Después de casi 70 años desde que se publicó como historieta, "El Eternauta" en formato audiovisual está entre nosotros, disponible en Netflix. Es todo un hito.
Con alusiones a la Guerra de Malvinas, al truco, a esa filosofía tan argentina de hacer mucho con poco, la serie resignifica un clásico de la historieta y lo vuelve urgente.
Después de casi 70 años desde que se publicó como historieta, "El Eternauta" en formato audiovisual está entre nosotros, disponible en Netflix. Es todo un hito.
En términos técnicos, es mayúscula. Está a un nivel jamás visto en la ficción nacional. Es, como señaló el crítico Sebastián De Caro, la mayor obra del género de ciencia ficción que engendró el país.
Pero eso es, en definitiva, superfluo. Lo que importa es que se trata de un producto profundamente argentino. Un espejo contemporáneo de una nación que, como Juan Salvo y sus amigos, resiste, se adapta y no pierde las esperanzas.
Lejos del efectismo, la serie consagra sus primeras imágenes a postales reconocibles para cualquier argentino: cortes de luz, cacerolazos, un hombre (Omar) recién repatriado que despotrica contra el país y hasta un limpiavidrios rechazado.
Es una escena casi documental. La ciencia ficción se ancla en el hartazgo, la bronca social, la incertidumbre colectiva. Es una decisión narrativa que enmarca la trama y resignifica la historia original desde un presente agitado.
En uno de los momentos más genuinamente argentinos, Salvo y sus compañeros juegan al truco. En el partido, como en la vida, se miente, se arriesga, se calcula y se confía ciegamente en el compañero.
Hay que saber cuándo cantar "envido" o "truco", incluso con una mano floja. En ese gesto lúdico se esconde una filosofía nacional: hacer mucho con poco, ganar sin las mejores cartas, vivir con astucia, humor y desparpajo incluso ante el desastre.
La frase "lo atamo con alambre", encuentra en la serie una representación simbólica. Los personajes improvisan trajes "anti nevada mortal" con lo que tienen más a mano, arman estrategias de defensa sin recursos, y se animan a responder a fuerzas descomunales con creatividad y coraje.
Esa capacidad para buscarle la vuelta a todo es como un motor narrativo. A contramano del heroísmo norteamericano, basado en la tecnología, la fuerza o el entrenamiento, acá el héroe es quien sabe arreglárselas con poco.
La serie incorpora referencias a la Guerra de Malvinas a través de pequeños flashbacks. No lo hace en forma literal ni forzada. Más bien como parte de una memoria latente, un trauma colectivo que sigue marcando la historia argentina.
La lucha por el territorio, la sensación de abandono, la injusticia de enfrentar una fuerza desmedida. Todo eso parece reeditarse durante la invasión extraterrestre a Buenos Aires.
Si en su versión original el cómic fue leído como una denuncia encubierta al poder y al imperialismo, esta nueva adaptación no es menos política.
Sin panfletos ni slogans, se habla de un país marcado por la desconfianza hacia sus instituciones, por la necesidad de organización barrial, por la fuerza del tejido comunitario.
La nevada mortal puede ser una metáfora de lo que cada uno prefiera. Lo que importa es cómo se responde ante lo extraordinario: con solidaridad, con ingenio y con la memoria bien a mano.
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