"La hora de los hornos. Arqueología de un país que ya no existe", el libro de Felipe Celesia que acaba de publicar Paidós, es la reconstrucción detallada del país que hizo posible una de las películas más audaces del cine político mundial.

El periodista y escritor Felipe Celesia reconstruye en su nuevo trabajo las características del país, las tensiones y las personas que dieron origen al documental más influyente del cine político argentino.

"La hora de los hornos. Arqueología de un país que ya no existe", el libro de Felipe Celesia que acaba de publicar Paidós, es la reconstrucción detallada del país que hizo posible una de las películas más audaces del cine político mundial.
Es, al mismo tiempo, el análisis de dos vidas (las de Fernando Pino Solanas y Octavio Getino) que, viniendo de cauces muy distintos, confluyeron en un cruce entre arte, militancia y destino. Irrepetible dentro del cine argentino.
Celesia escribe con precisión de historiador y sensibilidad de narrador. Pero aquello que termina de "armar" la maquinaria del libro es su curiosidad, o más bien su instinto periodístico. La obstinación por recuperar, en detalle, la atmósfera de una Argentina en mutación, sometida a cambios bruscos.

Era un tiempo en que el cine era capaz de conmover y a la vez plantear consignas. En que las películas argentinas inspiraban a los europeos como modelos de acción política y artística. "La hora de los hornos", de 1968, pero estrenada recién en 1973, fue el punto más alto de esa especie de "impulso".
La virtud del libro es mostrar que no fue "un proyecto más", sino la consecuencia inevitable del encuentro, por momentos tenso pero siempre productivo, entre dos sensibilidades muy distintas entre sí.
Pino Solanas aparece como un joven inquieto, moldeado entre publicidades, cortos experimentales y voracidad lectora. Eso, más un viaje iniciático por la Europa de los 60 que le cambió la perspectiva respecto a su rumbo vital.

Pero Celesia subraya un episodio crucial, un cruce inesperado con la memoria cultural de nuestra región. Se trata del impacto que tuvo sobre él "Tire dié", la obra fundacional de Fernando Birri y de la Escuela Documental de Santa Fe.
Aquel trabajo sobre los chicos pobres que corrían junto a las vías del tren para pedir monedas, operó en Solanas como una epifanía. Entendió que el cine podía mirar a la realidad a los ojos, sin eufemismos. Que podía, incluso, intervenir en ella.
Para Birri, el documental era un testimonio contundente, pero también poesía formal. Para Solanas, como lo revelaría su obra posterior, sería además un "arma" para la acción política directa. Un modo de inscribir una “posición ética” en la historia.

Getino trae al relato otra textura. Migrante trabajador, formado entre lecturas marxistas y experiencias laborales durísimas, su mirada sobre el país es más estructural, analítica, atenta a los engranajes del poder.
Si Solanas era intuición poética, Getino era organización, método y rigor. Además, Octavio provenía de una condición social muy diferente a la de Pino. Lo cual no operó en contra de la fructífera colaboración que terminaron realizando.
Celesia muestra precisamente cómo esa tensión resultó, al fin y al cabo, fértil. La arquitectura del film, su densidad teórica, su estructura política, nacen de ese intercambio, de esa complementariedad entre ambos.
El libro reconstruye además el clima político de los años 60: censura, golpes de Estado, nuevas militancias, los ecos de la Revolución Cubana, el descontento social, el auge del Tercer Mundo como identidad política.
Era un país convulsionado, aunque la convulsión era completamente distinta a la actual. Y el cine empezaba a responder con un nuevo vocabulario.
Celesia vincula ese contexto local con procesos globales: Vietnam, París del 68, las luchas de descolonización africanas. En ese cruce, "La hora de los hornos" es un manifiesto sobre el poder, la violencia y la posibilidad de emancipación.

En las páginas del libro, "La hora de los hornos" aparece como un proceso colectivo y turbulento: discusiones, desacuerdos ideológicos, rodajes clandestinos, persecuciones políticas, una creatividad frenética que avanzó a contrarreloj.
Celesia reconstruye la trama de relaciones que rodeó al proyecto: Fernando Arce, Gianpaolo Serra, Valentino Orsini, Humberto Ríos, Agustín Mahieu, Horacio Verbitsky, Enrique Wernicke. Ese entramado fue el humus del film.
El resultado final, organizado en tres grandes partes ("Neocolonialismo y violencia", "Acto para la liberación" y "Violencia y liberación"), funciona como radiografía, arenga y diagnóstico de un país en disputa permanente consigo mismo.

Las preguntas que animaron "La hora de los hornos" (¿quién domina?, ¿cómo se construye el poder?, ¿qué significa liberarse?) vuelven, insistentes, en el libro de Celesia. Y vuelven, también, al centro de la vida argentina contemporánea.
En un país que cíclicamente se mira en el espejo de su propia historia para intentar descifrar su identidad y sus fracturas, el libro opera como un "puente" entre pasado y presente.
A su vez, para quienes conocen y se identifican con la tradición documental santafesina, es un homenaje implícito a la iniciativa inaugural de Birri: hacer cine para mostrar lo que no se quiere ver, para interpelar a la realidad y transformarla.