Darío Íscaro es una voz singular del jazz cordobés. Formado en la Escuela La Colmena y guiado en su momento por maestros como Scott Henderson, su guitarra se mueve con naturalidad entre el jazz, la fusión y la experimentación.

"Secreto a voces", su último disco, trabaja sobre la idea de "laboratorio sonoro", donde confluyen composición, improvisación y experimentación. Profundiza una estética que rompe etiquetas y busca ampliar el lenguaje del género.

Darío Íscaro es una voz singular del jazz cordobés. Formado en la Escuela La Colmena y guiado en su momento por maestros como Scott Henderson, su guitarra se mueve con naturalidad entre el jazz, la fusión y la experimentación.
Cada proyecto suyo parece un abordaje distinto, una búsqueda de territorios nuevos. Creador de grupos emblemáticos, tocó junto a Rubén Juárez, Susana Rinaldi, Horacio Ferrer y Lalo Schifrin, y fue telonero de Dave Holland y Adrian Belew.
En los últimos años, amplió su universo con el dúo DarWen, el trío UFI y el proyecto Quimera, junto al baterista Matías Menárguez. Además forma parte de Victoria Derrota, un grupo que cruza el pop con lo experimental.
Su más reciente disco, "Secreto a voces", confirma lo que ya se intuía: que Íscaro evita repetir fórmulas y sigue inventando su propio idioma musical. Antes de la última presentación del año, que realizará en CABA, dialogó con este medio.

En la entrevista, se valió de una metáfora muy hermosa. Habló de la composición musical como una "casa" que los músicos construyen como si fueran albañiles para luego habitarla.
También usó otra figura, no tan vistosa pero sí eficaz para sintetizar una forma de entender el arte: la del "científico loco" que se vale de la “alquimia” para crear una obra nueva.
-"Secreto a voces" se ubica entre la composición y la improvisación con una libertad poco habitual. ¿Cómo fue encontrar ese equilibrio entre estructura y espontaneidad?
-La composición sería algo así como una casa de material hecha con cosas concretas, mesa, sillas, paredes. Las improvisaciones son las vivencias que las personas que la habitan tienen.

Todos los diálogos espontáneos, los acercamientos afectivos, los enojos, los apasionamientos, en fin, todo lo no tangible, abstracto o no corpóreo que sucedería dentro de esa casa hecha con cosas concretas.
A la vez, esas cosas no tangibles que suceden en esa casa material responden a esa casa en particular. O sea, en la casa del frente, o la del vecino, sucederían otras cosas intangibles diferentes que se desarrollarán según el ambiente material que las contiene.
Aplicado a este grupo y disco en particular, los músicos que tocan, viven y conocen esa casa que habitan, los acordes que sostienen esas improvisaciones son los cimientos de esa casa.
Y los músicos que tocan, conocen a la perfección esos cimientos, permitiéndose explayarse y volar libremente dentro de ellos.
-A lo largo de tu trayectoria pasaste por experiencias muy diversas. ¿Qué huellas de esas etapas creés que aparecen en la sonoridad actual del trío?
-Estoy seguro que cada experiencia previa de conocimiento musical que he tenido a lo largo de mi carrera como músico, de alguna manera confluye y desemboca en mi última obra.
Por supuesto, los músicos que me acompañan en cada nuevo grupo o proyecto también dejan su impronta. Yo solamente construyo la casa donde esas vivencias van a suceder, con suficientes paredes en blanco como para que ellos la pinten con sus propios colores.
Jamás he descartado ninguna de mis incursiones en distintos tipos de músicas, por lo que cada propuesta nueva que aparece de alguna manera reúne y se alimenta de todas esas experiencias anteriores.

-Tu música suele "desafiar" etiquetas: jazz, fusión, avant-garde. ¿Te interesa esa indefinición estilística como una búsqueda en sí misma?
-Si el disfrute en la escucha de la música dependiera solamente de estar consciente de a qué estilo, corriente, o compartimento pertenece lo que uno escucha, se volvería una experiencia bastante aburrida.
Pienso que termina haciendo a la persona cada vez más obvia y predecible, características que nunca me han gustado demasiado en la música.
Como músico, cada cosa nueva que estudiás y aprendés le agrega a la experiencia esa cuota de interés que despierta el abordar algo desconocido. Una de las cosas que más me ha gustado siempre como músico es lanzarme a lo desconocido, y lo desconocido para mí, nunca ha significado algo negativo.

Me considero a veces como un "científico loco" en la música. Siempre me ha interesado mezclar estilos o elementos de estilos que no deberían mezclarse.
Eso me ha costado el alejamiento con ciertos colegas o directores de festivales. Soy consciente que es difícil encuadrar mi música a un solo estilo, que ahorre a la persona que lo escucha pensar o volar pero esa siempre ha sido mi idea.
-En "Secreto a voces" hay una presencia del diálogo entre instrumentos. ¿Cómo concebís ese intercambio dentro del trío: como composición, como improvisación o como una forma de pensamiento colectivo?
-La música de este último disco está concebida desde la guitarra, que a su vez es el instrumento que de alguna manera lidera esta música.
Pero dentro de ese escenario, la presencia del contrabajo y la batería constituyen la concreción de una estructura que enmarca a la melodía basal existente en cada composición.

En las partes de improvisaciones, ese diálogo no se diluye. Solo que se pone en foco la historia que quiere contar cada instrumento. Mientras tanto, los otros escuchan, sostienen, complementan lo que el principal orador está contando.
Luego, retoman la melodía principal y le dan una conclusión. En realidad, es una estructura bastante simple de algún tipo de unidad colectiva. La idea es proponer a los músicos el diálogo teniendo una melodía determinada y sus componentes. Y decirles: "Ahora que lo conoces, volá".
-A más de dos décadas de proyectos, grabaciones y escenarios, ¿cómo sentís hoy tu relación con la guitarra eléctrica? ¿Sigue siendo el mismo instrumento de exploración que al comienzo?
-Puedo hablarte de mi relación con mis guitarras. Por supuesto, y a pesar de sonar como un cliché, siempre me refiero a ellas como seres, no solo vivos, orgánicos, que me han ayudado a llegar a este presente.
Agradezco al cosmos poder continuar tocando y haciendo música, por lo cual cada organismo vivo, evoluciona, crece y envejece también.
Al comenzar el día algo me trae una melodía o un ritmo. Llego a la guitarra y entablo el diálogo que necesito. Me pongo de acuerdo con ella para que pueda traducir lo que tengo en el éter. Por esa razón, tiene que estar siempre a punto, bien afinada y cuidada.
Por supuesto, siguen siendo el instrumento de exploración, y se han agregado otros atributos con los años, como el ser mis brújulas en esa oscuridad de donde salen los lagos y espejos, donde aprendí a reflejarme con el pasar de los años.
Nada más que aclarar que, como todos los músicos autogestionados, continuamos esperando alguna situación donde el algoritmo que parece regir todo en este mundo se vuelva un poquito más benévolo con nosotros.