La salud global atraviesa un momento crítico. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que en los últimos años se frenaron —e incluso retrocedieron— avances que se consideraban consolidados.

Un nuevo informe internacional encendió las alarmas: luego de la pandemia, el mundo experimenta un retroceso en indicadores clave como la esperanza de vida, la mortalidad infantil y el acceso a servicios esenciales de salud. Expertos señalan que, si no se fortalecen los sistemas sanitarios, los avances logrados en las últimas décadas podrían perderse.

La salud global atraviesa un momento crítico. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que en los últimos años se frenaron —e incluso retrocedieron— avances que se consideraban consolidados.
La caída de la esperanza de vida, el estancamiento en la cobertura sanitaria y el aumento de desigualdades son algunos de los puntos que más preocupan a los especialistas. Mientras tanto, los países buscan estrategias para recuperar terreno y prepararse ante futuras amenazas sanitarias.

Según el último informe publicado por la OMS, la esperanza de vida mundial cayó en promedio 1,8 años entre 2019 y 2021, la mayor reducción en décadas. El impacto de la pandemia fue determinante, ya que aumentaron las muertes por enfermedades respiratorias, complicaciones cardiovasculares y patologías crónicas que no pudieron ser tratadas a tiempo debido a la saturación de los sistemas sanitarios.
Si bien algunos indicadores muestran mejoras —como el descenso del tabaquismo, avances en el acceso al agua potable y una leve reducción en el consumo de alcohol—, la cobertura de servicios esenciales de salud se mantuvo estancada. La OMS advierte que este freno pone en riesgo el cumplimiento de los objetivos de salud establecidos para 2030.
El deterioro no afecta a todas las regiones por igual. Los países de ingresos bajos y medios enfrentan mayores dificultades para retomar los niveles de atención previos a la pandemia, especialmente en áreas como vacunación, control de enfermedades crónicas, salud materno-infantil y acceso a medicamentos.
El documento también señala que la desigualdad en el acceso a servicios esenciales sigue siendo uno de los principales desafíos globales.

La organización destaca que el envejecimiento acelerado de la población es otro factor clave. Cada vez hay más personas mayores viviendo con enfermedades crónicas que requieren tratamientos continuos, medicación accesible y sistemas de atención integrados. Sin políticas adecuadas, los sistemas sanitarios podrían colapsar ante esta demanda creciente.
Frente a este panorama, la comunidad internacional busca respuestas. Durante la 78ª Asamblea Mundial de la Salud —realizada este año en Ginebra—, los países aprobaron por consenso un histórico Acuerdo sobre Pandemias.
El objetivo central es garantizar que el mundo cuente con las herramientas necesarias para enfrentar futuras emergencias sanitarias, asegurando acceso equitativo a vacunas, tratamientos y tecnologías esenciales.
El acuerdo establece compromisos concretos: fortalecer los sistemas de vigilancia epidemiológica, mejorar la preparación de los equipos de salud, asegurar cadenas de suministro más robustas y promover el intercambio de información científica en tiempo real. También plantea avanzar hacia una producción descentralizada de insumos médicos para reducir la dependencia de pocos países fabricantes.
Además, la OMS presentó una actualización de su hoja de ruta para combatir la contaminación del aire, uno de los principales riesgos ambientales para la salud.
Cada año, la exposición a aire contaminado provoca millones de muertes por enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Las nuevas recomendaciones ponen el foco en reducir emisiones, mejorar la calidad del aire urbano y fortalecer las políticas de prevención primaria.
En paralelo, expertos de distintos países enfatizaron la importancia de reforzar la atención primaria, considerada la base de cualquier sistema de salud eficiente y equitativo.
Allí se concentran los controles habituales, diagnósticos tempranos y programas de prevención que evitan la progresión de enfermedades crónicas. La falta de inversión en este nivel —advierten— impacta directamente en el aumento de muertes evitables.

El informe de la OMS es claro: sin una acción rápida y coordinada, el mundo corre el riesgo de perder décadas de progreso. Entre los desafíos más urgentes se encuentran:
Retomar los programas de vacunación afectados por la pandemia, especialmente en niños.
Reducir la brecha de acceso entre regiones y grupos socioeconómicos.
Invertir en recursos humanos: muchos países sufren falta de médicos, enfermeros y técnicos especializados.
Fortalecer la salud digital, que permite mejorar la vigilancia epidemiológica, agilizar diagnósticos y optimizar la gestión de datos.
Promover políticas de envejecimiento saludable, adaptando los sistemas a una población cada vez mayor.