El bandoneonista Luis Caruana compuso la “Suite del agua”, una obra de cámara instrumental litoraleña que se complementa con poemas escritos y recitados por Teresa Parodi. Juntos, y de la mano del violinista santafesino Ramiro Gallo, retratan un ecosistema que hoy se encuentra amenazado. Por esas aguas navegó El Litoral para conocer más del mundo de este autor.
Gentileza Flor Arrieta Caruana en el Tigre, el Delta fluvial que convirtió en su lugar en el mundo.
El compositor, arreglador y bandoneonista Luis Caruana lanzó recientemente su cuarto disco, “Suite del agua”, una obra de música instrumental de cámara sobre música del Litoral, que está inspirada en el humedal del Delta del Paraná. Cuenta con dos participaciones especiales: Teresa Parodi en la autoría y recitado de poemas que funcionan a modo de introducción en cada movimiento, y el reconocido violinista santafesino Ramiro Gallo. La formación original de esta propuesta es para Orquesta de cuerdas, acordeón/bandoneón, guitarra y percusión.
La obra busca, través de diferentes géneros de la región, evocar la vida de los isleros y atraviesa las múltiples situaciones y sensaciones en las que el río es protagonista. Pero cobra otra intensidad en tiempos en que ese ecosistema se ve amenazado por la ambición capitalista, expresada en las quemas intencionales de las islas frente a la ciudad de Rosario y otros tramos fluviales, con fines de explotación comercial o urbanística.
De todo esto conversó El Litoral con Caruana, un cordobés que vivió en Rosario y Buenos Aires, y encontró en el Tigre su lugar en el mundo.
Vivir el río
-¿Cómo surgió la idea? ¿Ya como una obra integral se gestó a lo largo del tiempo y después tomó esta forma de suite?
-Primero empecé como jugando, sacando alguna melodía en un acordeón, y empezó a salir el número uno, que se llama “Humedal”: nació como una melodía suelta. A partir de ahí le empecé a dar forma y sentí que había una pieza. Después empezaron a salir un montón, fue un proceso larguísimo de articulación de melodías; un poco desordenada, como una especie de catálogo que iba grabando.
En un momento pensé en una forma como para darle el contenido que conecta las melodías, y la suite me parecía algo que me venía justo como forma musical. Y entonces ahí apareció el recorrido por el río y el distinto carácter de cada pieza. Y tratar de darle un orden, una especie de viaje. Fue un proceso largo hasta llegar a la conclusión.
-Naciste en Córdoba. ¿Cuál es tu vínculo con el Paraná y los humedales, y qué emociones te moviliza esa frecuentación, que después se transmitan en la obra?
-Mi primer contacto con el río fue en Rosario: hice toda la carrera de composición musical allá, estuve como seis años y vivía muy cerca del Paraná, a orillas casi. Es impresionante ese lugar dónde está el enclave de Rosario; pero sobre todo el descubrimiento en estos últimos años fue con el Delta del Paraná, el Delta del Tigre. Fui tomando más contacto, muy fuerte, muy real con el lugar; hasta el punto en que estoy viviendo en el Delta.
Y fue como descubrirlo desde adentro, porque hay cosas que a uno de visita le pueden parecer muy lindas, pero la experiencia vital es mucho más profunda. Ahí salió todo eso, porque descubrí un montón de situaciones que ocurren, tanto climáticas como del medio ambiente y de las personas, del microclima; y traté de reflejarlo a mi manera. Me atravesaba a mí y fue algo muy sentido escribirlo.
-Lo mismo podría preguntarse sobre cómo fue tu vínculo con la música litoraleña, viniendo de una formación como compositor, arreglador e intérprete de tango?
-El mismo, en realidad: es fruto absoluto de ese contacto con el Delta, porque me compré un acordeón y pensé que era un instrumento como más un poco más liviano que el bandoneón: ahí empezaron a salir las melodías. Pero la música del Litoral me viene a mí de antes, de escucharla: disfrutaba mucho esa música, me parecía muy sentida; muy apacible, humilde en el buen sentido: no es una música ampulosa, como quizás un poco el tango si lo tiene. Esto no, es una música más chiquita en el buen sentido de la palabra; la empecé a frecuentar directamente en el contacto con el Delta.
Unidad circular
-Después de este proceso que contás obviamente hubo que ir armando la Suite. ¿Cómo trabajaste los arreglos para darle la unidad de estética a todo lo que es que se fue juntando?
-Es buena la pregunta, porque una cosa es el “envase”, que sería la forma de la suite, donde uno dice: “Bueno, van a ser distintas piezas, contrastantes una detrás de otra hasta el ocho, que elijo yo”. Pero en ese momento hay que elegir la instrumentación: yo elijo orquesta de cuerdas, o sea la misma instrumentación para todos. Que no es un detalle menor, porque eso ya te unifica un poco; y después la situación de escritura: es como decir “tengo los motivos y voy a pintar, le voy a poner colores”; es sentarse e ir desarrollando una tras otra con esa misma impronta, por eso tiene esa unidad estilística.
Porque si bien en la obra se puede escuchar cada número por separado tiene que poder escucharse toda junta, sin que haya saltos estéticos que de un número a otro nada que ver la orquestación, o aparezca otro instrumento que no apareció nunca: tiene que tener una coherencia. La hice toda junta a la orquestación: en un momento me senté en la computadora y me puse a hacer el trabajo propiamente del arreglo.
-Si cada tema fuera por su lado podría haber sido un “disco conceptual”; pero ya la idea de suite, del Barroco para acá, implica que está escrita para una formación.
-Exactamente. Creo que no deja de ser conceptual la temática, pero en la misma forma encierra la orquestación. La Suite te está marcando que tiene que tener una orquestación; que vos uses después en cada movimiento combinaciones distintas sí, pero siempre en un marco en que no puede aparecer por ejemplo una trompeta en el sexto tema, por decir un ejemplo burdo. Vos estás manejando unos timbres que los vas a combinar, y ese grupo orquestal va a tocar toda la suite de principio a fin.
-La Suite termina con “Comienzo”. ¿Es una forma de expresar una circularidad?
-Claro, es una forma de no terminar. La conclusión sería un poco la muerte, la cosa absolutamente conclusiva; si bien el tema es el más conclusivo de todos, porque es el que cierra la Suite en términos musicales, aparte del título el carácter es muy “para arriba”, muy festivo: es todo lo contrario a una despedida, diciendo: “Estoy contento, por suerte esto vuelve a comenzar”.
-Está el momento de la bailanta, tiene que haber un final del día y el comienzo del día que sigue.
-Es el ciclo de la vida, un círculo indefinido. Obviamente la muerte existe, pero enseguida va a aparecer nuevamente el humedal para a inundar todo, y va a parecer el lunes con toda su rutina.
La voz islera
-¿Cómo se dio el contacto con Teresa Parodi para que escriba y recite un texto abriendo cada uno de los movimientos?
-En eso de admirar esa música, una de las artistas, a principal creo, o la primera que me habrá llegado cuando apareció, cuando yo era adolescente, era Teresa Parodi. Siempre me encantó lo que hacía: si bien no me dedicaba a eso, me parecía que era maravilloso a lo que hacía en cuanto a música y letra.
Pero en un momento sentí la necesidad de la palabra: cuando terminé la Suite estaba todo listo, orquestado, se podría haber grabado: ya estaban los títulos, todo cerrado. Pero dije: “Qué lindo sería que hubiera un prólogo poético acá, para que profundizara lo que es el título”. Como por ejemplo “Humedal”: es casi un apunte, no dice nada. Ahí fue cuando ya me deliré y soñé, a Teresa yo no la conocía (risas). Entonces son esas cosas que te ocurren en la vida muy pocas veces: conseguimos el e-mail, le mandamos la música, y al tiempo contestó que le encantaba la idea y que le había conmovido la música, que le encantaba la idea.
También en un papel que no se la suele ver frecuentemente, que es recitando sus poemas como autora poética, no en la parte cantada; profundizando esa dimensión. A partir de ahí fue todo el cierre que uno esperaba: es un viaje tan emotivo y tan importante para mí. Aparte yo tenía cierta incertidumbre con el tema del Litoral y el género, porque nunca me había metido tanto. Y en este caso era un acercamiento muy profundo; entonces que Teresa Parodi dijera que le encantaba y que participara para mí era como una especie de diploma de honor del Litoral (risas).
-Es como un aval a lo que estabas haciendo.
-Un aval total, “el” aval, se podría decir. Porque es una persona que está atravesada por el Litoral: ella habla, respira, en su palabra está todo.
-Esa participación le agrega a otro nivel de significación a lo que vos planteabas, otra capa de sentido.
-Claro, sí, creo que le aporta muchísimo la palabra en cuanto a imagen, porque siempre está en la primera parte esa poesía (o bien sola o bien con música) y está dando las pinceladas de toda una forma mucho más sentida en la cual uno obtiene dónde agarrarse luego. Como que está indicando un poquito el camino, es como una especie de decálogo de lo que va a seguir, de una manera maravillosa cómo lo hizo.
Pienso que hay que enseñar escuchar música, estoy con esta idea en la cabeza. Creo que la gente no está escuchando música, está escuchando entretenimiento; estamos todos metidos en escuchar a estos artistas, no quiero decir nombres, pero es la cultura del entretenimiento. Estamos dejando de escuchar música y en este sentido la poesía de Teresa Parodi te va a facilitar el recorrido: si no estuviera sería distinto todo, es como algo didáctico también.
Micrófonos abiertos
-Hablando de invitados contaste con la participación de Ramiro Gallo en el violín. ¿Cómo lo sumaste para este desafío que era para él también correrse del sonido tanguero? Si bien sus padres y sus tíos fueron músicos de chamamé.
Salió de una manera muy parecida a la de Teresa. Si bien a Ramiro ya lo conocía por el medio tanguístico, conocía esto de sus raíces y también lo había escuchado con Raúl Barboza. A mí me cerraba por todos lados; pensaba: “Es la misma cabeza, el mismo espíritu”: se dedica el tango, tiene la lectura y todos los elementos técnicas para resolver, porque eran partes bastante complejas. Me encanta como toca, me encanta el artista que es, pero también va a tener una impronta de la música del Litoral: no es lo mismo que se acerque una persona que toca muy bien el violín pero que nunca tocó esta música ni la sintió. Entonces si lo tiene desde la cuna es la persona indicada: no sólo no me equivoqué sino que superó todas las expectativas, porque él grabó todos los violines en un día, superponiendo todas las partes de violines, y es todo un Ramiro gigante.
-Más allá de que dijiste “me compré un acordeón y me puse a jugar”, para vos también hubo un desafío de decir: “voy a ser yo el acordeonista, además de grabar los bandoneones”.
-En un momento empecé jugando, pero después se puso más que serio. Porque cuando te ponen los micrófonos en el estudio te das cuenta de que el juego terminó y te ponés a estudiar (risas). Me puse a estudiar como un loco después las partes, porque si bien tuve muchos años en una época tocando y estudiando piano, el acordeón era nuevo para mí. Estuve estudiando muchísimo las partes de la Suite, porque quería que sonara realmente a un acordeonista, no a alguien que está aprendiendo o descubriendo cosas. Entonces le puse bastante dedicación.
-Lo grabaste en un acordeón a piano, evidentemente.
-Sí, tengo una cromática que también estoy estudiando; quería grabar “Recreo”, el de la bailanta, con esa. Pero no llegué, porque era muy difícil y era esa exigirme mucho. Será para la próxima grabación.
-¿Cómo fue grabarlo en un año tan particular?
-Bueno, ese es otro capítulo. Porque justo arranqué la grabación en febrero de 2020; había grabado guitarra con Pablo Covacevich, Quique Puoci en contrabajo, y yo había grabado partes. Creo que Leo Zandstra había grabado la parte de la viola. Sólo eso, y cayó la cuarentena total. Había acordado justo en ese momento con Teresa que ella empezaba a escribir los textos, en esa semana. La semana siguiente cuarentena, y pasaron meses en que se congeló todo. Como cuando venís a 200 kilómetros por hora y te encontrás el peaje cerrado, ahí se quedó el auto (risas).
Retomamos a partir de septiembre, octubre, cuando ya se podía hacer con cierto protocolo empecé a sumar. Terminamos en diciembre, pero una cosa muy eufórica, muy alegre que teníamos en febrero se convirtió en un camino muy estresante, ripioso.
-La percusión de Rodrigo González la grabaron en otro estudio (Establo de Grabación).
-Claro, Ramiro también grabó en otro estudio (Doctor F) los violines, y Teresa grabó desde su casa, con su teléfono; después lo procesamos en el estudio. El cellista Maximiliano Waldman mandó las grabaciones desde su casa; íbamos a la “torre de control” que era el estudio donde hacíamos el disco (Estudios Rincón Alsina) y lo sumábamos. Pero fue un “chino” terrible.
Sentir de época
-Además de estar atravesada por el aislamiento, esta obra llega en un momento donde ganó mucho impulso la defensa de los humedales y las islas del Paraná contra los incendios. ¿Sentís que de alguna forma sintonizaste con la época al publicarla ahora?
-Realmente fue casual. A mí me movió otra cosa, otra idea poética al hacer la obra. Pero durante 2020 apareció todo esto, que ya había pasado en Rosario: recuerdo la quema de las islas hace muchos años. Todo esto se puse de manifiesto ahora, con el tema de la Hidrovía, la amenaza de los emprendimientos. Relacionado está, pero no fue adrede; fue una infeliz coincidencia, porque me gustaría hablar solamente de esa parte poética y maravillosa del Delta.
-De lo lindo.
-Claro, pero es imposible hablar de lo lindo solamente: cuando hay algo muy bello, muy codiciado, el hombre trata de arruinarlo con ambición. Están las dos caras siempre ligadas.
A veces me preguntaban si era una especie de reclamo. No lo es en su génesis, pero si sirve para que alguien te pregunte qué es un humedal, saber que lo tenés acá nomás, o las características que tiene; que googlees un poquito, que sepas cuál es la utilidad o el buen uso que nos hace a nosotros, cumple una función también: es un granito de arena. La cultura siempre ayuda.