Por Gustavo J. Vittori
La solución final es tan liviana como el puente que se proyecta. El curso de la noticia fue tan retorcido como los meandros que dibuja el Salado, río que la nueva estructura que unirá a Santo Tomé con Santa Fe habrá de cruzar. La sorpresa de muchos se relaciona con el juego de las escondidas que precedió al impresentable anuncio. Los promotores de la participación ciudadana en la toma de decisiones públicas escabulleron toda discusión que pudiera darle músculo regional al proyecto largamente postergado y ahora modificado entre gallos y medianoche.
Norberto Velazco, presidente de la Unión Industrial de Santa Fe, dijo que esa entidad nunca fue consultada respecto del proyecto. Lo mismo ocurrió en el último tramo con las otras instituciones señeras de la producción y el comercio santafesinos. En cambio, la presidenta del Centro Regional del Comercio, la Industria, Agricultura y Ganadería de Santo Tomé, se manifestó con fuerza a favor del proyecto acordado por las municipalidades de ambas ciudades y bendecido por el gobierno provincial. La dirigente se pronunció en contra de una hipotética autopista en altura de la que, quienes seguimos el tema desde hace años, escuchamos hablar por primera vez y puntualizó que el tránsito pasante no le deja un peso a Santo Tomé. La visión puede ser válida si se observa el problema con ojos ensimismados y se concibe al puente como una pieza autosuficiente, desligada del nodo logístico metropolitano y de la traza de uno de los corredores centrales que integra transversalmente la red de comunicaciones de la Región Centro y, en un espectro ampliado, la trama del comercio bioceánico en el subcontinente.
Decisiones como la que motiva este comentario crítico, tomada entre cuatro paredes, sin el oxígeno que aporta la discusión exigente y el panorama que ofrece el prisma del desarrollo estratégico, explican en parte la decadencia del aglomerado Santa Fe-Santo Tomé y sus espantosos índices de desocupación, muy por encima del promedio nacional.
Una vez más ha primado la mirada doméstica y vecinal sobre la visión estratégica que integra cada una de las acciones en un sistema orientado a cambiar la tendencia declinante, crear actividad económica genuina, promover puestos de trabajo, mitigar la pobreza, morigerar los conflictos sociales y encender la esperanza.
La solución tripartita y endogámica transmitida a Vialidad Nacional tira por la borda años de trabajo y compromisos políticos vigentes. Baste recordar que en 2004, los gobernadores de las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba -constitutivas de la Región Centro- acordaron con el gobierno nacional, entre las obras de infraestructura consideradas prioritarias, una autovía de 600 kilómetros de extensión que habría de unir a las ciudades de Concordia, Paraná, Santa Fe, Santo Tomé, San Francisco y Córdoba. De esa traza, el primer tramo en ejecución -de unos 140 kilómetros- vincula a Santo Tomé con San Francisco a través de la Ruta Nacional 19. Y también avanza el segmento de la Ruta Nacional 168 entre Colastiné Sur y el Túnel Subfluvial.
A esta altura, vale recordar que uno de los argumentos que convenció al Banco Mundial para cambiar el destino de un crédito apuntado a la reforma administrativa del Estado provincial hacia la construcción de la autovía en la 19, fue su carácter de alimentadora natural del futuro puerto regional de Santa Fe sobre la vía troncal del río Paraná. Es que los técnicos de la entidad internacional no conciben a las obras como piezas sueltas sino como partes integrativas de un sistema eficiente para promover el desarrollo.
Ésa es la manera de obtener resultados sostenidos en el mediano y el largo plazo. Y ése, el modo en que debería abordarse la cuestión del proyectado puente Santo Tomé-Santa Fe, devenido a último momento en una estructura restringida al tránsito liviano. Si se entiende al aglomerado Santa Fe-Santo Tomé como un nodo logístico metropolitano, las piezas encuentran su lugar con naturalidad. Sin duda, la estación ferroviaria del aglomerado -para cargas y pasajeros- que el futuro deberá restituir por razones de costos y reducción de impactos ambientales, no puede ser otra que la ubicada en Santo Tomé. En esa orilla del Salado también está el aeropuerto de Sauce Viejo, y el parque industrial del mismo nombre sobre la Ruta Nacional 11, así como la configuración de otra espina industrial en la Ruta Nacional 19 -entre Avenida Luján y la autopista Santa Fe-Rosario- y una extensión del mismo tipo contra esta última vía de comunicación terrestre.
Santo Tomé y la sección limítrofe de Sauce Viejo, en rigor, próxima a la primera, constituyen una zona de producción industrial de significativo volumen, a la vez que un sitio de implantación de centros del transporte de cargas y pasajeros por tierra y aire. Por eso, el Centro Comercial de Santa Fe ha enarbolado como propuesta importante, la creación de una playa de transferencia de cargas en las inmediaciones del aeropuerto. Las funciones logísticas y productivas de Santo Tomé son evidentes, y esa realidad implica movimiento de cargas, así como la ágil complementación con Santa Fe para mejorar la oferta del nodo y hacer eficientes los flujos del comercio mediante la articulación de los diversos modos del transporte. En este sentido, la comunicación por vía férrea y caminera con la futura extensión del puerto de Santa Fe a la vera del Paraná es clave para la determinación de los costos integrados del transporte con la sustancial participación del flete por agua que mejora notablemente la ecuación.
Sin embargo, estas fundamentales consideraciones para la definición de una oferta atractiva a nivel regional, nacional e internacional, quedan seriamente afectadas por la objetable decisión tripartita. El puente acordado no sólo deja de lado el tránsito de camiones, tampoco contempla el futuro cruce del ferrocarril que se dirigirá al puerto a través de las vías del Mitre y, luego, utilizando el espacio que ofrece el valle del Salado según estudios realizados en su momento por especialistas de la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Santa Fe.
Por lo tanto, el acuerdo de referencia se convierte en un proyecto tapón, inspirado, en el mejor de los casos, por la liviandad del análisis que precedió a la decisión; y, en el peor, por inconfesables designios tendientes a abortar un proyecto generador de alternativas económicas para un aglomerado que se ahoga en la falta de oportunidades.
El gobierno provincial debe explicar con claridad esta inconsistencia entre el impulso formal del proyecto de ampliación portuaria -que encabeza la publicación del plan estratégico para esta zona- y esta acción concreta a contramano del proclamado objetivo.
Otro tanto deberán hacer los intendentes de ambas ciudades, principalmente el de Santa Fe, que tantas veces y en tantas mesas de diálogo institucional ha manifestado su compromiso con el proyecto portuario, así como su voluntad de impulsar la industria, la competitividad de la ciudad y la suma de valor a la producción dentro de su jurisdicción.
El futuro puente Santo Tomé-Santa Fe debe ser bastante más que un paseo interurbano. Se trata de un enlace importante en el complejo vial que se eslabonará desde Concordia hasta Córdoba, un tramo que le da sentido a la idea integral del nodo logístico metropolitano y una eventual vía de escape para una ciudad vulnerable a las crecidas extraordinarias.
Las autoridades deben explicar los motivos que las impulsaron a tomar esta incomprensible decisión que, por añadidura, costará 500 millones de pesos.




