"Hay mucha felicidad en la vida sencilla". La historia de Maud Lewis se parece mucho a la de Christy Brown, el pintor y poeta irlandés que superó su parálisis cerebral aunque solo podía controlar su pie izquierdo.
A pesar de su artritis severa y una vida de privaciones, dejó en sus obras una visión luminosa de la vida rural canadiense.
"Hay mucha felicidad en la vida sencilla". La historia de Maud Lewis se parece mucho a la de Christy Brown, el pintor y poeta irlandés que superó su parálisis cerebral aunque solo podía controlar su pie izquierdo.
El punto en común entre ambas vidas, es que las limitaciones físicas no fueron impedimento para dejar una obra de valía. Lo que el cuerpo no podía lograr, lo hacían en cambio la fuerza de voluntad y el talento.
En el caso de Lewis, que nació el 7 de marzo de 1903, no tuvo formación académica. Sus recursos eran muy limitados y sufrió desde su infancia artritis reumatoide, que deformó sus manos y limitó su movilidad.
Influenciada por la tradición del arte popular canadiense, creó sin embargo un estilo caracterizado por las formas simplificadas y la visión optimista, idealizada, de la vida rural.
Las pinturas de Maud Lewis son, en general, escenas campestres con bueyes, casas de techos coloridos, gatos de ojos grandes y paisajes inspirados en su entorno.
Su estilo, cercano al arte naïf, remite para los especialistas a una perspectiva “infantil y espontánea”, que la hace irresistible.
Sin acceso a materiales tradicionales, Lewis pintaba sobre madera, cartón y hasta en las paredes de su casita, que se parecía un “museo vivo” construido en base a su simple visión del mundo.
A medida que su popularidad creció, su producción se volvió más sistemática: creó varias versiones de sus escenas icónicas.
Por años, Lewis vendió sus obras en la puerta de su casa, por montos mínimos. Su marido, Everett Lewis, un pescador y vendedor ambulante, promocionaba sus pinturas entre los clientes que buscaban leña o provisiones.
Sus cuadros, inicialmente adquiridos por vecinos y turistas, comenzaron a llamar la atención de coleccionistas y galeristas recién en la década de 1960.
En 1965, un diario de Toronto Star publicó un artículo con su historia, que generó gran interés. Al año siguiente, se hizo un documental sobre su vida.
Su fama creció hasta el punto de que el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, adquirió una de sus pinturas para la Casa Blanca.
Pero Lewis estaba destinada a la vida austera: nunca recibió grandes sumas por su trabajo, y la mayor parte de sus cuadros fueron vendidos por precios irrisorios en comparación con el valor que alcanzarían tras su muerte, en 1970.
En 2016, la película "Maudie", dirigida por Aisling Walsh, se centró en la historia de Maud Lewis. Protagonizada por Sally Hawkins y Ethan Hawke, la película describe su relación con Everett y el proceso de construcción de su obra.
"Maudie" es un retrato íntimo de la artista, que muestra su resiliencia ante la enfermedad, la pobreza y el aislamiento. La interpretación de Hawkins recibió elogios.
La película permite reflexionar sobre un punto: Lewis no pertenecía a movimientos vanguardistas ni revolucionó el canon artístico. Pero su obra logró lo central: emocionar.
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