En Aguado al 2500, entre La Rioja y Tucumán, hay una pared célebre. Ahí orinan los perros. En esa humedad, el 14 de agosto de 2008 se dibujó misteriosamente la cara de Cristo.
En Aguado al 2500, entre La Rioja y Tucumán, hay una pared célebre. Ahí orinan los perros. En esa humedad, el 14 de agosto de 2008 se dibujó misteriosamente la cara de Cristo.
Rubén Cabrera vive, desde siempre, en la vereda de enfrente. Recuerda ese día: “no sé en qué momento apareció la imagen de Cristo. Yo la vi. Llamaba la atención: por la noche parecía que estaba alumbrada, como si le hubiesen prendido velas. Pero no; no tenía nada y resaltaba”. En pocas horas, la novedad corrió de boca en boca y el barrio se hizo un mundo de gente”.
En Santa Rosa se hablaba de milagro. Los dueños de casa lavaban la pared pero la imagen persistía. Desapareció sola, a los diez días. El barrio, desconcertado y reconfortado, elaboró sus propias conclusiones. En boca de Rubén, “El Señor vino a bendecir la cuadra: antes de la inundación no nos saludábamos, ni nos mirábamos. Dios nos igualó a todos en 2003, al que tenía más y al que tenía menos. En ese momento fuimos todos iguales, nos ayudamos entre todos. Todos éramos uno. La inundación nos unió a todos”.