El día que Reutemann conquistó Nürburgring y se volvió leyenda
Fue el 3 de agosto de 1975. El santafesino largó décimo, ganó con una estrategia brillante y se consagró en el circuito más temido del mundo. Así construyó uno de los triunfos más grandes del automovilismo argentino.
Reutemann en Nürburgring: el festejo de una gesta inolvidable.
Carlos Alberto Reutemann llegó al Gran Premio de Alemania con algo más que talento: con un plan. Sabía que para ganar en el Nordschleife no alcanzaba con acelerar. Había que pensar, cuidar el auto, aprender cada curva. Y eso hizo. Recorrió el trazado con un expiloto local, escuchó consejos, entendió secretos. El domingo, cuando todo se alineó, ejecutó su obra maestra.
El “Infierno Verde” tenía 22,8 kilómetros por vuelta. A lo largo de ese circuito brutal, 25 pilotos tomaron la salida. Solo 8 cruzaron la meta. Entre ellos, Lole, que no solo ganó: humilló. Le sacó 1 minuto 37 segundos al segundo. Y más de 2 minutos al tercero, nada menos que Niki Lauda.
La estrategia invisible
La clave fue la puesta a punto y la elección de neumáticos. Reutemann, gran tester, probó tanques llenos, calibró el auto para cuidar las cubiertas. Mientras todos buscaban bajar tiempos en clasificación, él se dedicó a entender qué gomas resistirían. Su ingeniero, el genial Gordon Murray, dudó. Pero Lole tenía razón.
Cuando Lauda pinchó una goma y Regazzoni rompió el motor, Carlos tomó la punta y nunca miró atrás. Mientras todos sufrían con las banquinas y las piedras, él se mantuvo sobre el asfalto. Inteligente. Preciso. Letal.
Reutemann en Nürburgring: el festejo de una gesta inolvidable.
Una victoria cerebral
“No cometí errores”, dijo después. “No fui siempre a fondo, le di respiros al auto. Esa es la clave en Nürburgring”. Lo explicó sin grandilocuencias, como hablaba él. Pero todos sabían que lo que había hecho era monumental.
El propio Murray lo reconocería años más tarde: “Crecimos juntos. Carlos pensaba la carrera desde antes de largar. Mientras otros pilotos analizaban lo que pasó, él ya sabía lo que iba a pasar”.
El podio y la historia
Laffite y Lauda lo acompañaron en el podio, pero el mundo miraba al argentino. Tenía 33 años y era su cuarto año en la Fórmula 1. Ganó ese día, pero también ganó respeto. El que da Nürburgring. Ese circuito que no perdona. Ese circuito que elige a sus maestros.
El podio de Alemania: Laffite (2º), Reutemann (1º) y Lauda (3º).
Esa noche, en Alemania, ya se hablaba de Ferrari. Montezemolo había cenado con periodistas y deslizado interés. Un año después, Lole vestiría el rojo. Pero todo empezó ahí, ese 3 de agosto de 1975, cuando el Día del Niño en Argentina coincidió con el nacimiento de una leyenda en el Infierno Verde.
Un santafesino eterno
Carlos Reutemann fue mucho más que un piloto. Fue símbolo de inteligencia, de preparación y de respeto por el deporte. Y su victoria en Nürburgring no fue casualidad: fue el resultado de una mente brillante y un talento enorme, nacido en la ciudad de Santa Fe.
A 50 años de aquella gesta, su nombre sigue grabado en el templo del automovilismo. En los muros del Nordschleife hay una placa que lo nombra como “Maestro de Nürburgring”. La merece. La honra. Y nosotros lo recordamos.
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