Lo que une a Van Gogh con los artistas del litoral
A 135 años de su muerte, analizamos como una vertiente de las obras del holandés dialoga con los trabajos de Arancio, Estrada Bello, Supisiche y López Claro.
"Campesinos plantando papas" de Van Gogh, año 1884. Foto: Kröller-Müller Museum
La historia del arte puede leerse como una larga serie de omisiones. Durante siglos, catálogos, academias y salones parecieron coincidir en qué valía la pena mirar: las batallas, las cortes, los retratos de encargo, las exuberancias del poder. Pero hubo quienes eligieron otro camino.
Uno de ellos fueVincent Van Gogh, que falleció hace justo 135 años, un 29 de julio del año 1890. Cuya obra todavía hoy resulta, en varios sentidos, incómoda, vigente y necesaria.
"Campo de trigo con segador" de Van Gogh. Foto: Museo Van Gogh
Entre los muchos aportes de Van Gogh, hay uno que lo vincula con ciertos artistas del Litoral argentino del siglo XX: su decisión de pintar a los que nadie miraba, y hacerlo sin retórica, con una mirada compasiva.
La pintura como forma de compañía
Van Gogh no quiso denunciar al campesino en sus pinturas, tampoco idealizar su existencia. Apostó a no dejarlo solo. En cuadros como "Los comedores de papas" hay una lámpara y cinco cuerpos que cenan lo que arrancaron del suelo. Fue una de sus obras menospreciadas en vida: tal vez porque hay demasiada verdad en ella.
"Los comedores de patatas" de Van Gogh. Foto: Museo Van Gogh
Esa "verdad pictórica", esa voluntad de estar al lado y no por encima, atraviesa también parte de la obra de Ricardo Supisiche, quien pintó cuerpos delgados, anónimos, marcados por la luz del litoral. En sus figuras hay una soledad que no es para conmover, sino para decir "están ahí".
Obra de Ricardo Supisiche. Foto: Archivo
Algo similar ocurre con César López Claro, pero en él la pincelada se asocia con su época. Pintó en los años ‘40 y ‘50, cuando el arte latinoamericano empezaba a asumir un creciente compromiso social.
"Mujer en la laguna" de López Claro. Foto: Gentileza AG Arte
En cuadros como "Mujer en la costa" o "Mujer en la laguna", la figura aparece suspendida en el tiempo, modelada por la espera, tallada en un contexto histórico, como en Van Gogh: no es el paisaje el que manda, sino el cuerpo que lo transita.
Retratar al otro, retratarse uno
Uno de los gestos más humanos de Van Gogh fue retratar a las personas que lo rodeaban. En esos rostros sencillos, pintados con colores violentos o pinceladas quebradas, hay un intento de inmortalizar el vínculo.
"La flor de cardo" de Estrada Bello. Foto: Museo Rosa Galisteo
Esa misma ética pictórica está en la obra de Enrique Estrada Bello, cuyos retratos buscan decir la verdad de un rostro. Obras como "La despedida" o "La flor de cardo" no idealizan a sus personajes, los cuidan.
Como Vincent Van Gogh, Estrada Bello entendió que la pintura puede ser una acción vinculada con el afecto, una especie de memoria íntima que después se vuelve pública.
"The Shower". Foto: Museo Kröller-Müller
Dibujo, estudio, camino
Si Van Gogh fue un gran colorista, también fue un dibujante obsesivo. Sus apuntes, bocetos y estudios son testimonio de una mirada meticulosa, que buscaba la esencia del paisaje y del cuerpo con grafito, tinta o carbonilla.
Obra de Juan Arancio. Foto: Archivo
En eso hay una línea directa con Juan Arancio, que supo dibujar como nadie la costa santafesina. Sus estudios de personajes, sus apuntes de pescadores, mujeres, embarcaciones, dan cuenta de alguien que caminó el paisaje y lo pensó con el cuerpo.
No hay en Arancio "nostalgia de postal": hay experiencia y fe. Esa misma fe que Van Gogh cifraba en cada surco de su campo y en cada sombra de una mano trabajadora.
Obra de Juan Arancio. Foto: Archivo
Un arte que no pide permiso
A 135 años de su muerte, Van Gogh sigue sin entrar del todo al canon. Su pintura desborda las categorías del "genio" o del "loco". Lo que hizo fue mirar donde nadie quería mirar, y hacerlo sin pedir permiso.
"El pastor con un rebaño de ovejas" de Van Gogh. Foto: Museo Soumaya
Esa misma actitud encarnaron muchos artistas santafesinos del siglo XX: pintaron los márgenes, el barro, la pobreza sin pintoresquismo, la orilla como materia espiritual.
No hay que forzar similitudes técnicas: el lazo está en la sensibilidad. En la pintura entendida como testimonio, como acto de compañía. Como una forma de decir: "Yo también estuve ahí. Y vi esto".
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