"Los matrimonios duraderos están hechos de trabajo en equipo, respeto mutuo, admiración e interminables dosis de amor, gratitud y perdón"
"Los matrimonios duraderos están hechos de trabajo en equipo, respeto mutuo, admiración e interminables dosis de amor, gratitud y perdón"
¡Qué definición para la difícil época por la que transitamos! Y qué difícil de abordar lo inevitable, aunque estoy seguro que la ciencia tendrá una mejor óptica, argumentos, definiciones y estilos que seguramente nos llevarán a reflexionar sobre la vida, la vejez y la mortalidad: "un puente por el que todos debemos pasar". ¿Estamos acaso conectados/preparados para ello? Me animo a decir que ninguno, porque no nos hemos convencido o nos cuesta hacerlo que desde que salimos a la luz transitaremos por un ineludible y desconocido pasadizo con un único final.
Pero yo estoy para hablarles de un tango-canción que se titula "Cuando estemos viejos" y es probable que interpreten el porqué de este comienzo. Este tema, memorable por cierto, data del año 1975. Le pertenece al santafesino Julio César Gutiérrez Martin, aunque existe otra versión, la de Felipe Antonio Pírela Morón, conocido como "El bolerista de América", con interpretaciones geniales como las de Dany Martin y Roberto Goyeneche, siendo la de Jorge Falcón (ver aparte) la que mejor "pegó" y sigue "pegando", por lo carismático de su intérprete.
El autor focaliza la centralidad de este tema en la nostalgia y la melancolía que sienten dos personas que han envejecido juntas y que advierten que ese transitar está limitado, se le ha puesto pesado y que, a medida que el tiempo devora ese camino, todo cambia. De joven, como regla matemática nos enfocamos en la pasión y el amor y en el transitar por la vida, enmarcando lo que realmente importa, que es el tiempo que pasamos con el ser que amamos, los proyectos, los sueños como familia y las dificultades.
Nada nuevo: es aceptación y resignación. La vejez y la muerte son inevitables, aceptémosla pues, como parte natural de lo que nos toca vivir y que debemos agradecer, ya que muchos, desgraciadamente, nos dejan antes de llegar:
"Cuando estemos viejos/ y se nos achique el paisaje en los ojos/ y el sol del invierno se nos ponga flojo/ y nos cachetee la cara el espejo (...)"
¡Cuantas metáforas en este primer verso! ¿Declive, pérdida? Ambas, desde mi punto de vista. El achique del paisaje no se refiere a la disminución de la visión, sino a que la vitalidad por la edad ya no es la misma, precisamente por la falta de energía que el autor compara con la flojedad del sol del invierno, culminado con una realidad cruda y dura al ver sus rostros en el espejo:
"Cuando estemos viejos/ y tiemblen mis manos al tomar las tuyas/ y nos falte el llanto, la risa y la bulla/ de estos tres diablillos que ya estarán lejos"
Aparece la fragilidad y la vulnerabilidad, la pérdida de fuerza del control y la sensación de vacío y soledad, por no contar con hijos o nietos o ambos y que vaya a saber porque causa ya no están y que dejaron en el recuerdo solo la bulla, la risa y el llanto:
"Cuando estemos viejos/ Cuando estemos solos/ Cuando no haya nada y nos duela todo/ Cuando solo exista la casa vacía/ Y anden en silencio tu sombra y la mía"
Otra catarata de situaciones, que profundiza tremendamente el dolor y la tristeza de los personajes: soledad, vacío, silencio, sombras, abandono y desolación:
"Cuando estemos viejos/ Cuando estemos solos/ cuando no haya nada y nos duela todo/ Cuando solo exista la casa vacía/ y anden en silencio tu sombra y la mía/ Nos querremos tanto/ que nuestro cariño/ llenará la ausencia de estos tres diablillos (…)".
Pero por fin aflora que todo la ausencia de cosas puede ser compensado por el cariño entre los personajes y que la soledad siempre resultará más llevadera con el acompañamiento y el entendimiento en los momentos más difíciles:
"Cuando estemos viejos/ Yo, yo te lo prometo compañera mía/ serán nuestros años plenos de dulzura/ Serán nuestras horas llenas de alegría/ Andaremos juntos/ viejitos inquietos/ Las cuatro estaciones de un mundo de nietos/ Andaremos juntos viejitos inquietos/las cuatro estaciones de un mundo de nietos".
¡Qué visión más optimista la de estos protagonistas que el poeta la pone sobre relieve! A pesar de la soledad, de la fragilidad disfrutaran juntos de lo que les queda de vida porque el amor y la compañía transcienden la barrera de la edad.
"Y verás mi vida/ que miente el espejo/ pues seremos novios/ cuando estemos viejos (...)"
Un cierre a toda orquesta, se burlaron del mentiroso espejo, sacaron a relucir el espíritu, la belleza, la juventud, la pasión y los sentimientos que por otra parte siempre tuvieron y estuvieron y que "nunca dejaron de ser novios a pesar del paso del tiempo, porque siempre se amaron, porque nada se desvanece ni se oxida por el trascurrir de la vida".
La vejez no es un descenso es un declive que debe tomarse naturalmente porque la vida lo impone. Ese transitar de los años, algunos buenos, otros malos, algunos para resaltar, otros para olvidar, no alteran el resultado final cuando la vida es compartida. Nos vemos en la próxima.
Luis Ángel Iglesias, fue un autor y compositor musical nacido en Buenos Aires en 1949. Nos dejó en 1987, con tan solo 37 años, no sin antes plasmar en el mundo del tango un imborrable recuerdo, bajo el seudónimo que aún inspira admiración y nostalgia: Jorge Falcón. Le presentó a la vida una batalla sin concesiones, tenaz, ardua, sin bajar los brazos. Desde muy joven comenzó a seguir el camino del tango pero su gran carta de presentación, esa vidriera que todo cantante necesita para ascender a la fama y perpetuarse lo logró cuando ingresó en la orquesta de Héctor Varela, quien -justamente- le sugirió cambiar el nombre, para convertirse en Jorge Falcón.
Su debut con el inolvidable maestro fue el 12 de octubre de 1976 y desde ese momento nadie podrá olvidar la figura de Jorge, un muchacho de buen porte y de voz apasionada y varonil, con grado de timidez marcada en el rostro pero con una calidad profesional que lo hacía, por momentos, olvidarse que estaba frete a un auditorio que lo aplaudía de pie. Su carrera fue meteórica igual que la muerte que lo esperaba agazapado a la vuelta de la esquina, arrebatándole la juventud y su futuro.
Surgido a la consideración del público en un concurso del viejo Canal 7, con anterioridad a su participación con el maestro Varela ya había participado de las formaciones de Tango 5 y Buenos Aires 5, así como de la orquesta de Jorge de Luca y Gabriel Clausi, llegando a grabar diez discos, entre ellos "Desecho de amor", "Fue aquel beso", "Para que renegar", "Yo estoy loco por vos", "Aquel libro". De todas formas, realmente tuvo su consagración con Varela, quien le tenía tanto cariño que lo consideraba como "su pichón" y se preocupó para que logre abrirse camino solo, porque tenía calidad para ello .
Jorge grabó con Varela más de veinte temas, entre ellos: "Azúcar, pimienta y sal", "Sabor de adiós" "Y te parece todavía" y "El amor desolado". Un accidente automovilístico en 1986 primero, un desmayo en una actuación en Rosario después y una enfermedad terminal que venía soportando desde hacía mucho tiempo se llevaron al artista. Unos seis meses antes había fallecido Varela. Algunos aseguran que se dieron la mano en el cielo y de común acuerdo se dedicaron a ponerles "azúcar, pimienta…y sal" a los ángeles celestiales.
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