Hija de Egle Martin, cuñada de Gustavo Santaolalla, compañera de Javier Casalla (uno de los lugartenientes de Bajofondo), integrante junto a ellos de La Santa Banda y madre de un Carabajal, Barbarita Palacios desanda toda su trama familiar y artística para plasmar en las 11 canciones de su segundo álbum solista su identidad intransferible y diversa, acompañada por viejos y nuevos conocidos. De todo esto contó, en diálogo con El Litoral.
Gentileza Nora Lezano El disco es el que Barbarita soñó antes de la pandemia, pero la edición de la mayor parte en singles le dio una maduración extra, que permitió nuevas colaboraciones.
Barbarita Palacios está presentando su nuevo disco “Criolla”, su segundo y ecléctico álbum solista, nuevamente con la producción de Gustavo Santaolalla (de cuya banda es también es multiinstrumentista y cantante), junto con Daniel Martín y Aníbal Kerpel. En el álbum, además de prestigiosos invitados, la acompaña su banda, liderada por Javier Casalla de Bajofondo en los arreglos, junto a Nicolás Rainone y Juan Manuel Ramírez, y la participación de Andrés Ceccarelli, Federico Gil Solá, Sonia Álvarez, Richard Nant, Camilo y Lucero Carabajal, y los propios Santaolalla, Kerpel y Martín.
De una experiencia realizada “en familia”, pero con su impronta personal, habló la artista con El Litoral.
Gentileza producción La portada del disco: una postal urbana donde Palacios habita todos sus géneros.
La portada del disco: una postal urbana donde Palacios habita todos sus géneros.Foto: Gentileza producción
Motor prendido
-¿Cómo fue el proceso de composición de las canciones que terminaron integrando “Criolla”?
-Es un proceso muy largo, arrancó hace varios años. Siempre voy a lo que ya tengo para empezar un trabajo en general: siempre tengo canciones que me gustan, que me gustaría probar a ver cómo me quedan, que no son mías; canciones mías que quedaron afuera de otros proyectos; de mi mismo proyecto de Barbarita: montones de canciones que quedan afuera.
De ahí veo qué tengo, que estaría bueno para esto que estoy empezando a pensar, y con “Criolla” así fue. Empezamos a demear, a probar; le mostramos a Daniel Martín, que es uno de los productores; el decía: “Este me gusta, esta me parece que no sé qué”. Daniel es de Mendoza, así que bueno ahí empezamos con esa cosa de ida y vuelta con Daniel y Javier (Casalla), que es mi “compa” y además es director y arreglador del proyecto, trabajamos muy cerca. Él siempre propone cosas canciones, armamos entre nosotros dos y bueno empieza a ser cosa entre Daniel y nosotros.
Y después, ya una vez que tenemos algo que está bueno se lo mandamos a Gustavo (Santaolalla); y ahí él elige: a ver cuál le parece que va, cual hay que trabajar más; en eso quedan algunas fuera, porque ya te das cuenta que no van a funcionar. Ahí vas trabajando en ese núcleo el concepto general del disco. Mientras tanto te van pasando cosas: por ejemplo los feminismos, la vida misma, la pandemia. Igual la pandemia ya me agarró con el disco terminado, pero el feminismo no; y entonces en el medio fui transformando algunas cosas y componiendo algunas cosas.
De esas son varias tandas: juntamos diez canciones y elegimos ahí algunas; otras diez canciones, hasta que finalmente llegamos al álbum. Ahí después ya nos metemos a grabar con la banda, con les invitades, a quiénes queremos invitar, que acepten.
-En varios casos hay algo de loop, o de mantra, con el que arranca la canción, que después se va abriendo para otro lado.
-No: todo siempre parte de las canciones. A veces son canciones mántricas, como lo es “Criolla”, por ejemplo, que son dos tonos (o casi). O “En mis sueños”, que son dos tonos, pero es una canción. Sale de una guitarra y una voz.
-Lo otro se acomoda con el arreglo después.
-Lo otro lo vamos armando, pero primero tiene que estar la canción. Es verdad que hay canciones que crecen más con la electrónica, con el desarrollo que elijas hacerle; que son canciones que esos sostienen también por todo lo demás, con la producción. Pero para trabajar con Gustavo tenés que tener que tener una canción. Y hace tantos años que trabajo con él que ya no sé ni cómo sería de otra manera (risas).
Cofradías
-Venías girando fuerte con la banda de Gustavo. ¿Cómo fue darte tu espacio y tu tiempo creativo?
-Siempre tengo otros proyectos: ahora tengo Paisanas, como tuve las Huevas o Trenzadas. Lo que pasó con la posibilidad de la posibilidad de ser parte de la banda de Gustavo es que todo lo demás tuve que abandonarlo, porque tenía que ponerle mucha energía a eso realmente, y a mí proyecto. Medio que abandoné todo lo demás: entre esas dos cosas sí puedo (risas) o podemos.
Vamos armando “coreos”: por ejemplo ahora estuvo Bajofondo, donde están los tres de mi banda (Nico, Juan Manuel y Javier). Entonces cuando toca Bajofondo no toco; cuanto toca la Santa Banda tampoco, ahí estamos Nico, Javi y yo. Nos ponemos de acuerdo en esa y vamos viendo para cuándo tenemos giras y cosas y entonces ya no agarramos fechas para ese momento.
-También es como un vínculo en otro plano: Gustavo es tu cuñado; sos compañera de Javier, que es el compañero de andanzas de Gustavo desde hace muchísimo. Por un lado es natural también que agarre la producción de esta búsqueda, y al mismo tiempo es natural que este eclecticismo que tiene el disco esté retroalimentado en esta cosa de ser la multiinstrumentista, que es el rol que te tocó en esa banda: agarrar todo lo que había que sumar al orgánico.
-Está bueno entender de dónde vengo. Mi mamá es Egle Martin, y además mi casa siempre fue de la cultura, por lo cual todos los artistas pasaron por ahí: del interior, exterior, locales; todos han vivido en casa, montones. Entonces mi relación con la música es desde que grabó el disco doble de Color Humano embarazada de mí: de ahí en adelante no tengo registro de cuándo empieza mi relación con la música. Mi hermana Alejandra quedó seleccionada para “De Ushuaia a La Quiaca” como fotógrafa, y ahí se conocieron con Gustavo.
Siempre hice música, siempre tuve bandas, y siempre trabajé de eso, hasta en los períodos en que quise romper con eso (estudié tres años de psicología), porque no tenía ni siquiera amigos que no fueran músicos; como me pasa hoy en día: no conozco mucha gente que no sea de este palo. El padre de Javier tocaba con mi mamá, todos somos tercera generación de músicos; el padre de mi hijo Lucero, Camilo, es hijo de Cuti (Carabajal). Mi primera banda, Semilla, la tenía con Camilo Carabajal, que era mi novio, con Leandro Bulacio, el hijo del Gringo (de los Tucu Tucu); Juan Caballero y Gaby Rocca (que no eran hijos de músicos, pero re músicos los dos). Es como el circo: la mujer barbuda se casa con el hombre elefante y no hay mucho por elegir.
Por otro lado Gustavo me ha visto crecer tocando con mi mamá un poco en este mismo rol que cumplo con él, de comodín: “No vino la que tocaba las congas. Tocá vos, Barbi”. En La Santa Banda cumplo ese rol, mucho más profesionalmente, al nivel de Gustavo. Andrés Beeuwsaert toca los vibráfonos y piano, “Queda el glockenspiel del arreglo tal, ¿quién lo toca?”. “Barbarita”.
En su momento con Semilla en una de esas vueltas nos vieron tocando y ahí él dijo: “Me encanta esta banda, quiero producirte”. Tuve 10.000 bandas más que esa, nunca le interesó. La unión natural no es tan natural (risas): tenés que pelarte. De repente le gustó algo de las 800 cosas que hiciste. Con respecto al disco lo mismo: para laburar con él tenés que realmente pelarte y estar a la altura. Él a esta altura también sabe que yo me pelo y me pongo a la altura. Ha visto que con Semilla lo hicimos con “Si va”, nos ganamos el Gardel; y ahora con “Criolla”.
Hay ya una confianza de equipo: cuando sabés que el otro va a jugar donde tiene que jugar. Como una madurez de equipo.
Mestizajes
-Hay una sintonía también en la fusión, en el eclecticismo: está en la cabeza de él, y también en la cabeza y en la trayectoria tuya. Y un disco que se llama “Criolla” tenga una cosa folclórica pero también rockera, una cumbia. Lo criollo puede ser un montón de cosas.
-Lo criollo es todo eso: somos la mezcla karmática tremenda del conquistado y el conquistador. La guitarra eléctrica tocada por alguien que tiene sangre originaria. Es lo que somos. Y en un punto a mí lo que me pasa con “Criolla” es que me amigué un poco con todo eso. Soy bastante luchadora, y trato de no hacerme la boluda con nada que no esté bueno, que sea justo.
Una de las cosas que me dio el feminismo (además de la deconstrucción diaria) es esto de aceptar quién soy, con todo lo que soy. Y el ser criolla tiene que ver con eso también. Criolla siempre me enojó muchísimo: “Somos una bosta, somos lo peor: somos el fruto de una violación; de un conquistador violando una originaria. El karma eterno que vamos a tener, el horror”. También soy bastante dark y punkie. Me amigué con eso, y eso significa amigarme con de dónde vengo: por eso también está “Mbae pa ere cheve nde”.
Me amigué con todo mi interior; no con el exterior: con el exterior estoy enojada y voy a seguir enojada (risas). No hay nada reprimido en “Criolla”: está desde “Sueño piedra lunar”, que es donde sigo siendo esa pibita noventera que da la vida por el grunge (risas), al “Mbae pa ere cheve nde” que es reconciliarme con mi raíz: mi madre, mi vida, mi casa; con lo cual nunca estuve peleada, sino que naturalmente en algún momento de la vida quise romper con eso para ser algo yo. Y era difícil romper con eso, era mucho.
-Es una canción de tu mamá que se hizo muy conocida en una versión de Los Huanca Hua. Pegó toda la vuelta, la grabaste con ella.
-Mi mamá es otra de las grandes víctimas del patriarcado: una belleza como mi vieja, talentosísima como era, no grabó sus canciones. Tiene canciones con Homero Manzi, María Elena Walsh, (Armando) Tejada Gómez, Pipo Pescador, Fernando Noy, Fernando Barrientos. Montones de canciones escritas y compuestas con un montón de artistas que no la grabó, porque nunca le pareció que estarían a la altura de los de los grandes compositores.
Yo hice todo lo contrario toda mi vida; en un momento dije: “No, lo que hago son mis canciones. Donde más o menos puedo decir algo en este mundo son con mis canciones”. Siempre quiero grabar alguna canción de ella, y no la encontraba. En base a una situación donde nos cruzamos con el Chango Farías Gómez, que me dijo: “Vos tenés que grabar el ‘Mbae pa ere cheve nde’”.
Yo pensaba: “Es una canción de mi casa”, no entendía. Mi mamá en casa las cantaba; también la vi cantarla en televisión con (Oscar) Moro de Serú Girán y Los Gatos; con Edelmiro Molinari de Almendra; con (Rubén) Rada y el Chango en un programa; que por supuesto no existe ese material, porque se quemó cuando fue que se quemaron las cosas del Canal 13: ahí estaban montones de cosas del Canal 7 también, de la TV Pública; pero yo lo vi en vivo. Para mí eran las canciones de mi mamá. Hoy se que no las grabó, y que yo quiero llevar adelante esa obra, que es extensa: no sola, sino con otras cantantes: es un proyecto en el que también estoy trabajando.
Después de que el Chango dijo eso Javier la encontró por Los Huanca Hua, porque no la conocía, y dijo: “Es buenísima para vos, la tenés que grabar, hagamos una versión”. Se puso a laburar, me fue tentando y finalmente la encontramos. Estoy muy contenta porque es una re linda canción.
Manifiestos
-Hay dos declaraciones de principios: por un lado el disco abre con “Amor secreto”, que arranca con un ronroco y una batería dancehall: eso ya te dice por dónde va. Por otro lado juntar a Julieta Venegas y a Micaela Chauque, que son dos extremos del continente, a hacer “Piba cumbia”, que es una música del centro del continente.
-Hay que ver qué tan cumbia es: nunca sé si es del todo una cumbia, si tuviéramos que hablar de estilos cerrados.
-Es el menos cerrado de los estilos, es mestiza en cada país.
-Exacto. En mi caso quedó re mestiza también, porque la compuse con un autoharp, que es un instrumento folclórico norteamericano: es una locura total esa canción. La compuse justo en el momento que aparecieron las “Ni una menos”, entre las cuales hay varias amigas mías; estaba muy cerca esa situación, y muy atravesada por eso. Agarré este instrumento como para componer; intento componer con instrumentos diferentes, para que me disparen diferentes sonoridades. Empecé a escribir la letra, y después pensaba cómo defender esta canción: tengo que encontrar otras comadres que se copen, que sean representantes de esta “Piba cumbia”, y se me ocurrieron Julieta y Micaela.
La historia de Micaela es increíble: ella tuvo que pedir permiso para tocar el sikus y la quena, son instrumentos que no lo tocan las mujeres: hoy tiene una escuela enorme, y es una virtuosa de esos instrumentos. En este siglo tuvo que pedir permiso, en nuestro país. Y ser Julieta Venegas en México, si vas allá entendés que tener unos ovarios así de grandes (risas). Dije: “Si no la puedo defender con estas dos, no se puede nada”.
Y se coparon, porque también era un desafío para ellas: dos personas de muy diferentes lugares pero muy comprometidas.
Cercanías
-Hay otros invitados: Lula Bertoldi, Fernando Ruiz Díaz, Meme del Real de Café Tacvba. ¿Cómo se fueron abriendo esas otras ventanitas?
-Fernando Ruiz Díaz fue el fue el primer invitado que tuvimos fuerte: cuando tuvimos terminada “Ángel en guerra” la canción pedía a gritos a Fernando; y nosotros justo con Javi habíamos grabado con Fernando en su disco con Vanthra. Estábamos muy cerquita. Fuimos a la presentación del disco de Vanthra; y me acuerdo que estaba subiendo la escalera del camarín de La Trastienda, Fer me agarra del brazo y me dice: “Yo quiero grabar en tu disco, Barbi”. “Qué groso”, le digo. “Sí, quiero tocar una guitarra criolla en tu disco”. “Buenísimo, me encantaría”; nosotros ya teníamos dando vueltas la idea esa. Cuando terminamos el disco vino y tocó la guitarra, y además se cantó todo como siempre, una bestia.
Lula apareció después. El disco tenía una estructura y una forma hasta la pandemia. Salió “Ángel en guerra” con el video que hizo Picky Talarico, increíble, y ya después venía el disco. Cayó la pandemia, y agradezco realmente la lucidez de todes nosotres de no haberlo sacado, porque me hubiera agarrado una tristeza enorme: después de tanto tiempo de trabajo tener ese disco durante dos años sin poder tocarlo hubiera sido re tremendo.
Estuvo muy bien esto de decir: “Bueno, no, saquemos una canción más”, y sacamos otra más. “Saquemos otra más, con una tapa y con un videíto, o con unas remeras o lo que sea”. Ocho canciones sacamos.
-Como singles.
-Sí, fuimos sacando ocho singles. Y una que se sumó durante la pandemia fue Lula. Pensando nosotros en qué canción sacamos, terminó siendo una obra dentro de otra obra; que después volvió a ser esa obra, y salió como álbum con la estructura que le habíamos armado. Pero en el durante se transformó en otra obra.
-Y se ganaron esas participaciones.
-Claro. Apareció lo de Lula: la amo, y siempre quiero trabajar; pero también tenés que tener la obra para compartir donde ese artista rinda, sume, y también le sume. Entonces pensé: “‘El viento que va’ está perfecta para Lula, invitémosla”; se recontra copó, y me redobló la puesta como siempre. porque ella es una redobladora de apuestas tremenda.
Le digo: “¿Por qué no te metés un solo de viola en el final?”. No me contestó nada, se quedó con el tema, y después se metió todo ese solo de voz que la rompe, que es como una especie de Steven Tyler argentina, santafesina, es una bestia total. Un placer, y la canción explotó: me encanta cómo quedó.
Lo de Meme: soy fan de Café Tacvba desde re chica, tuve acceso a ellos tempranamente, porque Gustavo trabajaba con ellos, y una de las cosas que hacía y hace con todos los que lo conocen es compartir la música. Entonces venía y traía el disco de Nirvana, me traía los discos del Café Tacvba, Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio; de montones de bandas que él producía, la mismísima Julieta Venegas. Yo los escuchaba y me volvía loca.
“En mis sueños” es la única canción que hicimos Javi y yo juntos en este disco, y tiene que ver con toda esta cuestión de los sueños, y las realidades, y el amor salvador, curador. Y toda una cosa donde Meme entraba perfecto: porque es un ser tan luminoso y tan increíble, tan hermoso; de hecho es el compositor de una de las canciones más lindas del mundo, “Eres”. Me animé y lo invité: le mandé la canción, que ya teníamos terminada: él tenía que sumar su voz, cosa de tentarlo. Accedió, y estuvo buenísimo.
Cierra con la vidala-canción “Te fuiste”: ahí está Mariana Baraj de también y Gustavo Santaolalla cantando. Gustavo no estaba cantando, pero era: “Estamos haciendo una vidala-canción; está Mariana, está Javi, yo: tiene que estar Gustavo cantando”. Lo invité y dijo que sí.