Preocupa al vecindario la consolidación del asentamiento sobre la playa Los Alisos de B° El Pozo
Se trata de la zona de bañados de la laguna, a orillas del complejo habitacional. Los ocupantes de más de una década y media ya levantaron viviendas de material sobre la arena. Hay pasillos internos con almacenes y kioscos. “Hace añares que reclamamos una respuesta, gobiernos tras gobiernos”, dijo una vecina del FoNaVi.
Contraste entre la zona de solarium y el asentamiento en Los Alisos. Fernando Nicola.
Un asentamiento de familias sin hogar se consolida a orillas de la laguna Setúbal, sobre la playa Los Alisos, en barrio El Pozo. Estiman que ya son más de 500 los ocupantes de estas tierras arenosas que forman parte del valle de inundación del sistema Paraná. La mayoría habita el lugar en condiciones precarias y convive con el riesgo permanente de que una crecida se lleve lo poco que tiene. Pero, además, hay conflictos internos y con los vecinos del complejo habitacional lindero. La convivencia es compleja. Denuncian robos y situaciones de inseguridad que los mantienen en vilo. Hay tensión en El Pozo.
Las paredes andan diciendo, en el asentamiento de El Pozo. Guillermo Di Salvatore.
El sector forma parte de una zona históricamente expuesta a anegamientos durante las crecidas del sistema Paraná, como ocurrió en distintos eventos hídricos de las últimas décadas. Especialistas advierten que se trata de áreas no aptas para asentamientos permanentes, tanto por el riesgo de inundación como por la fragilidad del suelo arenoso.
Por acá se accede al asentamiento de Los Alisos. Guillermo Di Salvatore.
El asentamiento data de más de 15 años y se fue consolidando año tras año durante la última década. Primero fue un ranchito de pescador a orillas de la laguna, bajo la sombra de un sauce. Pero esa postal romantizada se transformó luego en un conjunto de ranchitos, y otro más allá, hasta ocupar gran parte de lo que otrora fuera una de las playas con la vista más privilegiada de la ciudad. Ahora la situación parece haberse ido de las manos. La consolidación del conjunto, con viviendas de material, pasillos internos y callejuelas, demuestra que los ocupantes están arraigados. Hay familias enteras, con niños y animales. Viven en precarias condiciones sanitarias, sin acceso a los servicios básicos.
Consolidada. Una de las viviendas de material del asentamiento. Guillermo Di Salvatore.
El agobiante calor de diciembre en vísperas de Navidad tensa el ambiente.
Conectados. Una de las viviendas del asentamiento. Guillermo Di Salvatore.
Al otro lado del terraplén de defensa, donde termina el barrio El Pozo, habitan los antiguos vecinos del FoNaVi levantado mediante un refulado del suelo en los años 80. Son unos 17 mil santafesinos. El barrio El Pozo es uno de los complejos habitacionales más grandes de la ciudad y fue construido mayoritariamente en esa década como respuesta a la emergencia habitacional de aquel momento. Con el paso del tiempo, el crecimiento demográfico y la falta de soluciones estructurales profundizaron tensiones en su entorno inmediato.
Extensión. Esta calle conecta con los fondos del asentamiento, a donde se está ampliando el mismo. Guillermo Di Salvatore.
Muchos de los vecinos se quejan del asentamiento. Dicen que les trastocó la vida y hablan de una convivencia difícil. Denuncian hechos de violencia, inseguridad y robos.
El asentamiento y sus habitantes. Guillermo Di Salvatore.
Ahora una familia asoma de entre los ranchitos. Camina hacia el terraplén. Lo atraviesan. Miran con recelo al equipo periodístico. Avanzan hacia el FoNaVi y se pierden en sus calles internas. Llevan cajas y bolsos. No queda claro si son habitantes del asentamiento o de las viviendas del barrio.
Las máquinas municipales acondicionaron el solarium de Los Alisos junto al asentamiento, ante el inicio de la temporada de verano. Fernando Nicola.
“El tema es la inseguridad, las rencillas entre vecinos, y que mueven droga; hay de todo ahí”, asegura Griselda, una antigua vecina del FoNaVi. “Se agarran a los golpes y van corriendo por las calles y pasillos, escapando unos de otros”, describe. “Se incendian la casa unos a otros, o se meten y se roban entre sí”, cuenta. “Esto repercute en todo el barrio”.
Conflictos internos
“Hace unos días, en una de estas habituales rencillas, casi le pegan un piedrazo en la cabeza a un nene que jugaba en la vereda”, advierte la vecina. “Cada tanto hay este tipo de cosas, sumadas a los gritos, las peleas y la música a todo volumen a toda hora… Es un mundo aparte y, a la vez, está inserto en el barrio. Tal es así que ahora lo llaman la ‘Manzana 21’, porque ya están instalados y viven hacinados”.
Los micros urbanos pasan junto al asentamiento, sobre la calle Plá, al fondo del barrio. Guillermo Di Salvatore.
Más adelante, la vecina cuenta que ya hubo ocupantes del asentamiento que decidieron irse a otro lugar, escapando de ese entorno de violencia, “porque no se aguantan entre ellos”, ya que, “como en todas partes, también hay gente buena que quiere progresar, pero se les hace imposible”.
Viviendas de material, varias, se observan en el asentamiento. Guillermo Di Salvatore.
Pero las pésimas condiciones sanitarias no sólo repercuten en la salud de los miembros del asentamiento de la “Manzana 21”, que “usan de baño la laguna”, señala Griselda. Los desechos que se generan van a parar al lugar y lo contaminan todo. No sólo los sanitarios, sino también residuos de todo tipo. “Es una forma de vida sumamente indigna y, al mismo tiempo, repercute en todo el barrio”.
Vista general de El Pozo con el asentamiento sobre la playa Los Alisos. Fernando Nicola.
Junto al asentamiento, lo que queda de la playa Los Alisos tiene arena limpia y sombra. Apenas un claro entre los juncos y canutillos abre el solarium hacia la Setúbal. A lo lejos se divisa un paciente pescador en la orilla bajo una sombrilla. Detrás quedó la huella de su moto arrastrada por la arena desde la calle Plá hasta su improvisado campamento.
Regreso a casa, en el asentamiento de Los Alisos. Guillermo Di Salvatore.
El problema incide, además, en el valor de las viviendas del complejo habitacional. “La gente de la Manzana 15, que vive al fondo sobre calle Cortés Plá, es la que más lo sufre”, dice la vecina. “Antes era un lugar paradisíaco”, rememora.
Un kiosco abastece al vecindario en el asentamiento. Guillermo Di Salvatore.
“Les hemos pedido a todos los gobiernos, a todos los intendentes que pasaron en la última década, y no hicieron absolutamente nada”, se queja Griselda. “Sólo pusieron un destacamento policial en la esquina de Plá y Jiménez de Asúa, que es un mero adorno, porque ocurren los conflictos, se corren frente a la cara de los policías, se tiran cosas, se pegan, y los miran como si nada. Sólo hacen presencia y no sirve para evitar los conflictos”.
Obras. Una camioneta ingresa al laberinto de callejuelas del asentamiento, con materiales de construcción. Guillermo Di Salvatore.
Venta de terrenos
Otro dato preocupante es que, debido a la inseguridad, la Línea 2 ya no tiene parada en la esquina donde comienza el asentamiento. “Se tuvieron que ir”, cuenta Silvia, otra vecina de esa zona del barrio. “Es una lástima esto, porque también lo padecen los choferes de la Línea 2 y de la 9”.
Acceso a una de las viviendas del asentamiento. Guillermo Di Salvatore.
Silvia es más pesimista que Griselda. Ella no cree “que ningún gobierno que venga lo solucione”. “Con el único que más o menos llegamos a algo, pero luego se perdió todo el trabajo realizado, fue con el de Emilio Jatón (intendente anterior a Juan Pablo Poletti). Aquella vez nos reunimos todas las instituciones del barrio y confeccionamos un plan para reubicar a esa gente; se la censó”, cuenta.
En obras. Una de las viviendas que está siendo ampliada. Guillermo Di Salvatore.
“En ese entonces eran unas 60 familias”, recuerda Silvia (NdR: el último relevamiento data de 2021 y arrojó la existencia de 57 familias). Ahora, “la situación es mucho más complicada porque son más y porque construyeron casas de material en un lugar muy delicado, por las inundaciones. Estas construcciones avanzan ahora hacia el lado del Parque Tecnológico (al oeste)”, advierte.
El viejo FoNaVi, la playa y el asentamiento. Fernando Nicola.
“Ahora, además, entran autos a cualquier hora de la madrugada; no se sabe a qué, o se supone…”, sugiere la vecina. Y “avanzan entre chiquitos de 2 o 3 años que están ahí, en el cordón de la vereda, a las 3 o 4 de la madrugada”.
La vecina cuenta otro aspecto que les preocupa: “Se venden los terrenos entre ellos. Hay una ‘capitana’ del barrio, la conozco de vista, pero no sé su nombre. Se dice que ella es la que anda en la venta de los terrenos”.
Sin solución
El problema habitacional en la ciudad de Santa Fe no es nuevo. Resolver las precarias condiciones de hábitat de cientos de familias es una materia pendiente que los gobiernos municipales y provinciales aún no logran saldar, ya sea por políticas erradas o por el crecimiento sostenido de la pobreza y la indigencia en el país, que vuelve urgente la necesidad de un lugar para vivir. A ello se suma ahora el recorte de fondos dispuesto por el actual gobierno del presidente Javier Milei, que decidió no invertir en la construcción de viviendas sociales durante su gestión. La respuesta queda reducida a las limitadas arcas provincial y municipal.
Así las cosas, las familias de la ciudad que no tienen un techo ocupan estos espacios, como ocurre en el asentamiento Los Alisos, uno de los barrios populares que en años anteriores fue censado por el Renabap (Registro Nacional de Barrios Populares). Dicho registro no implica la regularización automática de la tierra, sino que habilita al Estado a planificar intervenciones futuras en materia de infraestructura, servicios y eventuales procesos de relocalización.
Uno de los accesos al asentamiento de Los Alisos. Guillermo Di Salvatore.
Al fondo de calle Jiménez de Asúa asoma un coche de la Línea 9. Antes ingresaba a las calles internas de El Pozo para levantar pasajeros. Ahora va a seguir hasta el fondo y doblará en calle Plá, porque las calles internas “están detonadas” -advierten las vecinas-. El coche circunda el barrio y continúa viaje. Hace más calor. O al menos eso es lo que se siente cerca del mediodía soleado.
De una canilla gotea agua sobre un charco de barro.
La intervención del Estado
Lo último que se hizo en El Pozo fue un relevamiento de viviendas del FoNaVi, hace aproximadamente un año, en el marco del Plan Abre, a cargo del gobierno provincial. Ese trabajo serviría para planificar luego políticas territoriales de transformación.
Almacén o kiosco en el asentamiento de Los Alisos. Guillermo Di Salvatore.
El Litoral consultó a la Municipalidad de Santa Fe sobre la situación que atraviesa hoy el barrio con el asentamiento sobre la playa Los Alisos. Desde el gobierno local respondieron que vienen “abordando junto con el gobierno provincial la problemática”. También mencionaron el relevamiento a través del cual “se detectaron al menos 60 viviendas radicadas” y señalaron que “se está analizando y elaborando distintos proyectos para dar solución en conjunto con la Provincia”. En ese sentido, anticiparon que “en las próximas semanas ambos equipos se reunirán”.
Por último, indicaron que el Municipio “viene trabajando en la recuperación y puesta en valor de la playa Los Alisos. Se desplegó un operativo de mantenimiento que incluyó movimiento de arena, despeje de vegetación y reparación de luminarias, entre otras acciones. Este año, se habilitó como solárium”.
Mientras tanto, el asentamiento continúa creciendo a la vista de todos, en un territorio frágil y expuesto, donde la necesidad habitacional, la falta de servicios y la ausencia de una solución de fondo se combinan en un conflicto que lleva años sin resolverse. Entre la laguna y el terraplén, la tensión persiste y el tiempo corre, tanto para las familias que viven en condiciones extremas como para un barrio que reclama respuestas.
Otra vista de la playa y el asentamiento, desde la zona de las torres del complejo habitacional. Fernando Nicola.