Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Una fecha propicia para evocar a mujeres que, por algún motivo, dejaron algo trascendente para las generaciones por venir.
Su arte es una invitación a perderse en mundos donde lo doméstico se vuelve sobrenatural y lo siniestro, poético. “Yo soy delirante porque mi vida es delirante”, dijo una vez.
Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Una fecha propicia para evocar a mujeres que, por algún motivo, dejaron algo trascendente para las generaciones por venir.
Una de ellas es Mildred Ethel Azcoaga Burton, artista plástica nacida en Paraná el 28 de diciembre de 1942: su vida y su obra son una síntesis de lucha y creatividad femeninas.
"No tuvieron en cuenta que nací un 28 de diciembre en América del sur entre achiras, ceibos, yaguaretés y curiyús, y bajo la advocación de Ajotaj, viento vengador latinoamericano", afirmó en una oportunidad.
Mildred creció en un entorno familiar atravesado por influencias inglesas y alemanas. Mostró un precoz interés por la literatura fantástica y los cuentos populares, cuyo aura que más adelante estaría presente en su obra artística.
Estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Entre Ríos y se perfeccionó en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación Ernesto de la Cárcova.
En su vida, Burton enfrentó adversidades. Gustavo Labriola las recuerda en un artículo publicado en El Diario: "un padre autoritario, un marido intolerante y malicioso y una sociedad a la que le interesaba que no escape a su destino doméstico".
"Ese ambiente controlado y perturbador le fue conformando no sólo el carácter sino también el deseo de desafiar las imposiciones y aventurarse a otros ámbitos, como actuar, en su juventud, incluso para sobrevivir económicamente, en el cabaret Dragón Rojo, cantando canciones de la Guerra Civil Española", agrega Labriola.
Pese a todo, su deseo de libertad y expresión artística la llevó a trascender esos ambientes represivos para continuar su carrera como pintora, dibujante y grabadora.
La obra de Burton se inscribe dentro del surrealismo y el realismo mágico, con influencia de artistas como René Magritte y Leonora Carrington. Creó micromundos que reflejan tanto lo literario como lo visual.
Sus pinturas y dibujos están poblados de personajes enigmáticos, escenarios oníricos y una iconografía que mezcla lo cotidiano con lo inquietante.
"Lo insólito se convierte en una constante a medida que se avanza por la sala. Así como la sensación de que Mildred nos posiciona con sus obras, en situaciones in media res" escribió Candelaria Penido al reseñar una muestra de obras de Burton.
Los retratos de figuras humanas con cabezas de animales, los interiores victorianos habitados por seres fantásticos y las arquitecturas imposibles son algunas de sus temáticas recurrentes.
Sus trabajos están impregnados de una impronta siniestra y fantasmagórica, con elementos del surrealismo europeo y referencias a la cultura argentina.
"Yo soy delirante porque mi vida es delirante y mi mundo también lo es. Hay un delirio en mí que no puedo detener. Vivo al borde del desequilibrio", dice la propia artista Burton en una cita incluida en el libro "Mildred Burton. Atormentada y mordaz", de Victoria Verlichak.
Burton utilizó su arte como un medio para abordar temas sociales y políticos. Cómo escribió Laura Feinsilber, en su obra hay críticas a las costumbres reveladoras de una falsa moralidad y a la represión social.
A lo largo de su carrera, participó en más de 500 exposiciones individuales y colectivas. Que configuran, como dijo la crítica de arte Victoria Verlichak, “un mundo artístico de leyenda y libertad, con una imaginería fantástica y detalles salvajes, sagaces asociaciones y ocasionales apropiaciones”.
Falleció el 30 de agosto de 2008 en Buenos Aires. Pero, como afirmó Imanol Subiela Salvo en un artículo publicado en Página 12, “siempre se vuelve a Mildred Burton. Nadie quiere dejarla ir. O no puede. El mundo la reclama, como si fuera una celebridad, una estrella del espectáculo”.
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