El fútbol de los sábados en Santa Fe tiene un folclore propio, entrañable, que se respira en cada barrio y se grita en cada potrero. En la fecha 7 de la Liga Santafesina de Fútbol, el Deportivo Santa Rosa de Lima volvió a encender la ilusión de su gente con un triunfo contundente ante El Cadi de Rincón. Fue 2 a 0, pero el resultado fue apenas una parte de una jornada que combinó música, humo, abrazos y orgullo.
Mirá tambiénSanjustino y Colón de San Justo clasificaron a pesar de las derrotasApenas el equipo de primera división del "Depor" pisó el césped, algo se encendió en el aire. No eran más de 200 hinchas los que se acercaron al modesto estadio del club, pero fueron suficientes para hacer de la previa una verdadera fiesta. Banderas en alto, bombos, humo blanco y negro y un grupo de simpatizantes que se animó a musicalizar el recibimiento, le dieron a la tarde un marco especial. Esas pequeñas grandes cosas que sólo entienden quienes aman el fútbol más allá del negocio, del VAR o de las cámaras.
El técnico Osmar Martínez, conocedor del barrio y del alma de sus jugadores, apostó fuerte. Puso lo mejor que tenía, sabiendo que estos partidos son clave para mantener viva la llama del ascenso. Y el equipo respondió. Con solidez, con actitud, y sobre todo con fútbol. Desde el primer minuto, el Deportivo Santa Rosa impuso condiciones, presionó alto y mostró una identidad clara: compromiso, solidaridad y hambre de gloria.
El primer gol llegó tras una jugada colectiva brillante que culminó con un remate cruzado imposible de atajar. El segundo fue un grito de desahogo: una contra letal que encontró al delantero bien perfilado para cerrar el resultado y encender la alegría popular. Los festejos no se hicieron esperar. Desde las tribunas hasta el banco de suplentes, todos se fundieron en un grito que fue más que deportivo: fue una celebración de la pertenencia.
Y es que en barrios como Santa Rosa de Lima, cada triunfo vale doble. Porque se lucha con recursos limitados, con esfuerzo voluntario, con ropa lavada a mano y viajes compartidos. Porque detrás de cada jugador hay una familia, una historia, una esperanza. Porque el club no es solo fútbol: es contención, identidad y futuro.
Después del pitazo final, la fiesta siguió. Los chicos se metieron a la cancha, los padres sacaron fotos, las madres prepararon tortas para los más chicos y la música volvió a sonar. No hubo marketing, ni influencers, ni sponsors millonarios. Pero hubo algo que no se compra: pasión genuina, la del barrio.
Este triunfo, que pone al Deportivo Santa Rosa en un lugar expectante de la tabla del Torneo de Ascenso, es apenas una estación de un camino largo y que todavía tiene un gran recorrido. Pero para el barrio significa mucho más: es el reflejo de que cuando se trabaja con el corazón, los sueños se vuelven posibles. Y así, en cada pase, en cada atajada, en cada gol, el club sigue construyendo futuro. Porque en Santa Rosa de Lima, el fútbol se vive distinto. Se vive con alma.
Posiciones de Primera B
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