiones semánticas.
La decisión de Rosario es ir al corazón del asunto, de frente, sin disonancias. Al iniciar su recorrido se tiene la sensación de ser partícipe de una historia atravesada por el impacto del acontecimiento, pero mientras se avanza en la lectura uno percibe que la escritura está muy lejos de los lugares comunes del drama y los prejuicios. La autora no disimula, es certera. Tampoco necesita enredarse en lo mórbido, ni tampoco en la compasión. Habla desde la transparencia del sufrimiento y esa sensibilidad se vuelve tangible en cada imagen, en cada concepto que impactan ante nuestros ojos.
"Apgar cero" se concentra en la historia pasional de una madre ante la pérdida de su hijo. El título es contundente, no deja dudas. Deviene de un diagnóstico irreversible, trágico. Pregunto: ¿cabe otra alternativa en la vida que no sea atravesarla desde la pasión? ¿cuánto valor adquiere lo amorosamente vívido desde el abismo del dolor? Aquí reside el coraje de la poeta. En este poemario no se concibe un relato presuntuoso, expresado desde el vértigo de lo crucial. Solo hallamos un decir objetivo, sereno, visceral. Ningún poema abandona su norte: donde está el pulso de Rosario siempre hay un espejo que se refleja en ella, tanto para nombrar el amor como la muerte, sopesar la verdad como la injusticia.
La autora ha elegido el lenguaje poético como una reflexión ética acerca de la condición humana. Habla, relata, interroga, medita sobre cómo y por qué sucedió lo inexorable. Y durante el tiempo que tuvo para compartir con su bebé, ha buscado reconstruir en versos la breve experiencia maternal y lo que fue quedando en el camino. Su poesía no necesita ser regada con efluvios lacrimosos ni artificios, solo resulta creíble y transmite intensidad emocional en todo el recorrido del libro.
Denoto, además, que los poemas supieron descifrar innumerables avatares y pudo representarlos en las páginas con total desnudez. Cada instante, cada trastorno, cada actitud, son recreados desde una estética personal, transportada a un círculo de intenso magnetismo: inquietud, angustia, consuelo, estoicismo, esperanza, como partes de un todo integrado en tiempo y espacio, que le otorgan autenticidad y autonomía al relato. Nuestra poeta ha confiado ciegamente en la sencillez y sobriedad de su escritura.
No creo que sea pertinente definir qué se manifiesta con mayor nitidez, si el lenguaje implícito o el pensamiento reflexivo. Ambos van a la par, en una constante dialéctica sobre el devenir y sobre todo aquello que ha quedado grabado en los ojos y plasmado en el corazón. El testimonio de Rosario Caminos implica percepción y reparo, acercamiento y despojo. Se nutre de todas las sensaciones y canaliza en imágenes cada una de las palabras que le han servido para liberar y liberarse.
Los poetas somos criaturas de hábitos nocturnos y conocemos cada una de las trampas que el cazador ha desperdigado en la profundidad del bosque. Por eso nada nos sorprende y la escritura se vuelve luz, se refleja sobre aguas límpidas y señala con delicadeza el verdadero sitio de la palabra. Quizás, nada expresa mejor lo real que un poema. No importa que el texto se revele en un campo puramente simbólico. Para quienes nos nutrimos de experiencias perceptibles, de sistemas de ideas perdurables, de acontecimientos inesperados, de transiciones traumáticas que enmiendan la memoria, este libro facilita la posibilidad de afianzar nuestro conocimiento de todo lo que nos rodea y no vemos, o simplemente ignoramos. También nos permite recapacitar si estamos en condiciones de abrazar vivencias humanas extraordinarias. Quizás, nos resulte más cómodo mostrarnos indiferentes, pero difícilmente logremos apartarnos del espacio de sopor que genera el miedo a lo desconocido, capaz de vulnerar la dignidad, los sentimientos, el amor propio, nuestra inconsistente manera de ser. O no ser.
En la tormenta de la vida, no sirve el grito cuando todo es lluvia, caída en el dolor, impotencia ante la pérdida. Pero, tampoco se puede eludir el deseo de llorar, aunque ya no haya fuerzas y con el resto solo pueda sostenerse la precaria posibilidad de un sueño. Humildemente, estoy convencido que la única usina de sueños es la que produce nuestra propia historia, confundida con la historia de los otros, interpelada por el valor inobjetable de la libertad de trascender a través del lenguaje.
Hay una cita de Clarice Lispector que traigo a colación sobre el poemario que he leído: "Este es un libro silencioso. Y habla, habla en voz baja". Así es, "Apgar cero" habla en voz baja, pero no enmudece. Se interroga, nos interroga desde el más profundo silencio. Aparecen léxicos extraños, no familiares, emergidos de la oscura galaxia medicinal; también sorprenden situaciones impensadas que seguirán, como la lluvia, reverdeciendo en la misma angustia que el tiempo, esa otra lluvia, nunca logrará desdibujar. Un libro que se sostiene con poemas hermosos; muchos destellan por su sinceridad, otros impresionan por su aspereza.
Como cierre, deseo incluir el siguiente texto: "Imploraba tu sanación / y me detuve: / qué sanar / de un alma pura. / Vos viniste a / elevarnos". Su título, "Revelaciones", resume la fuerza incalculable del amor. Y lo explica todo. Rosario Caminos ha demostrado encomiable autenticidad y, desde la condición de poeta, continuará transitando su territorio minado, a punto de estallar, como lo confiesa en otro de los pasajes del libro.
(*) Este libro de la autora santafesina obtuvo el Premio Municipal de Poesía 2023.
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