Liliana González: "Los chicos no necesitan más pantallas, sino conocer otros mundos posibles"
La reconocida especialista cordobesa analiza las consecuencias del uso desmedido de los dispositivos electrónicos en la infancia y la adolescencia. Habla de adicciones, aislamiento, pérdida de socialización y lenguaje. Propone talleres con padres y aulas digitales como alternativas a implementar en las escuelas.
Los recreos son para socializar con otros, jugar. "El celular no tiene sentido en ese tiempo", dice la pedagoga. Foto: El Litoral
Profesora y licenciada en Psicopedagogía, escritora, conferencista y con más de 50 años dedicados a la educación, Liliana González, es una de las voces más escuchadas a la hora de reflexionar sobre la infancia y la adolescencia en tiempos de hiperconexión digital. Sus mensajes en video, que se viralizan entre docentes y familias, advierten sobre los efectos del uso excesivo de celulares y dispositivos electrónicos en niños y jóvenes.
En diálogo con El Litoral planteó la necesidad de pensar en la educación digital, más que en la prohibición, y señaló que el rol de los adultos es clave para equilibrar los tiempos frente a las pantallas. Señaló que no hay que "demonizar" las tecnologías, sino "equilibrar" los tiempos entre las pantallas y la vida cotidiana.
-Liliana ¿Qué opina sobre la prohibición del uso del celular en las escuelas, como ya ocurrió en CABA y otras provincias?
-A mí la palabra prohibición no me gusta. Prefiero hablar de educación digital, aunque reconozco que se hace muy difícil, porque habría que empezar por los padres. Los principales adictos a la tecnología somos los adultos, y hemos trasladado eso a los chicos desde edades muy tempranas. Les dimos los dispositivos como chupete, como juguete, como forma de que no lloren o de poder seguir trabajando, y con eso instalamos una cultura digital antes de tiempo. Hoy vemos los efectos dañinos de ese exceso y, como no sabemos qué hacer, aparece la palabra "prohibición".
Como herramienta didáctica, en muy pocas escuelas se logra usar el celular con éxito. La mayoría lo intentó, pero si los chicos lo tienen en la mochila o en el banco, terminan chateando a escondidas. Es muy difícil de controlar. Y en el recreo directamente no tiene ningún sentido que lo usen. El recreo es para socializar, jugar, perder, ganar, hacerse amigos. Ver a los chicos cada uno con su celular, sin hablarse, sin mirarse, me parece tremendo. Yo creo que hasta que los adultos no aprendamos a equilibrar el uso de las pantallas y a ofrecerles infancias y adolescencias más saludables, va a ser necesario restringir.
-También el celular es una herramienta de aprendizaje. ¿No se estaría perdiendo esa oportunidad al restringirlo?
-Claro que hoy puede ser una herramienta de aprendizaje. Pero mientras no haya verdadera educación digital, mientras no logremos disminuir el tiempo frente a las pantallas y poner controles claros, lo que conviene es crear espacios específicos para el uso de la tecnología en la escuela. Por ejemplo, un aula de informática, robótica o digital, equipada con computadoras y recursos de tecnologías. Así los alumnos pueden trabajar allí y bajo la supervisión de los docentes, buscar información, interactuar con Google o la Inteligencia Artificial, y después volver al aula tradicional.
González propone sólo 2 horas de pantallas por día, y equilibrar el resto del tiempo con actividades cotidianas.
-¿Esta es la modalidad intermedia que usted sugeriría para que no tengan la necesidad de tener el celular consigo?
-Claro, aulas donde la tecnología se use con un fin pedagógico concreto y no para distraerse. Donde los chicos pueden ir y venir y trabajar contenidos de historia, geografía o cuando les haga falta algo de Internet. Además, se rompe con la idea de un aula estática, de los chicos sentados en fila todo el tiempo. Me parece importante que se muevan, que tengan aulas más dinámicas, que caminen de un espacio a otro. Ya no hay chicos para esa escuela rígida de antes.
Las familias, la otra responsable
-Eso en la escuela ¿Y en las casas? ¿Qué deberían hacer las familias?
-Todo comienza en casa. Si los padres no vuelven a leer cuentos, si no dejan a mano lápices y hojas para que los chicos dibujen, si ellos mismos no leen, va a ser muy difícil. A los padres les digo siempre que a los chicos la tecnología les va a sobrar, no hay que preocuparse por eso. Lo que la familia y la escuela tienen que mostrar son los otros mundos posibles más allá de las pantallas. Tener un buen amigo, enamorarse, leer un libro, cuidar una mascota, sembrar y ver crecer una planta, pasear, ir a un museo, al cine, al teatro, escuchar música, recitales. Todos esos son mundos posibles y la verdad que duele ver chicos encerrados en sus cuartos, pálidos, con una pantalla todo el día. Eso no es vida. Y la prueba está en que cada vez vemos más casos de adolescentes con depresión o incluso suicidios. Evidentemente, no encuentran el sentido a la vida ahí.
-¿Qué efectos concretos produce en los adolescentes el exceso de pantallas?
-Primero, una conducta adictiva. Hay niños que ya son adictos. La dopamina que generan las pantallas pide cada vez más, nunca se conforma. Entonces, necesitan sumar más estímulos. Eso trae aislamiento, timidez, introversión, dificultad para relacionarse cara a cara, cuerpo a cuerpo, mirada a mirada. Muchos adolescentes terminan mirando la vida de los otros en las redes en lugar de construir la propia.
Pero no es para demonizar las pantallas, lo que estamos diciendo es que el exceso de ellas atenta contra la socialización y contra el lenguaje. Los chicos hablan menos, y no hablar es terrible porque el mundo laboral y universitario exige competencias lingüísticas y sociales: trabajar en equipo, comunicarse, exponer ideas. Sin eso, quedan en desventaja. Y además, todo esto se combina con otros problemas: obesidad infantil, sedentarismo, diabetes, abandono del deporte. Las estadísticas son claras, las investigaciones están, sólo hace falta que los padres lean y se convenzan de que poner límites con las pantallas es lo mejor para sus hijos.
"Si los chicos tienen el celular en la mochila o en el banco, terminan chateando a escondidas", asegura la especialista.
Hasta los 3 años, cero pantalla
-Algunos padres entregan el celular a sus hijos a corta edad, a los 10 años, porque "todos los compañeros lo tienen" y no quieren que "se quede afuera". ¿Qué les sugiere?
-Ojalá fuera a los diez años. Yo veo cochecitos de bebé con atriles para el celular. En realidad, hasta los tres años debería ser "cero pantallas". Después, no más de dos horas por día. Cuando un hijo insiste con que todos sus compañeros hacen algo, ahí es fundamental el acompañamiento de la escuela. Yo recomiendo talleres mensuales con padres, donde se hable de estos temas y se tomen decisiones en común. Así uno no queda como el "loco" o el "atrasado", porque se da cuenta de que muchos otros padres piensan igual.
Y si el chico insiste, yo siempre digo: "Mirá hijo, yo te traje al mundo para que disfrutes de la vida, no para que pases horas matando a 99 personas en un videojuego. Estos son los padres que te tocaron, y queremos lo mejor para vos". Pero no alcanza con prohibir, hay que ofrecer alternativas: jugar a las cartas, hacer un deporte, tocar la guitarra, compartir tiempo en familia.
-Se han criado con exceso de celular, pero hay muchos padres piensan que este es el mundo de hoy, que ellos son "nativos digitales".
-No creo en lo "nativo digital". Empecemos por esa etiqueta, porque eso sería hablar de un cerebro distinto y el cerebro demora más de 100 años en cambiar. Además, ¿Cómo te llamarías a la gente que nace en la selva, en el desierto, en traslasierra donde no hay wi-fi? ¿Serían "nativos no digitales"? Lo que hacemos es acercar al cerebro una cultura diferente. Y no es lo mismo acercar un cuento o música, que dibujitos animados. Uno hace que los chicos parezcan nativos digitales, pero nacen igual que nosotros. Sabemos, después de la pandemia, que hay muchísima gente del mundo que no accedió a ningún dispositivo tecnológico o que no tenía señal.
El otro día fui a San José de las Salinas y me encontré con un con unos chicos hermosos del secundario, escuela única, que se reían abrazados cuando salían. Y yo venía de Córdoba capital donde los chicos salen de la escuela y se sientan en la vereda con el celular a esperar a los padres, sin hablar con nadie. Y bueno, y era que no había wifi en ese lugar. La diferencia es notoria en términos de socialización, de emocionalidad, en la cuestión del lenguaje.
Hasta los 3 años cero pantalla, sugiere González.
Atención "capturada" vs. "estudiosa"
-Hay una encuesta del colegio santafesino Jerárquicos que restringió los celulares y muestra mejoras en concentración, interacción y rendimiento cuando se restringe el celular en clase. ¿Está de acuerdo?
-Totalmente. Yo no tengo estadísticas propias porque trabajo en consultorio, pero lo que mencionás es lógico. Incluso lo comprobé en mí misma: durante la pandemia estuve mucho tiempo frente a las pantallas, y después me costó volver a leer un libro. Cambia el tipo de atención. Acá hay que aclarar que los especialistas diferencian entre la "atención capturada" y la "atención estudiosa". La primera es la de la imagen: no hace falta esfuerzo, te captura, te hipnotiza. La segunda es la de estudiar: implica querer leer un texto, hacer un trabajo, entender un autor. Requiere voluntad y esfuerzo. Y si los chicos solo se acostumbran a la atención capturada, después les cuesta muchísimo sostener la otra.
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