Este 21 de junio se cumplen 89 años de la muerte de Atilio Malinverno, uno de los paisajistas argentinos más valorados de la primera mitad del siglo XX. Pintor de arboledas, llanuras y sierras, eligió el trabajo solitario antes que la fama.

Fue contemporáneo de Fader y Quirós, pero eligió una vida discreta. Su obra, centrada en árboles y sierras, es clave para entender el paisaje en el arte nacional.

Este 21 de junio se cumplen 89 años de la muerte de Atilio Malinverno, uno de los paisajistas argentinos más valorados de la primera mitad del siglo XX. Pintor de arboledas, llanuras y sierras, eligió el trabajo solitario antes que la fama.
Malinverno nació en Buenos Aires en el año 1890. Se formó en los talleres de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, guiado por maestros como Reinaldo Giudici y Eduardo Sívori.
Desde joven, tuvo conciencia respecto a que el paisaje sería su camino. En 1910 fue premiado en el Salón Internacional del Centenario, lo cual marcó su ingreso al circuito artístico.

Compartió época con gigantes como Fernando Fader y Cesáreo Bernaldo de Quirós, y según el galerista Ignacio Gutiérrez Zaldívar, estuvo a la misma altura que ellos.
Pero su perfil bajo y su vida repartida entre el arte y el trabajo -fue inspector de escuelas desde 1930 y empleado en una agencia de publicidad- limitaron la difusión de su obra.
"Apegado por su temperamento a la meditación y la soledad, se dedicó exclusivamente al paisaje y su obra aún no alcanzó una difusión acorde a su calidad", escribió Zaldívar.

Según información del Museo Sívori fue "bautizado por la prensa como ‘el pintor de los árboles’", capaz de desplegar una maestría sin par para llevar a la tela sauces y eucaliptos, que se prestaban "a su preocupación constructiva y decorativa".
"Sus árboles y sus eucaliptos hablan por él. Tronco y follaje cruzan sus telas en línea vertical para darnos el más completo de los autorretratos; el retrato interior, el de su alma", escribió Emilio Pettoruti.
Malinverno encontró en esos paisajes una síntesis entre técnica y emoción. Su pincelada, con raíces en el impresionismo y en los macchiaioli italianos, captó la atmósfera sin perder la estructura.

"Es el dibujo el que enfatiza las formas y le otorga solidez a las composiciones", explicó María de la Paz López Carvajal.
Sus primeros motivos surgieron de los alrededores de Buenos Aires: los bosques de Palermo, la costa del río de la Plata, y las quintas de Hudson y Quilmes. Pero un viaje a Córdoba en 1922 le abrió un nuevo universo visual: valles serranos, ranchos, algarrobos, álamos y capillas comenzaron a poblar sus telas.
"Cuando en 1922 viajó por primera vez a Córdoba, quedó deslumbrado por el paisaje serrano y a partir de entonces se incorporaron a su temática", recordaba Gutiérrez Zaldívar.

Pintaba en las horas que le dejaba libre su trabajo. Con su mujer y sus hijas recorría el país en busca de paisajes. Su hija recordaba la mano de su padre "moviéndose grácil para formar, en pocos trazos, un árbol".
"Malinverno pintó la belleza sugestiva de árboles y horizontes", dice la Fundación Arte de las Américas. "Sus creaciones pertenecieron al movimiento de renovación plástica postimpresionista que se inició a principios del siglo XX".
Malinverno murió el 21 de junio de 1936, a los 46 años, cuando preparaba una exposición. Pero su obra, silenciosa y sólida, quedó flotando en la historia del arte argentino.

"Con pincelada jugosa y una paleta rica en gamas de verdes, que se tornan cálidos a la luz del sol, pintó estos árboles, que protagonizan muchos de sus cuadros", remarcó Gutiérrez Zaldívar.
En el aniversario de su muerte, cabe revisar su trabajo. En sus telas, hay un país contemplado con amor, una sensibilidad constructiva, una poética del silencio.
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