Diego Peretti debuta como director con "La muerte de un comediante"
El popular actor comparte esta ópera prima, que combina drama, comedia y aventura, con el santafesino Javier Beltramino, quien trabajó como productor junto a Juan José Campanella, Santiago Mitre y Axel Kuschevatzky. En diálogo con El Litoral, los directores repasaron la gestación de este relato existencial.
Peretti como Juan Debré, un actor que se enfrenta al fin de sus días; el primer plano es una de las decisiones estéticas que buscan llevar al espectador a la mente del personaje. Foto: Gentileza Orsai / FilmSharks
Diego Peretti, uno de los actores más queridos y versátiles del cine argentino, se lanza a una nueva aventura: su ópera prima como director. Junto al santafesino Javier Beltramino presenta “La muerte de un comediante”, una película que combina drama, comedia y aventura, y que se estrenará el 20 de noviembre en cines de todo el país.
La historia sigue a Juan Debré (interpretado por el propio Peretti), un actor que dedicó su vida a interpretar a un héroe televisivo. Pero cuando recibe un diagnóstico terminal, su mundo se desmorona: decide huir a Bruselas, el escenario mítico del cómic que marcó su infancia. Allí se topa con tres jóvenes que lo arrastran a un conflicto tan real como peligroso, y que lo obligará a enfrentar la pregunta que evita desde siempre: ¿será capaz, por una vez, de convertirse en el héroe que fingió ser?
“La muerte de un comediante” no sólo marca el debut detrás de cámara de Peretti, sino también una experiencia inédita en la forma de hacer cine. La película fue financiada sin subsidios estatales ni inversión publicitaria, gracias a 10.190 socios productores de la Comunidad Orsai, un movimiento impulsado por el escritor Hernán Casciari que propone un modelo de producción independiente, transparente y participativo.
El fenómeno llamó la atención del mundo: IMDb reconoció oficialmente a los miles de coproductores, y la revista Variety destacó el proyecto como una “revolución comunitaria en el cine argentino”.
El rodaje se desarrolló entre Buenos Aires y Bruselas, reflejando en sus locaciones el mismo contraste que atraviesa la vida del protagonista: el vértigo entre lo cotidiano y lo imaginario, entre la crisis personal y el renacimiento interior.
Junto a Peretti, integran el elenco Malena Villa, Haneul Kim, Marioska Fabián Núñez y Eric Bier. La película cuenta con música original de Lolo Micucci, dirección de fotografía de Gustavo Biazzi junto a Javier Ramallo, montaje de Anabela Lattanzio, y dirección de arte de Sebastián Orgambide.
Anticipándose al estreno, El Litoral conversó con los directores para conocer más sobre la génesis de este proyecto único.
Peretti en vestuario junto a Beltramino, conversando sobre una escena. Foto: Gentileza Orsai / FilmSharks
El origen
-La historia cuenta de este Juan Debré, este actor con una enfermedad terminal en busca de un propósito, y esa búsqueda lo lleva a su personaje de culto, Bombín, en lo que podemos ver la presencia de Hergé y Tintín. ¿Cómo nació la idea y cómo se convirtió en proyecto de película?
Beltramino: -Esto empezó hace ocho años más o menos. Yo estaba trabajando como productor junto a Axel Kuschevatzky en lo que fue Telefónica Studios; estaba involucrado en ocho películas al año. Venía a trabajar con (Juan José) Campanella como productor. Pero desde chiquito quería contar historias, hacer cine, y estudié dirección; y paralelamente hice pude hacer cortometrajes.
Estuve involucrado en una peli donde estaba Diego, “Papeles en el viento” de (Juan) Taratuto; hubo una escena que filmaron en el Hipódromo. Dije: “Quiero hacer un largometraje, mi ópera prima, pero no la quiero hacer en solitario; y la quiero hacer con este tipo”. A Diego lo consideraba (y lo sigo considerando) como el gran actor argentino; de casualidad empecé a ver que íbamos al mismo bar, la misma rutina de ir al bar a leer el diario.
No sé cómo me hice del e-mail de Diego: si me acerqué un día a su mesa y él: “Tomá mi mail, escribime, chau”. No sabía que después le iba a escribir y bastante, hasta que logré tomar un café; y en ese café por suerte me escuchó y se fue dando natural el tema de ir convenciéndolo.
No me costó tanto convencerlo de que empiece a pensar en la posibilidad de dirigir una peli; con esta cosa de que quería que sea con una idea de él.
Peretti: -No era dirigir, era hacer una peli juntos en ese momento. Fue escalando, era un granito así. “Vamos a hacer una peli juntos”, y la idea de él era hacer algo absolutamente despojado de la burocracia cinematográfica. Tenía en la cabeza la fórmula para hacer algo completamente fuera, como conocía mucho de producción.
Javier decía: “Hay un montón de instancias cinematográficas que son burocráticas, y que se podrían acotar para lograr una película buena, con mucha menos parafernalia tecnológica y monetaria”.
Beltramino: -Yo venía de hacer un cortometraje animado, donde trabajaron 60 personas durante dos años, de forma independiente, sin ayuda alguna. Ojo, vale la aclaración: tiene que existir el Incaa, por supuesto, eso no quita lo otro.
Después lo contacté a Casciari, que en ese momento me gustaba mucho: había fallecido recientemente Fontanarrosa y me gustaban mucho los cuentos de Casciari. Quería reunir al que considero el mejor actor argentino (al menos para mi gusto) y al escritor que en ese momento me interpelaba, y hacer un dream team.
Peretti: -Me alcanzaste unos libros de Casciari primero, los leí y me parecía que tenía algo de Fontanarrosa.
Beltramino: -En base a una idea de Diego lo contacté a Casciari para que haga un primer guión, y ahí empezó la historia.
Peretti: - Creo que el héroe Tintín también es iniciativa tuya, porque yo tenía esta idea de hacer que el cuerpo de un actor, que actúa en ficción, pasara a insertarse en un acto heroico verdadero. Porque el sueño del actor es un sueño épico, heroico, de ser mirado, de ser admirado, pero siempre dentro de la ficción.
Desde el principio hablamos de una cuestión muy existencial de la película: “Taxi Driver”, un western existencial, todo eso siempre nos atrapó. Y pasar por una inspiración de niño con un héroe de cómic: sabiendo que se terminan los días de la vida de uno, ir al lugar donde nació el héroe que lo inspiró a este personaje para ser actor.
Y el héroe de cómic que apareció porque fue el primer héroe de cómic de Europa (y no sé si del mundo) era Tintín: vos estabas muy imbuido con ese tema porque vivías en Bruselas.
Beltramino: -Vivía en Buenos Aires, pero había tenido un hijo con una madre belga, viajaba mucho a Bruselas y ahí apareció Tintín.
Peretti: -La historia es larga: hemos tenido encuentros con empresarios de rubros muy disímiles para ver si conseguíamos financiamiento. Se podría escribir un libro.
Conflictos
-Hablando de esa relación personal con Bélgica, ¿cuánto influyó en la pugna de xenofobia versus multiculturalismo que subyace en la trama?
Beltramino: -Fue loco, porque cuando surgió toda esta idea, jamás pensé que iba a vivir en Bélgica. Cuatro años después terminé viviendo en Bélgica, sufriendo toda esa trama, que aparece más de por el lado de Diego. Porque él fue el que dijo en su momento: “Bueno, es la capital del cómic, pero además es el faro de Occidente, el centro diplomático”. Y eso se prestaba para una trama que necesitábamos para que haya una aventura.
Ahí apareció el tema de la inmigración y todo eso, porque una de las cosas que siempre que pensábamos con Diego (más allá de que es un western existencialista y demás) era: “Hagamos una peli entretenida, no caigamos en la solemnidad”. Y nos venía muy bien Bruselas en cuanto a esa parte bastante particular que tiene, donde se tejen todo tipo de subtramas en la política real y en la peli.
Peretti: -Me comí todos los libritos de Tintín: me los compré todos (cuestan un huevo), los leí todos; y como todo héroe de cómic se mete en un conflicto cuya justicia generalmente se ve como la políticamente correcta. El problema es cómo llega a resolver ese acto de injusticia; y es ahí donde el héroe se aparta del camino más oficial, y es donde se convierte en un héroe porque lo hace de forma paralela.
Sabemos lo que es justo con respecto a las injusticias de la inmigración: las personas son ciudadanas de la tierra, del mundo, no tienen fronteras, aunque sí las tiene; pero si vos le preguntás a cualquier persona con sentido común, con sentido de justicia, que no tenga un racismo en su pensamiento, el planeta Tierra tienen derecho a habitarlo toda la gente del mundo. Y obviamente si te matan a tu familia vas a salir de ahí, vas a tratar de entrar en un país donde se viva con más libertad.
Damián Szifron les puso “la banda de los copitos” a estos tres chicos: Lena, Amal y Bonnie. Queríamos que fueran de una amplitud progresista enorme: de raza negra, de raza amarilla, de raza blanca; al principio queríamos que Marioska (que hace de Bonnie) fuera transexual, como para ahondar la cuestión de todos los derechos, de los más periféricos de la sociedad.
Ahí nos embarcamos. La película, si bien tiene momentos en donde se detienen más que otros, es una película que en general los comentarios que tenemos es que es linda, que es entretenida, que tiene un mensaje. Nos gustó el resultado.
-¿Cómo fue encontrarle el tono narrativo y el tono actoral para que tenga humor, lo trágico, lo existencial y que sea entretenida?
Peretti: -Teníamos un primer guión escrito por Hernán Casciari y Cristian Basilis a partir de la idea que les habíamos mandado; en donde el personaje transitaba su derrotero heroico, pero era una primera versión. Veíamos al personaje como transcurría geográficamente en toda la historia, en toda la trama, pero le faltaba esto que vos decís, el tono.
Al principio nos juntamos con Javier y empezamos a sintetizar ese camino del héroe a nivel geográfico: en vez de verlo llegando al aeropuerto, yendo por este lado, llegando a la librería, empezamos a tratar de resaltar los momentos más emocionalmente potentes del personaje. Y después entre los dos tratábamos de ver si había algún guionista que nos ayudara a darle “sal y pimienta” y tono a la película que nosotros teníamos en la cabeza.
Recuerdo como si fuera hoy: yo estaba filmando en España en pleno Mundial 2022, diciembre, noviembre; estaba incluso en una casa de historietas, me la pasaba comprando cosas de Tintín, Hergé y todo eso. Y hablando con Javier, en un acto absolutamente soberbio de mi parte, le digo: “Ya tengo al guionista”. Javier me dice: “¿Quién?”. Él había propuesto otra guionista muy buena, que nos ayudó a la visión, que es Vera Fogwill.
Pero al ser tan personal lo que estábamos pergeñando, le contesté: “Estás hablando con él”, desde una librería llena de cómics. Se quedó callado.
Beltramino: -No sabía si me estabas jodiendo, porque no solés ser así.
Peretti: -Estaba haciendo una película con José Coronado, que requería bastante demanda de atención, porque es un actor bien español (no sé qué quiero decir con eso). Pero tenía la cabeza en esta historia; yo no soy así, tiene razón Javier, pero tenía una fe: tenía en la cabeza el tono. Durante muchos años habíamos hablado de la película: primero empezamos a discernir sobre el tono, y cuando volví de la película le empecé a escribir escenas.
Empezamos a tener un sistema de trabajo, en donde yo iba escena por escena, se la mandaba a él; él la probaba con correcciones y me la mandaba. Y así hicimos el camino del personaje escena por escena, hasta que llegamos al final.
Beltramino: -Reescribiste el guión y el tono, que al principio a mí me costó. Diego obviamente capitán del barco, yo iba como marinero, haciéndole más que nada preguntas; hasta que entendí el tono, porque no fue fácil eso. Pero me resonaba todo el tiempo una frase de una poeta yanqui, Louise Glück, que justo estaba leyendo en esa época, porque había sido premio Nobel en 2020. Era algo así como: “Uno mira al mundo solamente una vez, en la infancia; el resto es memoria”. Me identifico mucho a nivel personal.
Y el tono que Diego estaba proponiendo en ese momento pimponeaba con esa frase: el personaje de Debré es un poco eso. Creo que la película no habla de la muerte, sino de la posibilidad de vivir de una forma totalmente auténtica; y me parece que tiene que ver con esa conexión con la infancia, cuando uno mira el mundo. Cuando recibe la noticia logra sacar todo ese ruido con el que uno crece, vive de adulto.
Peretti: -Estoy absolutamente de acuerdo con esa percepción.
El codirector, guionista y protagonista junto a Malena Villa, toda una revelación como la figura “europea” de la cinta. Foto: Gentileza Orsai / FilmSharks
Pensar el cine
-Los momentos emocionales están jugados también en la puesta de cámara, que pasa de los primeros planos a una cámara más o menos subjetiva que por ahí no es la visión de Juan, pero acompaña lo que percibe, lo que escucha. ¿Cómo se tomaron también esas decisiones estéticas?
Peretti: -Quería (en acuerdo con Javier) que la película empiece como termina: que a partir del prólogo (que es la recibir la noticia), en la pileta a punto de morir, tenga un flashback. Emparentando esto a lo que se dice que cuando estás pasa por pasar a otro plano, tenés un vertiginoso repaso de una cantidad de momentos de tu vida muy importantes, que pasan como un tren: momentos recordados por la carga emocional o por lo feliz que fuiste.
Desde que está en la piscina, hasta que vuelve a estar en la piscina, todo es el flashback que él vive de lo más valioso que tiene en la vida: esos tres días, el encuentro con su héroe en su tierra natal. Es como un fanático de John Lennon que va a buscar la canción originaria de todo su talento.
Ese era el tono de la trama que queríamos establecer. La voz en off también fue un concepto que puso Vera Fogwill; después de leer un mini trabajo de guión que estábamos haciendo con Javier dijo: “Es una película que puede llegar a tener voz en off”.
Beltramino: -Lo de la puesta de cámaras fue natural, porque lo iba pidiendo el guión que iba reescribiendo Diego.
Peretti: -Al ser como un sueño, una imagen pseudoonírica, era contada desde el yo personal, pero también se salía en perspectiva. No hay ninguna escena donde yo no esté: la percepción del personaje siempre está presente. A veces está sobre el hombro, a veces es mi subjetiva pura, a veces miro a la cámara: por ejemplo, en el aeropuerto, ese diálogo que tenemos frente a cámara la trabajadora del aeropuerto y yo tiene que ver con la salida del país y la visión que tiene un fanático de un actor.
Lo vi claramente en la presentación de “Tiempo de valientes” en el Gaumont, que se cumplían 20 años: se llenó el cine. La percepción del de afuera es importantísima en el actor: es la carne, es lo que te da de vivir.
Esta cuestión de mirar a cámara, y la mirada del otro, me parecía esencial en la subjetiva de alguien que se dedicó a ser actor.
-Hablaban de “Taxi Driver”. ¿Hay alguna otra referencia cinematográfica?
Peretti: -Teníamos a “Birdman”: nos basamos en él (Alejandro González Iñárritu) sobre todo para los planos secuencia.
Beltramino: -Y “El luchador”, de (Darren) Aronofsky. Pero fuimos un poquito más allá: queríamos tomas largas, planos secuencia; pero le agregamos que en el mismo plano secuencia vamos de la subjetiva a la objetiva. Fuimos tomando esas decisiones de forma natural, porque queríamos generar esa extrañeza.
Estoy muy contento con el resultado, pero no paramos de tomar riesgos: siempre pedidos por la trama, no por capricho. Lo mismo también sucedió con la música (hay mucha), el sonido, todo fue contado desde el protagonista, y queríamos que el espectador tenga un viaje a través del protagonista.
Hay mucho cine de los 70. Diego todo el tiempo me decía: “No nos apuremos”; y siempre me recordaba los tiempos del cine de los 70.
Peretti: -Tuvimos una libertad para trabajar, artísticamente, que es imposible esta película hacerla con una plataforma. Te guste o no te guste: por ahí hay gente que dice “es horrible”; y tenemos la medalla de que hay gente del cine que le gustó mucho la película. Pero es absolutamente anti inteligencia artificial: no va por algoritmos.
Es una película nuestra, personal, construida ladrillo por ladrillo, gracias a los 10.190 socios productores que pusieron su confianza en nuestros hombros. Casciari, la Comunidad Orsai, no se metió en ningún momento en la cuestión; como debates quizás, pero no con un dedo diciendo “esto no lo pueden hacer, esto no va a quedar bien, esto no me gusta”.
Hicimos la película que quisimos. Es algo para destacar, porque en los momentos actuales, en que la producción audiovisual se encuentra medio huérfana de una política cultural... llamalo como quieras: no quiero entrar en conflicto, pero es una verdad objetiva. Estamos medio desperdigados entre las plataformas, la televisión que no tiene ficción, o que no sabemos a dónde se va la televisión abierta; el Incaa que todavía está encontrando su lugar en este nuevo momento político, un montón de cosas.
Esta forma de gestionar un contenido audiovisual es para destacar y para agradecer mucho.
-¿Cómo fue el proceso de casting? Hay varios miembros del elenco “europeo” que o son argentinos, o viven acá. Empezando por Malena Villa que es una revelación: perfectamente podría ser una actriz belga o francesa como Cécile de France, Mélanie Laurent o Lou de Laâge. Te creés que es una actriz europea todo el tiempo.
-Es un excelente trabajo el que hace Malena Villa. El casting fue trabajoso, todo fue en esta película fue muy trabajoso. Javi era el que me dijo: “Es ella”; yo la veía en mi imaginación como más grandota, más corpulenta.
Pero es un trabajo extraordinario el que hace: no necesita más corpulencia que la que tiene, porque tiene una fuerza poética y actoral muy grande. Además, preparada con... no sé, 300 idiomas que sabe. Y además Javier, que había vivido en Bruselas, era obsesivo sobre el acento que quería que tuviera.
Beltramino: -Se decidió que la coprotagonista fuese argentina. No conocíamos a Malena, nos la presentaron. Tal vez Diego se imaginaba una Lena más latina, por cómo él la describía. Yo le decía: “No es belga Malena, pero físicamente sí da”. A mí me sorprendió muchísimo, después me enteré que había actuado en un montón de pelis y era tan valorada en el ambiente.
Peretti: -Mi hija es actriz, me preguntó: “¿Quién va a ser la coprotagonista?”. Le dije “Malena Villa” y se abrieron los ojos como dos huevos, porque la conocía como cantante de música urbana.
-¿Cómo fue a nivel logístico filmar entre Buenos Aires y Bruselas, en el contexto de una película autogestionada?
Peretti: -Nos ayudó mucho el conocimiento que tenía Javier de Bruselas, porque filmar escenas disociadas en geográficamente en países tan diferentes era muy difícil.
Beltramino: -Íbamos a filmar primero en Bruselas y después en Buenos Aires; se cambió y viajé cinco días a Bruselas solamente para elegir 14 locaciones y hacer el casting de todos los que iban a actuar en Bélgica. Fueron cinco días de locura total, y elegí 14 locaciones que tenían que ver con mis años viviendo en Bruselas.
Peretti: -Mucho trabajo y mucho de convencimiento. Porque con todo el equipo creativo, de los directores para abajo, uno puede hablar artísticamente; entonces, la seducción por el proyecto se hace más llevadera. El problema es cuando tenés que hablar con producción, que es el que administra los recursos: convencer de algo poético, de algo personal, de algo “poco de fórmula” a los administradores, ahí es donde teníamos que luchar a capa y espada.
Y muchas veces tuvimos que hacerlo atravesando áreas: me veía sentado rogando con una botella de vino para que el perrito que nosotros teníamos no fuera en Bélgica otro perrito pintado del mismo color. Todo eso forma parte de la aventura quijotesca que a veces tiene el cine.
Coppola haciendo “Megalópolis” y nosotros haciendo esto sigue siendo quijotesco; y me encanta que así sea, porque se está reduciendo todo eso. Ves películas de Netflix, de lo que sea, y ya las guerras no tienen 1.000, 2.000 extras, es todo por computación; el fuego es por computación, los océanos son por computación; vas en un auto y estás en un galpón, todo por computación.
Esta película es quijotesca y tuvimos que luchar quijotescamente con mucha mala sangre a veces, porque es una película complejísima.
Detrás de escena: Peretti y Villa rodando en Bruselas, ciudad que pudieron explotar en sus locaciones gracias a la experiencia de Beltramino. Foto: Gentileza Orsai / FilmSharks
Aventuras europeas
-¿Alguna anécdota que recuerden especialmente de lo que fue el trabajo?
Peretti: -Está lleno de anécdotas el proyecto, cada día era una anécdota. Teníamos un asistente de dirección Luis Bernárdez, que fue un soldado, el sargento Cabral, Cuando fuimos allá nos hicimos mala sangre, pero fue hermoso. Llegamos a Bruselas y nos encontramos con el equipo de producción de allá: era Marte. Teníamos que convencer de todo el trabajo de preproducción y lo filmado acá en Buenos Aires, a estos belgas que sabían, pero tenían una idiosincrasia diferente.
Nos teníamos que levantar a las 4 de la mañana, porque en Bruselas el día tiene pocas horas. Apenas salía el sol teníamos que empezar a filmar; y para preparar el set teníamos que llegar dos o tres horas antes, siempre con llovizna y 5 grados bajo cero; siempre con una ciudad hermosa.
Tuvimos que pedir permiso para la escena del tranvía, nos dejaban poco tiempo; tuvimos que hacer cine de guerrilla para un plano: nos tuvimos que meter en un tranvía con las cámaras medio ocultas para filmar algunos planos, porque no nos alcanzó el tiempo que habíamos solicitado.
Beltramino: -Y después un montón de sorpresas, para mí que estaba viviendo en Bruselas en ese momento: poder filmar en la Grand Place y meter un taxi en el centro. Pensaba que no iba a poder ser y sucedió.
Peretti: -La de que no podíamos usar a Tintín y tuvimos que crear a Bombín, es para balcones. Dos semanas antes nos dicen: “No podés ir de rabino por la ciudad de Bruselas, porque te van a pegar un tiro en la cabeza”.
Beltramino: -Hubo un par de atentados antes.
Peretti: -Le preguntamos a las autoridades de Bruselas y nos habían dicho: “No, de rabino no puede”. Me parecía una locura, pero tomamos el peligro y creamos un personaje que era un tipo del jet set internacional, con el traje. Cuando llegamos allí, le dimos a Bombín y al rabino.
Beltramino: - Y te dijeron: “OK, pero te vamos a poner dos guardias”, que no aparecieron nunca. No hubo presupuesto para cuidarlo a Diego: si le pegaban un tiro, bueno.
Peretti: -No tuvimos problema de ningún tipo: la gente de Bruselas es hermosa, es una ciudad de ensueño. Tiene lugares que Javier conocía para filmar; Tuvimos que pedir permiso para llegar cerca del lago, porque nos permitían filmar arriba, no en la orilla del lago que está en el final de la película.
Beltramino: -El que está en el afiche.
-Vestido de rabino le preguntás al policía: “¿Es peligroso acá?”. Él mira y no te contesta.
Peretti: -El policía que teníamos ese día se enfermó. No quiero spoilear, pero la vestimenta es entre policía militar nicaragüense (risas) y no sé: es un imaginario de policía, tiene ropas muy raras.
Beltramino: -Eso fue el primer día de rodaje.
Peretti: -Llovía como la concha de su madre, yo tenía culebrilla.
Beltramino: -Tuvimos que agarrar un extra y decirle: “Por favor, ¿podés hacer este papel?”. Así fue el comienzo.
Peretti: -Prueba de cámara, tres días antes de empezar a filmar. Los colores de la película son bien fuertes, para acrecentar el tono cómic; entonces quería que mi personaje tuviera negro el pelo, no castaño. Para eso me tuve que teñir con una técnica especial; y uno de los elementos me dio una alergia que me hizo crecer la cara: tengo la foto, parecía un rombo; más la culebrilla.
Aun así, me sorprendo hoy, porque si me agarra culebrilla ahora sufro. En ese momento íbamos de scouting con Javier a las 5 de la mañana, yo con el jean arriba de la culebrilla y no sentía dolor: era una concentración, una preocupación, con mala sangre a veces; pero era una preocupación tan vital, tan cinematográfica, que me hace reír ahora cuando me lo acuerdo.
Los realizadores junto al equipo en las calles de Bruselas, preparando el rodaje en la madrugada para aprovechar las horas de luz. Foto: Gentileza Orsai / FilmSharks
Lecciones
-¿Qué aprendieron de la experiencia?
Beltramino: -Aprendí muchísimo de Diego: el manejo del set que tiene. Es el flautista de Hamelin: cómo la gente lo seguía, no por solamente por ser bueno comunicando una idea y convenciendo; sino porque es una persona muy generosa, que en ningún momento se pone por encima del otro. Cómo cuidó al set de todo el ruido externo que sucede en cualquier película.
Peretti: -Eso es gracias a Javier, y no es por repartir flores; gracias a que él tiene un conocimiento de producción (que yo no tengo) fue en cada área consiguiendo los mejores jugadores; y yo lo escuchaba a él. Se dio un mix productivo con el que pudimos laburar y hacer esta quijoteada.
Beltramino: -Me acordé de una anécdota que me quedó marcada. Diego me dijo antes del rodaje: “Después de cada escena, si tenés algo para decirme sobre mi actuación, me llevás a un costado, me decís algo; seguramente mi primera reacción va a ser putear. No te asustes. Después me das cinco minutos, lo pienso y ahí tal vez el 80 % te voy a dar la razón, el 20 % no”.
Muchísimo me sirvió eso: no solamente para la dinámica en el rodaje, que fluyó, sino después a nivel general.
Peretti: -Uno como actor, cuando termina de hacer la escena, es como un jugador que termina una jugada. Y si te vienen a decir “eso está mal, eso está bien”, en general yo digo “andá a la concha de tu hermana” y los saco cagando.
En un ensayo, obviamente él era el que estaba fuera, y era el director cuando yo estaba adentro. Me dijo algo, y ahí le dije eso: es una metodicidad que me doy cuenta que tengo; y la seguimos durante toda la película, esa forma de dirigir de él cuando yo estaba actuando. A mí me despierta una sonrisa y carcajadas la experiencia que tuve.
-Ya hay fecha de estreno, ¿cómo sigue el camino de la película?
Beltramino: -Va a estar en el Festival de Mar del Plata, en competencia latinoamericana: el 11 y 12 de noviembre se proyecta para el público en Mar del Plata. La avant première es el 17 de noviembre, y el 20 el estreno en cines argentinos. Hoy es un lujo total poder hacer una película y además estrenarla en cines.