Hace medio siglo, el país estaba atravesado por las tensiones políticas que, pocos meses después, derivarían en el golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976. La inflación era creciente y la sociedad era un polvorín cerca de explotar.

Así lo revela un artículo publicado por El Litoral el 14 de diciembre de 1975. De Morris West a Erica Jong y Sartre, un repaso por los títulos que marcaron el pulso de 1975.

Hace medio siglo, el país estaba atravesado por las tensiones políticas que, pocos meses después, derivarían en el golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976. La inflación era creciente y la sociedad era un polvorín cerca de explotar.
En ese contexto, los libreros (muchas veces, acaso, cronistas del deseo colectivo) tenían la radiografía precisa de un lector argentino agotado, urgido por la necesidad de evasión.
"Quiero algo que no me deje nada en la cabeza", confesaba un cliente, según registró el periodista Rafael Carlos Quesada en una nota publicada en El Litoral el 14 de diciembre de 1975.

A mediados de los años 70, la venta de libros arrastraba el mismo colapso que el resto de la economía. De la "euforia" de otros años quedaba poco. El lector promedio se movía ahora entre el cansancio y la necesidad urgente de desconectar.
Ese viraje se vio en las librerías. La demanda de títulos ligeros, accesibles y de lectura rápida creció con fuerza. El escapismo, más que tendencia, era ya una suerte de "refugio".
Entre los títulos se impuso "Arlequín", del australiano Morris West, editado por Joaquín Vergara. Con un promedio de 25 ejemplares semanales, se convirtió en el libro más elegido por los argentinos hace 50 años.

Su precio (199 pesos, unos 20 dólares) fue determinante por lo accesible frente a otros competidores. Y también por ser un pasaje a un suspenso entretenido, sin pretensiones intelectuales.
Ambientada en el mundo de las altas finanzas internacionales, la historia gira sobre un abogado que admira a su amigo George Arlequín, presidente de un banco europeo amenazado a su vez por un despiadado hombre de negocios.
Entre los libros argentinos, destacaba un título agotado: "Jeringa", de Jorge Montes. La novela, incluso, estaba a punto de ser reeditada por la presión del público.

"Escribí mi novela impulsado por la enorme cantidad de audaces que intentaban pintar Buenos Aires con las antípodas de su lenguaje y sus costumbres. Y lo que es peor, con una total falta de síntesis y de interés", diría Montes años después.
Dialogaba con una camada de escritores: Pacho O’Donnell, Enrique Medina y Javier Torre, que retrataban un país áspero y casi siempre excesivo.
La ciencia ficción tenía su lugar destacado en las librerías. Es que los libros del género costaban mucho menos que los demás y eran ágiles para leer. Uno de los títulos mencionados por Quesada es "Bilenio", de J. G. Ballard a solo 80 pesos, ideal para los que querían leer sin cargar con el peso del presente.

Mientras la mayoría buscaba alivio, otro grupo seguía reclamando libros complejos, importados y caros. Los estudiantes y profesionales se organizaban en "cooperativas improvisadas" para comprar un ejemplar entre varios.
Entre los más buscados figuraba "Desenmascarar lo real", de Serge Leclaire (Paidós), un libro importante para el psicoanálisis lacaniano, que rondaba los 220 pesos.
Revisar los libros más leídos por los argentinos hace 50 años es una manera de entender los miedos y deseos de una sociedad que, en plena inestabilidad, buscó amparo, sobre todo, en la ficción.