Si ese policía hubiese tomado la denuncia, Sebastián Wagner (ahora condenado a prisión perpetua) habría estado en la cárcel y no se hubiese encontrado con mi hija Micaela”. Quien así habla es Andrea Lescano, mamá de Micaela García, la joven asesinada en 2017 y cuyo nombre se convirtió en emblema de la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Tanto que una ley lleva su nombre: la Ley Micaela, sancionada por el Congreso Nacional a fines de 2018, refrendada por la anterior gestión provincial en 2019 y reglamentada hace algunos días por el gobierno actual.
Lescano estuvo el viernes último en Casa de Gobierno, en el acto donde se firmó la reglamentación de la ley 13.891 además de un convenio con la Fundación Micaela García “La Negra”, que ella preside. Allí hizo el relato que completa la frase inicial de esta nota: “El 1° de abril, Mica fue secuestrada, violada y asesinada. El 31 de marzo, el papá de una menor de edad se presentó en la comisaría de Gualeguay a hacer una denuncia contra Sebastián Wagner porque había intentado abusar de su hija. ¿Qué le dijo el policia a ese papá? ‘La jueza no está, venga el lunes’. Wagner estaba en libertad condicional por dos violaciones anteriores. Estaba en el domicilio que figuraba en el registro”. ¿Por qué es importante reproducir esas palabras? Porque “si ese policía hubiese estado capacitado, tal vez habría actuado de manera diferente”, concluyó Lescano.
Como se sabe, la Ley Micaela establece capacitación en género para los tres poderes del Estado, y será puesta en práctica este jueves con funcionarias y funcionarios del Ejecutivo provincial, entre ellos el gobernador Omar Perotti, para continuar luego al resto de los y las agentes oficiales, entre ellos, policías.
Luego del acto en Casa de Gobierno y junto con la Secretaria de Estado de Igualdad y Género Celia Arena, Lescano dialogó con medios de la ciudad; entre ellos, este diario.
Allí explicó cómo es el trabajo desde la Fundación en localidades y universidades, donde se comienza con actividades para descontracturar, frente a un auditorio hererogéneo que reúne, pr ejemplo, al intendente con el maestranza. “Damos un disparador y queda el trabajo de la problemática en la localidad, porque no es la misma en Santa Fe, en Rosario, Rafaela u otra ciudad”.
- ¿Dónde notan más resistencia?
- En el que estamos teniendo bastante resistencia es en el Poder Judicial. Porque vienen de la universidad y no hay ninguna carrera donde tengan una matrícula o una currícula sobre trabajo con perspectiva de género, sino que son cursos aparte. Entonces, esta es una primera instancia porque se observa que se quiere probar algo con hechos reales y la violencia sucede, en un 63 %, en el ámbito privado. Entonces, ¿qué tenés como prueba? Lo que dice la mujer. Pero vemos que los peritos no están capacitados para evaluar otro tipo de violencia que no sea la física; por eso es importante que se capaciten y puedan tener otra mirada, otro accionar.
- Las universidades adhirieron a la Ley Micaela, ¿no modificaron los planes de estudio?
- Adhirieron en febrero del año pasado a través del Consejo Interuniversitario Nacional, las públicas y algunas privadas. El año pasado, un 30 % de las universidades tenía protocolo para casos de violencia de género y hoy son el 70 %. Cuando sucede un caso, si empezás a capacitar, visibilizar los temas y no hay una respuesta para dar, estamos más que complicados. Lo que digo en todos los lugares es: adhieran, pero antes, tengan protocolo. La provincia adhirió, y estableció la licencia por violencia de género que en muchas universidades no está contemplada. La mujer debe presentar un certificado por cualquier otra dolencia, cuando en realidad sufre violencia. No es fácil porque hay que modificar estatutos. Muchos sindicatos quieren adherir pero tienen que hacer esos cambios.
- ¿Qué es lo que hace “click” en las capacitaciones para que las personas que tienen alguna resistencia empiecen a cambiar?, preguntó una colega.
- En las capacitaciones lo que te da más son los talleres, que son debates. Podés resistirte, pero al escuchar varias campanas algo te tiene que cambiar. Lo que me dicen es que al contar la situación por la que nosotros pasamos y estamos pasando, con una familia tipo, tradicional, de clase media, profesionales, con una hija que estaba empoderada... Le podría pasar a cualquiera. Contamos todo lo que sucedió y que podría haberse evitado con capacitación. La sociedad está cambiando. A lo mejor no estás convencido, pero lo empezás a ver de otro lado porque te va a afectar en la parte profesional: el que no se quiera capacitar no va a tener ascensos ni va a poder ingresar a la administración pública. ¿Quiénes van a cambiar? Las personas más grandes, los jóvenes vienen con otro chip, pero los grandes tenemos que deconstruir todo esto.
- ¿Qué cambió desde la aplicación de la ley?
- Lo que te da la ley es nada más ni nada menos que capacitación. Te da conocimiento y cuando adquirís conocimiento, adquirís también responsabilidad sobre esa temática. Después no podés mirar hacia el costado o no decir nada porque ya tenés un conocimiento previo.
- ¿Cómo lograron sobreponerse a este dolor y empezar a militar en los derechos de la mujer y en la capacitación en género?
- En lo personal lo afrontamos de distinta manera. Si te dijera una receta mágica, sería mentira. Vamos traccionando como podemos; por ahí ha sido el pilar uno, por ahí lo ha sido otro en mi casa. Lo vivimos de distinta manera. No es solo la familia (la que queda afectada), es todo el entorno, los compañeros, los amigos; algunos recién hace seis meses que pudieron ingresar a la Fundación porque no lo podían hacer. Por ahí se cae uno, apuntala el otro. Pero vamos... Esto es sentirse parte de lo que hacía Mica y lo que tanto reclamaba.
- Además de una ley, Micaela se convirtió en un símbolo, una imagen, ¿como procesan cuando ven esas manifestaciones que sea una de las caras de la lucha?, consultó una colega.
- Para nosotros, que hemos recorrido 16 provincias y no se la cantidad de ciudades, hay muchas “Micaelas” en el país que están haciendo exactamente lo mismo. Como referente política tenía 21 años, no tenía tanta edad, y su primer discurso lo hizo a los 18 años. Pero tuvo una vida muy intensa y activa. Deben ser esos ángeles que uno dice que tiene, porque hay otras chicas que hacen lo mismo. ¿Qué pegó? No sé. Tal vez esas ansias de cambiar la sociedad.