El Flaco Menotti soñaba con armar la dupla Piazza-Passarella. Había probado opciones durante la etapa previa a aquel Mundial de 1978. Olguín y el “Perro” Killer habían jugado en esos puestos. No había tenido en cuenta a otros grandes defensores de ese momento, como Perfumo, “Cacho” Heredia o “Pancho” Sá. Se nota que buscaba renovación y gente joven. Pero ese “melenudo” (aunque cueste creerlo para quienes lo conocieron con su calvicie como técnico de Colón) que deslumbraba en el Saint Ettiene lo tenía maravillado al técnico de la selección. Y Menotti quería que Osvaldo Piazza no sólo juegue el Mundial, sino que sea el capitán del equipo.
—¿Es tu gran deuda en el fútbol, Osvaldo?
—Mirá, uno se plantea objetivos en la vida. Yo, hasta los 18 años laburaba de día y el técnico me esperaba a la noche en Lanús para entrenar. Siempre pensaba que se me podía dar. Primero quería jugar en Lanús, después que me transfieran, y así se fue dando todo. En Lanús estuve ocho meses sin cobrar y ya me había casado. Si no fuera por el gerente de un banco de Lanús, perdía mi casa.
Era siempre capitán, desde las inferiores. ¿Sabés cómo debuté en Primera?
—Fui el último de mi camada en llegar. En un partido contra Boca lo echan a Cornejo y el presidente de entonces era Onganía, que había decretado que los jugadores que eran expulsados, tenían que estar un mes en prisión. Por esa locura, debuté ante Estudiantes. Yo quería jugar un Mundial. Por eso, en el 76, cuando me pidieron que me haga francés, dije que no. Yo ya había jugado en la selección.
—¿En la Minicopa de Brasil del 72?
—Claro. Ese equipo lo dirigía Pizzutti, fue antes de que agarrase el Cabezón Sívori. Fue antes de irme a Saint Ettiene (N. de R.: en ese equipo estaban Santoro, Dominichi, Heredia, Bargas, Pastoriza, Mastrángelo, Brindisi y Avallay, entre otros). Y vuelvo a lo otro, me pagaban para que me haciera ciudadano francés y yo les dije que no. Muchos me decían que era un estúpido, pero yo anhelaba jugar un Mundial. En el 74 no fui convocado y me jugaba al del ‘78, ya tenía 32 años. En Francia no iba a poder jugar, porque ya había jugado para Argentina. Y Menotti me viene a buscar.
—¿Qué recordás de ese momento?
—Que me dijo que me quería en abril en la Argentina. Me quería a mí, a Quique Wolff y a Kempes. Me dijo que mandaba un emisario para que arregle todo con Saint Ettiene, que no me hiciera problemas.
—¡Claro...! Me fui derechito a Moreno, me acuerdo que adelantamos el nacimiento de mi segunda hija, que nació por cesárea, para que yo esté el 2 o 3 de abril. Entonces, me dijeron que me prepare para un gran despelote, que el Mundial era una cuestión de Estado en Argentina. Cuando llegué a Ezeiza, me acuerdo que la veo a mi mamá a cien metros, en un vallado y no le pude dar ni un solo beso.
—Yo tenía un problema en el nervio ciático, el doctor Oliva me infiltraba en la columna y estaba bárbaro. Entrené cuatro días y se jugaba un amistoso con Rumania en cancha de Boca. César me preguntó si quería jugar y le dije que prefería esperar otro partido. Después de ese partido con Rumania, teníamos libre. Yo fui al otro día a la Afa para la infiltración y ahí llama el director de un hospital y anuncia el accidente de mi esposa en Francia. El Flaco Menotti me avisa que no eran buenas noticias. Era la noche de Argentina y la madrugada de Francia. Llegando a un peaje se desvaneció y le dio de lleno al hormigón de la cabina del peaje.
—No, con mis dos hijas que eran muy pequeñitas... Ahí, César me dice que vaya tranquilo, que me iba a esperar. Tenía una seguridad total de que iba a estar... ¡Pizzarotti me dijo que iba a ser el capitán...! Llegué y me encontré con un problema mayúsculo, mi mujer tenía varias fracturas y una de las nenas, la más grande, estaba también con muchos golpes y una fractura de cráneo. La más chiquita, que tenía apenas días de vida, fue la que menos sufrió... Tuve que renunciar, le dije a César que lo lamentaba más que nadie porque era la gran posibilidad, venía de ganar tres copas de Francia, tres campeonatos, la Champions League, llegar a la final con un equipo francés cuando el último había sido el Reims allá por el 58 o 59. Era muy duro para mí.
—El Flaco se portó de maravillas... Me dijo que lo pensara bien, que no me apurara, que él me esperaba diez días más. El torneo arrancaba en junio, algo de tiempo había para que me pudiera meter en el funcionamiento del equipo... El Flaco sabía la que quería... Pero lo importante en ese momento era recuperar a mi familia, no podía meterme otra idea en la cabeza.
—Y quedó pendiente la materia...
—Sí, es la gran materia pendiente de mi carrera. Después me tocó irme de Francia y volver a Vélez.
—¿Sabés que siempre se habló de tu problema de lumbalgia?
—Sí, ya sé. Pero la realidad fue otra. Por eso, aquella lesión que tenía en el nervio ciático no era un impedimento, al punto tal que seguí jugando al fútbol por un tiempito más... El verdadero problema fue el otro, muchísimo más grave... Menotti se cansó de decirme que me esperaba, pero mi decisión de renunciar estaba tomada.