El pádel, ese viejo deporte que tuvo su época dorada a fines de los ochenta y principios de los años '90, ha renacido del ostracismo en el que se había quedado durmiendo. Años debieron pasar; en el medio quedaron canchas abandonadas con las rejas llenas de yuyos y matorrales, predios ociosos con las paredes verdes descascarándose, y apenas un puñado de jugadores fieles mantuvieron la práctica casi en secreto, como una especie de culto.
Pero hoy, aquella epopeya renació. En la ciudad de Santa Fe -y en todo el país- se está produciendo un furor reactualizado, acaso un nuevo boom, parecido a lo que ocurrió hace tres décadas: según datos del municipio local hay en la actualidad 27 complejos de pádel y, si se toma como promedio que cada uno cuenta con entre 2 y 4 canchas, debe haber al menos 80, cuando no más. En varios complejos ya es hasta difícil incluso conseguir un turno.
Pero después de aquella "moda noventosa", ¿cómo pudo resurgir en pleno siglo XXI este deporte inventado por un empresario millonario en Acapulco a fines de los años '60, que parece un "tenis en miniatura y enjaulado" entre paredes y con rejas alrededor, con curiosas paletas de forma ovalada que pesan lo que una pluma? Quizás porque lo bueno, por más viejo que sea, siempre vuelve. O porque es accesible para cualquiera y compartido, social: es un juego de equipo, dos contra dos.
Esta vez y a diferencia de aquella época, la cosa volvió con cambios que son -además de deportivos- socioculturales. Por ejemplo, que el amateurismo se tomó en serio el asunto. La mayoría de quienes empiezan a jugar toman clases con profesores particulares (y los jugadores profesionales compiten en todo certamen que pueden). Practican personas de todas la edades y sexos, de todas las estaturas y pesos, desde chicos y jóvenes hasta adultos mayores que ya pintan canas.
En pleno 2020, cuando empiezan a liberalizarse algunas restricciones por la pandemia, no se habilitaron los deportes grupales (como el fútbol, el básquet o el rugby). Pero sí aquellos de grupos muy reducidos, como el pádel y el tenis. Entonces la gente masivamente se lanzó ahí, y no sólo eso: los entrenamientos comenzaban muy temprano por la mañana, a las 7 ú 8 de la mañana.
Antes, en los '90, se iba a jugar a cualquier hora, sin parar, con cualquier tipo de zapatillas y paleta. Y si faltaba alguien a un "turnito", el que había afuera entraba, el que esté. Ahora, los complejos trabajan con servicios de buffet, algunos anexaron gimnasios y puestos de venta de productos relacionados con el deporte. Todo el circuito va aceitándose a las necesidades.
Pero no sólo eso: aparece el "tercer tiempo", ese momento que viene después del partido o entrenamiento. La gente se queda a comer, tomar algo y charlar. Así, el pádel es un deporte que integra a amigos o buenos conocidos, que invita a la socialización.
¿Qué tener en cuenta para empezar a jugar al pádel? Luis Merlo subraya un punto central: "Es importante tener un calzado acorde. No hace falta gastar 40 mil pesos en un par de zapatillas, pero sí un buen calzado para jugar al pádel. Y lo otro, no importa el peso ni la altura de la persona, la va a pasar bien igual.". Para Trevisan, no está demás un estudio médico antes de empezar, y lo ideal (para quien nunca jugó) es empezar con un "profe", para tomarle el timing al deporte.
"Empujoncito" de la pandemia
"¿La ciudad vive un resurgimiento del pádel? Yo creo que sí. Lo que se ve en Santa Fe es un crecimiento en la cantidad de canchas, de complejos que se van armando, pero hay una expansión a nivel global muy importante. Eso hace que se eleve cada vez más la vara en la calidad de las ofertas de los clubes", le dice a El Litoral Luis Merlo, jugador profesional, profesor titulado y entrenador (dirige la Academia Internacional Merlo Iezzi), quien además da cursos en todo el país.
Este crecimiento exponencial desde hace seis o siete años; pero con la pandemia, cuando se habilitaron los primeros deportes no grupales, el pádel fue uno de los primeros que tuvo luz verde; y la gente, como no podía ir a jugar al fútbol o al básquet, se fue volcando a esta práctica.
Y a caballo de este "empujoncito" que le dio el Covid-19 al renacimiento del pádel, hay otro cambio de hábito: los horarios de práctica. "Ya es difícil encontrar un turno después de las 16 ó 17 horas: están todas las canchas ocupadas. Entonces la gente empezó a tratar de agruparse para ir a entrenar o jugar en horarios bien matutinos. Ahora se buscan más los horarios de la mañana o de la siesta", cuenta Merlo.
Otro de los que están seguros de que el pádel vive un resurgimiento es Diego Trevisan, de 44 años, un "histórico" del deporte en la ciudad, junto con su hermano Alejandro. "Se están abriendo canchas y los profesores están trabajando a full: Ellos son lo que crean jugadores y hacen que la gente siga jugando: no se trata solamente de sacar un 'turnito', es mucho más que eso", explica a este diario Trevisan, profesor de educación física y entrenador de pádel profesional. Además dicta cursos para formar nuevos profesores de pádel.
Un dato: Trevisan administra y es "profe" en dos complejos: el Ferro Pádel Club de Santa Fe y el de Santo Tomé. Entre ambos lugares -donde hay cinco profesores más-, practican y aprenden entre 80 y 130 alumnos. Sólo en dos clubes. "A las 7 de la mañana ya tenemos alumnos en el complejo de la ciudad capital tomando clases. La gente va mucho a la mañana, y a veces no hay turnos disponibles", asevera.
Para Trevisan, en los '90 el "paddle" (así se denominaba el deporte, hasta que se fue castellanizado por la RAE) "era más comercial. En el resurgimiento actual, "lo importante es buscar más al deporte en sí, porque si lo buscás, lo comercial viene después. Es un deporte que contagia tanto quienes lo practican se vuelven fanáticos, y quieren progresar. Hay que animarse. Con las clases te formás, el practicante aprende; con los turnos, se mantiene el ritmo; y con los torneos, te motivás. Y además, hay excelentes canchas en la ciudad de Santa Fe", concluye.
Sana adicción y tercer tiempo
Dentro de los practicantes amateurs hay de todo: desde el señor o la señora de entre 50 y 60 años que quiere jugar para esparcirse o recrearse al chico que recién está arrancando. "Esta práctica despierta un componente adrenalínico en muy poco tiempo. ¿Qué quiere decir esto? Vos hacer un punto y te sentís muy contento; errás el siguiente y te sentís frustrado. La adrenalina de cambios emocionales de manera constante hace que el deporte sea muy adictivo", explica Luis Merlo.
"Es un deporte muy, muy sociable. Por eso la gente se engancha mucho", subraya Diego Trevisan. Y cuenta algo curioso: en el complejo de Santo Tomé hay dos canchas, y durante las noches los jugadores se quedan en la peña de amigos: se hacen dos o tres peñas por día. Y en el complejo de esta capital, al haber cuatro canchas, hay una o dos peñas diarias.
"Tengo grupos de practicantes que se formaron sin conocerse, los uní para jugar un turno, se conocieron y siguieron jugando entre ellos. Y después terminaron haciendo sus 'juntada' post partido: hay muchachos que hasta le pusieron nombre (a la peña). Y se conocieron en el pádel. ¿Se entiende el carácter social que tiene este hermoso deporte?", dice Trevisan con tono satisfecho.
Como todo deporte noble, es muy inclusivo: "Vas a jugar y la pasás bien, no importa la edad y tampoco si no están del todo bien físicamente. Hay mucha camaradería", confiesa Merlo. Es la cara social del deporte. "Hay un tercer tiempo muy lindo: la gente se queda en el post partido, a comer, a charlar. Incluso en los torneos, familias y grupos de amigos va a ver los partidos, que también es una excusa para socializar", insiste Merlo.
"Romperse jugando es un mito"
Hoy, las paredes son de blindex; la superficie tiene césped sintético, vienen calzados especiales que amortiguan el impacto, y las paletas pesan unos pocos gramos. Eso quizás hace, a diferencia de lo que pasaba a principios de los '90, que no se sufran tanto los dolores de articulaciones (rodillas, zona lumbar, hombros). Entonces, el cambio en los materiales del deporte, ¿también contribuyó a que se vuelva otra vez masivo?
"Aquí debo desterrar un mito sobre este punto -advierte Luis Merlo, preparándose para responder-. Siempre se creyó que el pádel rompe rodillas y tobillos. Es mentira. Hay estadísticas que lo corroboran. Fijate una cosa: en un partido de fútbol hay entre dos y tres lesionados promedio. En el pádel, por torneo, si hay algún jugador acalambrado, es mucho".
"Debemos desmitificar aquella idea errónea -pide-. No tenemos gente lesionada con problemas graves en este deporte". Y Trevisan se expresa en la misma línea: "Eso es un mito. El pádel es un deporte de muy bajo impacto: no tenés piques largos ni saltos muy altos como en el vóley".
Pero el cambio en los materiales hace que el deporte se luzca, sea más vistoso, incluso cómodo. Al haber blindex, las canchas son panorámicas: el ángulo de visión para quien está mirando un partido es mucho más amplio. Y con las paletas, se redujo muchísimo el peso, con lo cual el momento del impacto de la pelota se vuelve más confortable.
Testimonios de dos jugadores
"Lo bueno del pádel es que tiene una dinámica diferente a muchos otros deportes, ya que se meten 4 personas en la jaula con dos pelotitas y los puntos duran mucho mas que en el tenis porque la pelota no sale (aunque si sos habilidoso podés sacarla). A su vez, entre punto y punto es muy poco tiempo el que transcurre, mientras que en el tenis, si no tenés regularidad, te pasas el 70% del tiempo buscando la pelotita para arrancar el punto siguiente", le dice a El Litoral Martín Loyarte.
"Algo que lo hace mucho mas divertido es que se juega en dobles solamente y eso te permite divertirte y tener momentos donde tu compañero puede ayudarte a cambiar el aire y cubrirte cuando andás flojo. Deportivamente creo que en el pádel activás muchísimos músculos del cuerpo y eso también está muy bueno. Tal vez el punto flojo es el tema de las lesiones, principalmente de rodillas, aunque creo que hay mucho mito detrás de ello, porque si miramos otros deportes podemos encontrar el mismo nivel de lesiones. Creo que lo importante es conocer tus límites y tener una preparación previa", asevera el jugador.
"Las 'palas' (Paletas) son totalmente diferentes a las iniciales de este deporte. Hoy combinan fibras de carbono con goma eva soft, foam y otros materiales que propinan cualidades específicas para cada tipo de jugador o gustos. Antes eran 'paletas' y nada más. Además, quiero destacar también que este deporte cuenta con muchísimos profesores de muy buen nivel que enseñan en todos los clubes y hacen un trabajo increíble. Yo recomiendo siempre tomar una clase semanal (mínimo) para mejorar el juego y también para evitar lesiones, ya que muchas de ellas se generan por movimientos inadecuados al rotar o saltar", añade Loyarte.
Según Ignacio Andreychuk (jugador Ajupa y APA, 36 años), "el pádel atraviesa, a mi entender, su momento dorado. Es muy similar a la época de máximo esplendor, allá por comienzos de los '90. La diferencia central radica en que las superficies, las pistas en general y del primer al último elemento para su práctica cuentan con un gran nivel de sofisticación que lo hace más amigable con todas las edades. Incluso, el contagio es tal que se instaló casi del mismo modo en hombres y mujeres, por lo cual la socialización también es un punto saliente de este presente del pádel amateur".
"Ni bien se habilitó el deporte al aire libre durante la primera ola de la pandemia, en 2020, nos miraban raro al estar practicando pádel a la vera de la laguna Setúbal, en pleno invierno, a las 8 de la mañana. Incluso, hoy arrancamos a las 7.15 algunos días, y está totalmente naturalizado tomar clases desde la mañana temprano, algo que no ocurría", añadió.
"Es cierto -prosiguió- que la pandemia dio un impulso al deporte por necesitar menos gente para jugarlo, tener espacios abiertos o cerrados pero amplios, y muchas más canchas que antes. Pero este deporte está alimentado por la pasión y es ese espíritu el que lo proyecta a seguir creciendo en todo el mundo".