El proyecto de Diego Pérez (integrante de Tonolec) llega este sábado para presentar su más reciente material, con Diamantina como banda invitada. A la tarde, el músico brindará una charla taller sobre “Música latinoamericana y nuevas tecnologías”. De todo este viaje creativo y material habló El Litoral con este pionero de la fusión entre lo ancestral y lo presente.
Gentileza producción Diego logró con Nación Ekeko una apertura mucho más internacional, porque estoy viajando muchísimo. La verdad es que estoy tocando en Argentina el 20 ó 30 % de lo que estoy viajando hacia afuera .
Nación Ekeko, el proyecto de Diego Pérez (músico, compositor y productor, creador e integrante también de los proyectos Tonolec y Les Yacaré) se presentará en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572) el sábado 9 de abril a las 21. En la ocasión, presentará los materiales de “Qomunidad”, su último disco, y “La danza”, su anterior trabajo; ambos en versiones generadas para la ocasión, y con el convite a músicos locales.
Como banda invitada estará Diamantina. Las entradas están a la venta en la boletería de Tribus (miércoles a domingo de 18 a 0) y a través del sistema Ticketway y sus puntos de venta (online y físicos). El mismo día, a las 16, en Demos (9 de Julio 2239) el artista dictará una charla-taller titulada “Música latinoamericana y nuevas tecnologías”. Consultas e inscripciones al +54 9 342 4218187.
El Litoral se anticipó y conversó con Pérez para adentrarse en la búsqueda sonora de esta iniciativa.
Colaboración
-¿Cómo fue el proceso de hacer “Qomunidad” entre la prepandemia y el aislamiento?
-Justamente era lo que yo ya venía gestando: esta idea de transmitir que no se pueden hacer las cosas individualmente; siempre se necesita de la participación del otro. Esto del individualismo que viene propagandizando el sistema capitalista es una gran mentira, porque dependemos de los otros en todo. Venía gestando eso y justo cayó la pandemia, donde se evidenció mucho más que necesitamos de los demás; sobre todo la gente que está en las urbes que si no recibe la comida del campo está obsoleta. Eso es como un ejemplo nada más, de tantas cosas que se evidenciaron con la pandemia.
-En esas grandes urbes por ahí estamos rodeados de gente, pero no conocemos al que está al lado.
-Yo digo que se niega la vecindad: en vez de aprovechar para comunicarse y sumarnos tratamos de negar al vecino. Sí te lo cruzás en el ascensor y podés no saludarlo, mejor; y no sabés quién está al lado. Creo que es también uno de los síntomas de las grandes ciudades.
-Tu respuesta a todo esto fue hacer un disco donde cada canción es una colaboración con un artista distinto. ¿Cómo se fue dando el vínculo con cada uno y cómo fue cada proceso de creación o reversión?
-Lo que de alguna manera fue decisivo para hacer estas colaboraciones fue que empecé a escribir mucho sobre la temática de comunidad, y me parecía un poco raro hablar de comunidad y estar haciendo un disco yo solo (risas). Entonces me pareció que era importante que no solamente el disco esté diciendo en sus letras y su contenido lo que tiene que ver con el concepto de comunidad, sino que también en la arquitectura del disco, en la forma de hacerlo, la forma de interactuar con otros, esté plasmado ese espíritu de colaboración.
Entonces ahí fue que empecé a escuchar esas primeras ideas que tenía bocetadas y a decir: “Uy, esto estaría buenísimo hacerlo con tal, esto con tal”. Y empecé a diagramar los invitados e invitadas de este disco. Pero cada caso fue diferente: en general son músicos que conozco de diferentes lugares del mundo y que admiro y con quienes siempre quise cocrear; se dio la oportunidad y dije “ahora es el momento”. Después hubo algunos casos más fortuitos, como el de Julieta Venegas: la había conocido un par de semanas antes, le mostré la canción y le gustó mucho; y se dio también muy naturalmente el tema de la participación. Así se fue hilvanando.
-En muchos casos también aprovechando estos que descubrimos de poder seguir a la distancia algunas cosas.
-Claro, sí: gran parte del disco fue hecho a la distancia, y haciendo ese ida y vuelta de ideas y desarrollo creativo.
Relecturas
-Hay un caso particular que es como la cigarra donde aparece la voz de Mercedes Sosa, una especie de “colaboración post mortem”. ¿Cómo se dio esto de recuperarla en una versión que llevás para otro lado, pero donde pivoteás en el estribillo de Mercedes?
-Ese era un tema que me había reflotado en la memoria en el momento en que pasó lo de Santiago Maldonado. Para mí fue muy loco como a pesar de que hubo mucha represión del Estado y de encubrimiento de lo que pero pasando desde el Estado, desde el gobierno de ese momento, cómo la gente resistió. Y una las formas de resistencia fue poner la imagen de Santiago Maldonado en todos lados: su imagen era como John Lennon de golpe. Y a mí eso me hizo acordar mucho esa parte de la canción que dice: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando”. Resucitando en el pueblo, en la gente.
Y ahí empecé a diagramar esta versión. A veces me tomo mucho tiempo en hacer versiones, sobre todo si son temas que me gustan mucho y que me marcaron de alguna manera. Tuve la suerte de mostrárselo a Fabián Matus, el hijo de Mercedes: le encantó la versión, me la autorizó.
El tema quedó ahí, estaba como una especie de single que había salido; pero cuando se dio esta idea de “Qomunidad” fue como que dije: “Este tema tiene que ser parte del disco; porque va con el espíritu”. No solamente con la colaboración con Mercedes Sosa “post mortem”, como vos decís; sino también con María Elena Walsh, que es una de las grandes compositoras de Latinoamérica, de nuestro cancionero popular.
-Hablas de tu momento de versionar. ¿Cómo es el acercamiento a una canción como en este caso (y otras que has hecho en tu carrera) que es muy conocida, muy resonante, y buscarle esa vuelta personal? Sin traicionarla buscándole un lado nuevo.
-Bueno, vos lo dijiste mejor que yo (risas). Creo que primero la llama se enciende con algo que sucede muy desde la intuición: una canción (si uno la conoce) vuelve a aparecer, como te contaba con “La cigarra”, y se resignifica. Ese mensaje que traía la canción, que por ahí marcaba algún momento, se resignifica en el presente. Y por otro lado que me llame musicalmente.
Pero lo más importante es que yo le pueda dar una perspectiva diferente a la canción, pueda aportar una mirada propia. Y ahí es cuando empiezo a trabajar, y es un trabajo que tiene mucho que ver con lo que vos decís: con darle esa perspectiva propia, darle esa estética personal, pero que no pierda la esencia de lo que la canción representa y de su mensaje.
-Está “Y arriba quemando el sol”, que es de Violeta.
-Otra compositora grosa de Latinoamérica, Violeta Parra, a quién también admiro muchísimo; hice versiones de ella con Tonolec. Y en este caso me pareció interesante cruzar la Cordillera y unirla con Maryta de Humahuaca: una cantante coplera de Jujuy que viene tomando la tradición de las copleras, del canto con caja, eso que exploró tanto Leda Valladares. Y unir a Violeta Parra con la zona del Noroeste argentino, ese parentesco que hay.
Nueva búsqueda
-Justamente esta fusión que vos describís, entre lo ancestral y lo presente, entre el sonido más arcaico y la electrónica; algo que venís trabajando desde Tonolec. ¿Qué sentís que distingue más a Nación Ekeko de aquel otro proyecto?
-Primero con Tonolec nos ceñimos mucho más a lo que fue la música qom y guaraní de nuestra región; con Nación Ekeko abrí el abanico a todas las culturas de Latinoamérica, desde México hasta Argentina. Y después en el trabajo musical me fui a un lugar más experimental, y saliendo mucho más del formato canción, que con Tonolec lo respetábamos casi al cien por ciento.
Entonces: voy saliéndome del formato canción, yéndome más a lo experimental, a lo que se puede danzar, jugando mucho más con las texturas, con la electrónico; y profundizando este trabajo más de fusión, como si fuese el leitmotiv principal de Nación Ekeko: acá ya la canción (el estribillo, la estrofa, la estructura tradicional) se rompe, y se juega mucho más con el paisaje sonoro, con el paisaje musical.
Camino propio
-Hay un énfasis en lo rítmico, en lo mántrico, en el loop, lo danzable. ¿Cómo se lleva eso al vivo y cuánto de “viaje” o de improvisación permite en el escenario?
-Para mí es todo un desafío poder tocar electrónica en vivo y que esa electrónica sea maleable, que sea orgánica, que sea transformable en vivo; no tener algo enlatado que uno lo larga y siempre tiene la misma estructura. Entonces trabajo mucho con loops y eso me permite modificar la estructura del vivo: interactuar con el público, hacerlos cantar, hacerlos danzar; generar por ahí un momento con músicos invitados que es algo que hago mucho con Ekeko. Cada vez que voy a un lugar invito a músicos locales y hago como una especie de jam electrónica en algún momento del concierto. Eso me permite experimentar mucho más en vivo, tomando la energía que hay en ese momento, en ese lugar particular, con ese público particular.
Por eso también digo que con Nación Ekeko lo que cambia es que tomo mucho más la energía del público para construir la música que estoy haciendo en el momento; no tengo esa estructura predeterminada de la canción que uno hace más o menos siempre igual. El set que llevo tiene elementos electrónicos y acústicos en vivo: loopera, computadora, incluso las visuales las voy loopeando en vivo, me siguen a mí. Llevo cuerdas, vientos andinos, voces que voy metiendo también, sintetizadores y demás. Toda esa alquimia se va mezclando de una manera particular de acuerdo al lugar en donde estoy.
-El primer álbum del proyecto se llama justamente “La danza” y es de 2015. ¿Cómo convive Nación Ekeko con tus otras actividades? Pasaron siete años. ¿Cómo decidís cuándo es el momento de centrarte en Nación Ekeko?
-Creo que a uno lo fue llevando el corazón. Después de 20 años de laburar con Tonolec, y de construir junto a Charo Bogarín lo que fue el repertorio y el concepto de Tonolec, sentí que tenía ganas de experimentar, profundizar otras cosas que no entraban dentro del formato de Tonolec. Y empecé a hacerlo: primero paralelamente a Tonolec, y cada vez más fue tomando lugar, tanto en mí como en el público, por suerte (risas).
Y eso hizo que el proyecto pueda ir creciendo cómo está creciendo ahora; y también que tenga por ahí algo que nos faltó un poco con Tonolec que es una apertura mucho más internacional, porque estoy viajando muchísimo. La verdad es que estoy tocando en Argentina el 20 ó 30 % de lo que estoy viajando hacia afuera. Entonces también es un proyecto muy de viaje, y eso fue tomando lugar, espacio; y la verdad es que hoy es lo que me entusiasma experimentar. Por eso aclaro: después de 20 años de trabajo, es casi un milagro hacer un proyecto durante ese tiempo.
-Es una vida.
-Es un montón, y nos enseñó muchísimo: amo realmente el repertorio que generamos. Y también fue empezar a hacer esta fusión, en un momento en el que todavía no había muchos referentes.
Enseñanzas
-Vas a dar una charla-taller de “Música latinoamericana y nuevas tecnologías”. ¿Qué podés contar de esa actividad?
-El taller está muy enfocado a la escucha, primero: creo que la creación y la composición empiezan escuchando. Entonces la idea es juntarse con la gente que venga, llevar algunos ejemplos de música que a mí me parecen interesantes para escucharlos en conjunto, y poder percibir, poder analizar algunas cosas. Y a partir de ahí hablar de la creación y la composición; y hablar también de la electrónica como una herramienta aliada, posible, dentro de lo que es la creación y la composición.