El bajista y compositor platense Mariano Sívori presenta este mes su segundo álbum "Cómo ir a la luna" junto a su cuarteto. Contiene composiciones originales de Sivori, más una inspirada versión de "Great day" de Paul MacCartney.

El bajista y compositor platense presenta un nuevo álbum junto a su cuarteto. Inspirado en Magritte, con ecos de Paul McCartney, propone una experiencia que gira entre la memoria personal y las búsquedas musicales.

El bajista y compositor platense Mariano Sívori presenta este mes su segundo álbum "Cómo ir a la luna" junto a su cuarteto. Contiene composiciones originales de Sivori, más una inspirada versión de "Great day" de Paul MacCartney.
Es un disco de jazz contemporáneo con elementos de la música académica, contemporánea y el rock. "Es un viaje que propone momentos expansivos pero también una introspección reflexiva, emocional e íntima", dicen los realizadores.
Inspirado por el cuadro "El dieciséis de septiembre" de René Magritte, Sívori recuerda su niñez, "cuando la fascinación por los viajes espaciales, los cohetes y los astronautas, funcionaba como un catalizador poético de todo lo que sucedía alrededor".

Sívori cuenta además que un bajo Gibson EB 2 de 1967, prestado por Lucas Cutaia, fue central en la creación de "Cómo ir a la luna". Primero lo usó en "Escalectric", el nuevo disco de su grupo Escalandrum.
Luego descubrió, en su timbre, una voz propia que terminó inspirando varios pasajes del nuevo disco, al punto de sentir que algunos temas fueron "dictados" por ese bajo. Ahí arrancó la entrevista con este medio.
-¿Qué sentís que te mostró este instrumento sobre tu propia forma de componer e interpretar?
-Creo que cada instrumento te induce a tocar de tal o cual forma. Por ejemplo, si a un baterista le das dos bombos, una batería gigante con un montón de platos, de alguna manera va a estar condicionado a interpretar de cierta forma.
En mi caso, este bajo y su sonoridad tan particular, me invitó a pensar mis composiciones de una manera más desde el bajo, más desde las cuerdas. Por eso no es casual que el cuarteto también incluya a Lucio Balduini en la guitarra.
Mis anteriores trabajos estaban más inspirados desde el piano, tal vez más pensando en la armonía de la música. Éste es un álbum más directo, más crudo, con menos capas.

-"Cómo ir a la luna" está inspirado en un cuadro de Magritte. ¿De qué manera esa imagen dialoga con la poética sonora del disco y con tu memoria de los setenta, marcada por la fascinación con los viajes espaciales?
-Estos últimos dos años estuvieron signados por la preocupación y angustia que me generó la enfermedad degenerativa que atacó a mi madre, y que finalmente se la terminó llevando.
Todo el proceso de composición y concepción de este material, estuvo signado e influenciado por los pensamientos y sentimientos alrededor de esta etapa.
En mi estudio tengo esta reproducción del cuadro de Magritte, que de alguna manera me invitaba a "viajar" a la luna que está representada ahí, mientras me ponía a escribir la música.
Este "viaje" funcionó un poco como escape o recreo. Y no es otra cosa que tratar de sublimar la angustia con los elementos que tengo a disposición: hacer música.

-En el repertorio aparece una versión de "Great Day" de Paul McCartney, en convivencia con tus composiciones. ¿Cómo trabajaste esa tensión entre lo propio y lo ajeno, entre la tradición beatle y el lenguaje del jazz contemporáneo?
-Siempre amé a los Beatles. Gran parte de su música me acompañó desde que tengo memoria. Me siento como en casa escuchándolos.
La manera que abordé esta canción de McCartney es igual que con mis temas. No creo que exista tensión, ni mucho menos. Así que en este caso en particular, casi que no lo pensé mucho, simplemente traté de que sonara como está en mi cabeza.
-El cuarteto con Fogiel, Balduini y Piazzolla tiene décadas de historia compartida. ¿Qué huellas deja esa confianza de años en la manera en que se arma y respira este disco?
-Es prácticamente todo. Tocar con músicos maravillosos, sensibles, comprometidos y que además sean tus grandes amigos, aliados de cientos de proyectos, conciertos, sueños, anécdotas y vivencias es lo mejor que te puede pasar.
Yo crecí como músico y como persona a la par de ellos (y de mis compañeros de Escalandrum y otros proyectos también). Creo que la música suena mejor así.

-El 24 de octubre vas a presentar esta obra. ¿Qué buscás que le ocurra al público al compartir este viaje musical?
-Como músico y compositor, por supuesto que me interesan que ciertos aspectos técnicos estén contemplados y llevados a cabo. Pero en definitiva el arte no consiste solamente en cumplir con ciertos requisitos mecánicos o académicos.
Lo que me interesa es que, en lo posible, cada persona, en el concierto o escuchando el disco, sienta y vuele. Que tenga su propio periplo, que se imagine en otro lugar, que se ponga alegre o triste, que se acuerde de cuando era chico o cuando se enamoró.
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