“Ese fue el final de la frase que él me dijo. Él arranca diciéndome que no importaba todo lo que había sufrido el último año con todas la críticas que había recibido porque había jugado poco, que era mi momento, que era el momento en el que mi historia se iba a dar vuelta. Y me termina diciendo ‘a partir de hoy te convertís en héroe”, dijo “Chiquito” Romero cuatro años después de aquél momento. El 9 de julio de 2014, Argentina jugaba la semifinal del Mundial de Brasil contra Holanda en el Arena Corinthians de San Pablo. Habían pasado 120 minutos dramáticos como aquéllos, en ese mismo estadio, contra los suizos. Era la tanda de penales. Y a Mascherano se le ocurrió motivar a Sergio Romero como nadie lo hubiese conseguido. Se paró delante de él, lo miró a los ojos y desafió con sus gritos el bullicio de 47.000 espectadores. “Chiquito” lo escuchó, por supuesto que lo escuchó. Esos dos penales que le detuvo a Vlaar y Sneijder fueron determinantes para ganar la tanda y clasificar al equipo para la final en el Maracaná.
El fútbol tiene estas historias más emparentadas con lo emocional, con la fuerza y el valor que alguien puede darle a un compañero para desafiar los nervios, la incertidumbre y hasta los miedos. ¿Fue determinante lo que le dijo Mascherano?, nadie lo puede saber, salvo Romero. Quizás él pueda atestiguar con fidelidad y sinceridad si aquél “hoy te convertís en héroe” caló tan hondo y fue tan determinante en esa definición espasmódica y desesperante para llegar a la final con esos alemanes que todavía disfrutaban del 7 a 1 a Brasil de la noche anterior.
El recuerdo que uno guarda de aquella noche, desde el pupitre de El Litoral en el Arena Corinthians, es imborrable y así permanecerá hasta el último de los días. Las lágrimas de los colegas que lloraban la muerte del “Topo” López la noche anterior, en una emoción que contrastaba con la alegría de la victoria. O no. Las dos cosas juntas, provocando el estallido de los corazones. Y la gente, la multitud, la euforia que no se acababa y que “obligó” a los jugadores a permanencer en la cancha un largo rato, festejando en los cuatro costados.
Seis años pasaron de “hoy te convertís en héroe”. Seis años que no son nada, porque parece que ayer mismo gritábamos, como hinchas, un triunfo dramático e histórico que nos llevaba de la mano a jugar una nueva final del mundo.