"Fertonani pintaba rápidamente para evitar que la sensación del momento cambiase. Conocía el oficio. En él, color y materia no son casuales, son expresiones de una fuerza interior que pugna por salir". Nilda Marsili.

El Museo Rosa Galisteo fue, hace 60 años, el marco para una obra en plena transformación: del paisaje figurativo a la pintura como pensamiento. Jorge Taverna Irigoyen, según su reseña, vio en Fertonani a un “pintor de severa austeridad estética”.

"Fertonani pintaba rápidamente para evitar que la sensación del momento cambiase. Conocía el oficio. En él, color y materia no son casuales, son expresiones de una fuerza interior que pugna por salir". Nilda Marsili.
Si fuera necesario escribir una crónica de la historia de la plástica santafesina, Ernesto Fertonani (1920-2003) ocuparía varios párrafos. Es que unió rigor y lirismo: tras dos décadas de abstracción, en los 70 volvió a una figuración libre.
Nacido el 20 de noviembre de 1920, se formó en la Escuela Nocturna Leandro Alem y luego en la Escuela Mantovani, donde egresó con el título de Profesor de Dibujo.

Asistió a los cursos de composición y pintura abstracta dictados por Oscar Herrero Miranda (un pintor a quien nos referimos varias veces en esta sección) cuyas enseñanzas lo orientaron hacia una búsqueda estructural y expresiva.
Fue miembro fundador del Grupo Setúbal, colectivo que marcó el inicio de una modernidad pictórica en Santa Fe y propuso un diálogo con las corrientes nacionales y latinoamericanas del arte de posguerra.
Su trayectoria se desplegó entre salones nacionales, provinciales y municipales desde 1946, y participó en exposiciones colectivas e individuales en Mar del Plata, Tucumán y la Mesopotamia.

A lo largo de su carrera obtuvo el Premio Estímulo en el Salón de Artistas Plásticos de Santa Fe, el Premio Comisión Nacional de Cultura y el Gran Premio Adquisición del Salón de Ceres.
Además de su labor artística, ejerció la docencia, fue restaurador y dibujante del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, y actuó como jurado en salones nacionales y provinciales.
"Un trabajador incansable dentro de la plástica santafesina". Así lo definió Domingo Sahda, agregando que "una mixtura de realidad e irrealidad envuelve a cada uno de sus trabajos, esencialmente aquellos que transfiguran la imagen-motivo para convertirla en una metáfora netamente sensitiva".

En octubre de 1965, el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez presentó una muestra individual de Fertonani que abarcaba su producción entre 1955 y 1965.
La exposición fue un punto de inflexión: mostraba el tránsito del artista desde una pintura figurativa y atmosférica hacia una poética de la síntesis y la depuración formal.
El crítico Jorge Taverna Irigoyen, en su reseña publicada el 29 de octubre de 1965, observó que la muestra "impresiona positivamente por la unidad del conjunto y el claro sentido de los valores plásticos que refleja".

Taverna verificó en Fertonani un "artista de maduros propósitos" que "ha sabido ir dando su obra sin premuras, en la reflexión productiva, en esa suma de libertad y de obediencia que todo creador debe practicar cuando desee ser: no sólo fiel a sí mismo, sino también a la sociedad de la cual emana y a la que se debe".
El crítico también remarcó que "sin dejarse dominar por la técnica ni convertirse él mismo en un dominador de la materia pictórica, Fertonani ha demostrado poseer ese raro balance de sentimiento e inteligencia en cuyo centro la obra es más un medio que un fin existencial".
Esa tensión entre disciplina y sensibilidad se reflejaba en un proceso pictórico que avanzaba con serenidad. "En una permanente y dócil secuencia, sus óleos se van hilvanando, son testigos los unos de los otros, como de una larga marcha hacia un único y definitivo horizonte", escribió Taverna.

El recorrido curatorial de la muestra de 1965 iniciaba con escenas de clima ciudadano (fechadas entre 1955 y 1957) donde "los carros y los mateos coadyuvan en el logro de las transparencias atmosféricas", según la descripción del crítico.
A partir de 1959, Fertonani empezó a liberar progresivamente la forma. "Capta unas figuras muy primitivas y sin exaltaciones, tratando de alcanzar, por sobre todo, un color que le sea firmemente sensitivo en su sensorialidad", escribió Taverna.
El punto de quiebre llegaría después de 1961, cuando el color se convirtió en protagonista absoluto. "Un color resuelto, de carácter muy saturado y de valores enfrentados, que en algunas oportunidades magnetiza el espacio y desborda el plano con sus timbrismos".

A través de esos rojos, azules y ocres intensos, el artista alcanzaba una síntesis donde la naturaleza visible se transfiguraba en experiencia poética.
Para Taverna, esta decantación definía su estética. "Pintor de severa austeridad estética, este artista ha ido ahondando más y más las esencias líricas de su propia individualidad, convirtiendo su trabajo en un verdadero proceso de definiciones".
Cuando José Luis Roces evocó a Fertonani en 2013, a diez años de su fallecimiento, indicó que "la vigencia de su obra de Fertonani se sostiene en la idea de su preocupación por determinados conceptos que debemos constantemente revisitar".

"¿No es acaso un valor de la contemporaneidad el que podamos volver una y otra vez a relacionar conceptos supratemporales como sostén de lo permanente?", se preguntó Roces.
Tal afirmación da cuenta de la atemporalidad de su obra. En tiempos de consumo estético acelerado, Fertonani representa el otro camino, el de la observación lenta, la forma como pensamiento y el color como respiración.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.